1: El lobo siberiano

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Tiempo atrás, los humanos se hallaban divididos según su alimentación.

Los carnívoros, seres astutos y muy peligrosos dominaron por mucho tiempo, intimidando a los omnívoros y dando una mortal y descarnada cacería a los herbívoros quienes estuvieron cerca de la extinción.

Los alfa carnívoros eran especialmente sensibles al olor de los herbívoros, específicamente al de los omegas, lo que los llevaba a encontrar y devastar ciudades enteras, obligándolos a escapar constantemente.

Es por este motivo que muchas veces, los omegas herbívoros eran vistos como un signo de desgracia entre sus familias y comunidad, siendo abandonados, sacrificados o usados como cebo para distraer a los carnívoros mientras sus familias huían.

Sin embargo, un día los omnívoros y herbívoros unieron fuerzas y lograron contener a los carnívoros encerrándolos en ciudades rodeadas por omnívoros, restringiendo su libertad y así se halló algo de paz.

No sabían que eso era solamente una ilusión que no tardaría en desaparecer.

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Tuve un sueño extraño que quise atribuir a mi eterna soltería.

Estaba desnudo junto a un joven. Tenía el cabello y los ojos de un lobo siberiano, así como la mirada y dentadura de un carnívoro.

Estábamos juntos, muy juntos, y el sueño era tan real que podía sentir claramente como tomaba mi cuerpo. Como sus caderas quedaban encerradas entre mis rodillas y su sexo encajaba en mí como una pieza de rompecabezas mientras intentaba anular los gemidos nacientes en mi garganta.

Era delicioso. Simplemente delicioso.

—Jin...— susurró a mi oído acomodándose. Su mirada aguda y penetrante me hipnotizaba, no podía apartar mis ojos de él. Era como ver a una cobra antes de lanzarse contra su presa —. Voy a marcarte.

Se acercó esperando el beso que daría el permiso para hacerlo. Íbamos a enlazarnos, a formar un vínculo definitivo entre nosotros y eso nos uniría por siempre. Lo besé con profundo deseo.

Sus manos buscaron las mías sujetándolas contra la cama y apresándome mientras sus labios repasaban mi clavícula dirigiéndose a la zona entre mi cuello y hombro, presionándose en la zona que él elegiría para dejar su marca. Dio una lamida, y otra, y otra más. Un estremecimiento recorrió mi cuerpo, no tenía escapatoria alguna.

—Shh... tranquilo...—susurró besando mi mejilla antes de seguir—. Tendré cuidado. Recuerda que eres muy especial para mí.

Acarició la misma zona con los labios, soltando pequeños besos y susurrando palabras dulces a mi oído para tranquilizarme. Entonces fue que lo sentí, sentí sus filosos colmillos incrustarse en mi piel y atravesarla. Un agudo dolor se apodero de mi piel y no pude evitar el quejido delator.

Dolía. Dolía mucho.

—Y-ya...— murmuré sintiendo como las lágrimas del dolor afloraban. Su agarre se hizo aún más fuerte y en la posición en la que estábamos no tenía forma de escapar.

Finalmente se separó. Tenía los colmillos cubiertos de sangre.

Mi sangre.

— ¿Te dolió mucho, Seokjin? —preguntó sin soltarme, repasando su obra con su mirada y relamiéndose sus labios.

— Ya está bien... — contesté sintiéndome feliz. Sentía que lo quería tanto, lo amaba tanto...— Ya soy tuyo.

—Lo eres—dijo riéndose. Algo no andaba bien—. Eres mi presa.

Antes de que pudiera decir algo, se abalanzó sobre mí y clavó sus dientes en mi cuello, esta vez sobre la carótida. Sentía mi vida abandonarme con cada latido.

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Desperté agitado y cubierto de sudor. Afuera oscurecía y el viento gélido traía consigo una fuerte nevada. El ruido de este contra las paredes de mi alejada casa y los arboles del rededor simulaban los aullidos de un lobo.

Llevaba un tiempo viviendo solo, realmente no podía lidiar bien con el asunto de ser omega y, por mucho, fui un símbolo de la mala suerte para mi familia. A pesar de la época de paz en la que nos hallábamos, aun predominaba el prejuicio contra los omegas herbívoros y sobre como nuestra existencia afectaba de sobremanera a nuestra familia.

— ¡Debieron emparejarlo con alguien en cuanto tuvo su primer celo!— gritó un vecino a mi madre un día cuando era más joven. Ella intentaba esconder mi olor con pastillas, pero cuanto más pasaba el tiempo sin conseguir pareja, más fuerte se hacia este hasta el punto de volverse insoportable.

Odiaba que me miraran como objeto sexual, que para variar atraía a la desgracia y odiaba ver a mis padres y hermana tan preocupados por mí. Fue por eso que un día simplemente decidí recluirme a un lugar alejado donde nadie podría sentirse incomodo conmigo. Es así que termine en una pequeña casa en medio de un bosque deshabitado.

Como no hallaba nada interesante para ver en el televisor y no tenía gana alguna de salir, busqué por una película y fue entonces que algo captó mi atención.

"En noticias de última hora: un cazador ha burlado la central de máxima seguridad en la zona roja carnívora, dejando un saldo de quince omnívoros muertos y otros treinta heridos. Además, ha dejado el paso libre para el escape de otros carnívoros peligrosos. Las autoridades están reforzando la vigilancia en las zonas fronterizas..."

Los "Cazadores" eran una subespecie de los carnívoros. Sí, había algo peor que un carnívoro y eso era uno incapaz de contenerse y con la habilidad de devastar por su cuenta una aldea entera. Se consideraban ultra peligrosos y poco o nada racionales.

Apagué el televisor. No tenía muchas ganas de preocuparme por algo como eso. De todos modos, no había mucho que podría hacer. Eché una mirada por la ventana; el ambiente oscuro y hostil era perfecto para una película de terror.

—Si el Yeti aparece, corro y lo abrazo—me dije a mi mismo, riéndome de mi propio chiste.

Sí, abrazar a un monstruo. ¿Qué tan mal podía estar?

¿Qué tan solitario podía sentirme?

Iba a sumirme en mis pensamientos y en una buena taza de chocolate caliente, y entonces fue que vi algo refulgiendo en medio de la oscuridad vespertina.

— ¿Será un lobo? —pregunté al aire.

Escuché el sonido de un motorizado acercarse. Normalmente un equipo de omnívoros encargados de la protección de herbívoros venía a verme, quizás en este caso era para alertarme de la última noticia, aunque me extrañaba que se aventuraran a hacer algo como eso en este clima.

Miré nuevamente por la ventana.

Tocaron a mi puerta.

— ¡Ya voy! —dije acomodando mi abrigo. Seguramente era Kidoh o Sandeul, siempre se mostraban preocupados por mí.

Abrí la puerta esperando el efusivo abrazo de cualquiera de los dos.

Pero no. Alguien cubrió mis ojos y una fuerza descomunal logró inmovilizarme en el suelo helado, mientras mis manos eran atadas tras mi espalda.

— ¡Lo encontramos! —Gritó alguien jadeante— ¡Encontramos a un omega herbívoro! ¡Ya tenemos la carnada para NamJoon!

No entendía que era lo que sucedía, y tampoco podía pedir explicación alguna. Intentaba oponerme, pero el frío glacial y la fuerza con la que era movido limitaban mis movimientos. Sentí que me cargaban y acomodaban en el asiento de un automóvil. Alguien me sujetó la mandíbula con fuerza y susurró a mi oído.

—Es mejor si cooperas. Ahora mismo te encuentras en medio de tres carnívoros. En caso de no ayudarnos, no nos molestaría destrozar a tu amigo omnívoro y a tu familia.

No tenía escape alguno.

Hunter (Omegaverse/adaptación Namjin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora