Extra

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Aunque esta historia tiene un final original (que es el que ya habéis leído), he visto que muchos queríais ver la reacción del padre de Light, entre otros personajes. Por eso he decidido escribirosla, os lo podéis tomar como un final alternativo en el que Ryuk no mata a Light después de unos días porque se aburre y Light siguió su plan de convertirse en el Dios del nuevo mundo como en el anime.

Os he dejado arriba la canción de Honor Bound del musical porque creo que pega muchísimo con el momento en el que Light se encuentra con su padre.

Sin más que decir, disfrutad y muchas gracias por los 500 seguidores.

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Después de la muerte de L, Light ya no había tenido fuerzas para nada. Se había sumido en la más grande agonía al saber que era el culpable de la muerte de un ser querido, de la persona que amaba. Había llorado con furia, se había arañado el pecho, había golpeado su cabeza contra las cuatro paredes de esa estúpida sala repetidas veces, sin parar de chillar.

Wedy y Aiber le habían mirado completamente decepcionados cuando pasaron por ahí. Se habían sentido traicionados después de haber pasado tanto tiempo en compañía del chico, llegando hasta a creer en su inocencia.

Sin embargo, no dijeron apenas nada al verle sumido en la miseria, con los ojos rojos de tanto llorar y encojido en su sitio, sentado y con la cara enterrada entre las rodillas. Se le notaba arrepentido.

Incluso algunos de los criminales que habían pasado por ahí le habían mirado como si fuera un loco al verlo tan mal. A otros no les había importado y habían seguido pegándole como hasta entonces.

Light no se movía. Se lo merecía. Se merecía cada golpe, cada costilla rota, cada grito. Se había creído un Dios cuando él no tenía el derecho de quitarle la vida a nadie, mucho menos a personas inocentes.

No era solo L, eran cientos de personas inocentes que se habían cruzado por su camino y que había eliminado con un simple movimiento de bolígrafo. Se preguntaba cuántos más habría ahí fuera, cuánto más tendría que sufrir.

A esas alturas solo quería desaparecer como L. Simplemente dejar de existir para no sentir tanto dolor, tanto físico como mental. No podría soportar la culpa mucho más.

Había intentado cortarse las venas, para acabar de una vez con esa tortura, pero no había funcionado. Había dolido horrores, pero no había muerto. Ahí no podía morir y no desaparecería hasta que todas las personas cuya muerte ocasionó pudieran vengarse.

No podía decir que era injusto, era su castigo por haber matado a tanta gente. Así que en esa sala, ya dándole igual la opinión de aquellos a los que había matado, había gritado y sollozado sin parar, deseando acabar con su desgracia.

Llegó un punto en el que le dolía la garganta de tanto gritar y ya no tenía más lágrimas que derramar. Los golpes ya no le dolían y no tenía fuerzas para moverse.

Cerró los ojos con cansancio, deseando que se le permitiera irse de una vez. Cogió su camiseta, que había estado tirada por el suelo y con ella se limpió la sangre y el sudor del rostro.

Le dolía la cabeza.

Se quedó mirando el techo de la sala blanca con cansancio, con los ojos entrecerrados. Ni siquiera tenía ganas de mirar el nuevo nombre que había aparecido en la puerta, escrito con sangre.

Sin embargo, lo llegó a ojear de reojo, para ver si le sonaba, y le sorprendió ver su propio apellido escrito en la puerta.

"Soichiro Yagami" Ponía.

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