Chapter IV

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“Es muy fácil ser héroe rodeado de gente que te aclama, lo difícil es serlo en soledad, cuando el único testigo es el coraje, el honor, el valor.”


Arturo Perez Reverte
















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Capítulo cuatro:
Ella es una dama.



































Eren... —

Pudo sentir su voz en un susurro tan lento y suave como el viento en otoño, cálido y libre contra sus labios resecos y maltratados. Su respiración era calmada y podía sentir como la misma chocaba contra su rostro de forma mágica, disfrutando de la cercanía que le daba ella.

Estaba hipnotizado.

— Eren —

Volvió a sentir como cada letra de su nombre era acariciado con su boca. Era como el arrullo de una madre a su hijo al dormirlo mientras acariciaba sus cabellos, tan pacífico y satisfactorio que se le hacía imposible no dejar que un suspiro de gozo abandonara sus labios.

Pronto el cuerpo femenino de ella se acercó más hasta el suyo, sintiendo como su corazón latía con fuerza en una carrera peligrosa y su mente se quedaba en blanco, sintiendo los cerezos de su amada apenas rozar los suyos en un jugueteo tortuoso y alentador en la que no sabia sí morir y renacer en sus brazos cálidos.

— Escúchame, cariño... —

Él retrocede lo suficiente para buscar su mirada, deseaba verla y memorizar sus facciones, quería dedicar noches enteras a sus ojos y poder amar el reflejo de su ilusión a través del espejo en días sombríos en los que solo sea su alma quien lo acompañe.

Pero no vió nada.

Tan pronto como sus esmeraldas buscaron con desesperación las facciones femeninas de la chica, su cuerpo se empezó a disolver en el aire y se volvían tan solo cenizas de un amor sin rostro, tan solo una silueta perdida en la agonía de su pensamiento.

— ¡No!, ¡No!, ¡Vuelve! —

Desgarró su garganta a medido de que lágrimas de sufrimiento surcaban por sus mejillas a medida de que tendía sus brazos desesperado en poder tomar lo que restaba de ella.

Pero tan solo quedaba nada.

— ¡No! —

Vociferó en el vacío de su habitación una vez sus ojos se abrieron de sopetón y su cuerpo se levantó de golpe, elevando su diestra señalando un punto vacío del techo. El dolor de su pecho seguía ahí y el repetitivo latir deslocado de su corazón aturdían sus oídos a medida que sentía la realidad golpearlo. Se quedó quieto sobre las frazadas de su cama desordenada al mismo tiempo que de sus orbes agua marina se manchaban por sus lágrimas saladas, jadeando en busca de aire y logrando procesar lo que ocurría.

Había pasado de nuevo.

Soñó de nuevo con ella.

A little BIG problemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora