Part 3

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A su merced.

Era la palabra clave que le encantaba escuchar a mi dominante cuando empezaba con sus métodos.

Muchas personas me habían preguntado si estaba segura con el, si esos rumores eran falsos o si realmente, el valía la pena.

Esas preguntas las respondia con toda la seguridad del mundo, a veces si titubear y otras veces enojada por que lo difamaran.

Mi dominante se le conoce como el más serio, el más correcto, el más celoso y posiblemente, alguien que es temible y odiado por todos los dominantes por tener tan buena reputación.

Eso al menos cambió desde que me conoció puesto que una de nuestras reglas, la más importante es la exclusividad completa.

— Estas lista?— pregunta, alzo mi cabeza mientras sigo de rodilla en el suelo aun cuando siento quemar esa zona.

— Si, señor.— como de costumbre, cuando estoy a su merced debo llevar un vocabulario culto y escaso.

— Puedes tomar asiento en la silla, piernas abiertas y manos arriba.— dice, trago nerviosa pero aun así lo obedezco.

La bandeja al lado de la silla esta llena de aparatos que conozco como aparatos de tortura, mis piernas fallan pero aun así logro subirme y acatar su orden sin dudar.

Extiendo mis manos bajo su fría e insignificante mirada, ata mis muñecas con fuerza por lo que simplemente respiro hondo sabiendo que posiblemente sea una noche un poco dolorosa.

— Señor... esta enojado?— pregunto, el niega para mirarme mientras coloca unas pinzas en mis pezones. Hago una mueca hasta que me acostumbro a ellas para volver a verlo.

— Simplemente quiero explorar tu dolor, soporta un poco más de la cuenta y te daré un premio.— sonrió,  el dolor desaparece en cuanto coloca un vibrador.

Aprieto mis puños sintiendo la soga que sujeta mis muñecas apretar, puedo verlo manejar la velocidad del vibrador con sus dedos mientras su vista está clavada en otra parte.

Mi espalda se alza un poco ganando que la velocidad del aparato baje, paso saliva por mi boca cuando lo veo ir por un látigo el cual es azotado contra mi abdomen.

— Sin moverte. — ordena, mi abdomen arde al igual que mis pezones, vuelve a encender el vibrador justo cuando una lagrima resbala de mi mejilla.

Los castigos pasan y logro cumplir su orden de no moverme luego del tercer latigazo, veo como saca el vibrador al igual que las pinzas.

Suelta mis muñecas y yo me levanto al instante sintiéndome mareada, el me sostiene dejándome descansar en su pecho. La forma dudosa en la que me sostiene me hace confirmar que algo sucede, puedo sentir como sus manos sostienen mi cintura con más seguridad para pasar sus manos por mi espalda creando un abrazo fuerte.

Era extraño, pero reconfortante.

— Renunciaste a tu trabajo en la empresa?— su pregunta me toma de sorpresa, yo simplemente lo miro entendiendo su enojó.

— Te dije que no podíamos ser pareja mientras trabajaremos en el mismo lugar, no puedes renunciar a tu propia empresa así que si. Renuncie, no fue la gran cosa, logre encontrar otro trabajo y más divertido.— digo, la vena en su cuello me deja saber que esta enojado pero me mantengo firme en su posición.

Siempre estaba A su merced.

Completa y rendida a sus pies.

Pero cuando se trataba de temas así, en donde mi reputación y la de el están en juego.

Soy yo la que lo tiene a mi completa Merced.

Lo miro rendirse, simplemente suspira para volver a dejar un beso en mi frente. Sus brazos rodean mi cintura mientras agradece por tomar en cuenta los rumores que corrían por el hecho de tener a su pareja como compañera de trabajo.

No somos una pareja perfecta.

Pero ambos estábamos dispuestos a dar lo que sea por cada uno y eso para mi...

Era más que estar A nuestra Merced.

𝑷𝒍𝒆𝒂𝒔𝒆, 𝑫𝒂𝒅𝒅𝒚 (ʰⁱˢᵗᵒʳⁱᵃ ᶜᵒʳᵗᵃ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora