- ¿cómo me queda el vestido? - preguntó Gabrielle a sus doncellas mientras daba una elegante vuelta para mostrar la hermosa cola de su blanco vestido.
-preciosa dama, ¡usted parece un hada! ¡Qué digo un ángel, una diosa! - halagaban las doncellas, todas asintiendo con sus cachetes colorados, puesto que en verdad se veía magnifica
-apuesto que el señor Alexander se quedará cegado por su belleza, que digo ni siquiera podrá hablar- rieron aún más las mucamas.
-quien no podrá hablar? - sonó la voz de Alexander quien se encontraba recostado en el marco de la puerta.
-Oh señor Alexander- soltaron un pequeño grito de sorpresa las doncellas.
-Alex que haces aquí, no sabes que es de mala suerte ver a la novia con el vestido antes de estar en el altar? - decía Gabrielle mientras se tapaba la cara con sus manos y mostraba un encantador rosa en sus orejas.
-solo quería verte- dijo Alexander mientras sonreía y la halaba de un brazo para traerla a su abrazo -quería asegurarme de que todo estuviera bien... sabes, he sentido como una especie de molestia en el pecho des de que me levanté... no me hagas caso, todo estará bien-
-oh, solo deben ser los nervios- sonrió Gabrielle -entonces déjame terminar de alistar, nos vemos en el altar- sonreía mientras lo empujaba en dirección a la salida.
-dama, se nota que el señor Alexander está muy nervioso, mírelo, no puede separarse ni un minuto de usted- gritaban de emoción las doncellas.
-ya basta- decía Gabrielle con la cara sonrojada.
-terminemos, ya pronto será hora-
Luces blancas y un gran candelabro dorado adornaban el gran salón, en cada esquinada se encontraban lirios tan puros y blancos como el vestido de la novia, y una gran alfombra dorada adornaba la entrada. En cada asiento se encontraban figuras importantes y claves con las que era difícil de conversar y ese tiempo fue una oportunidad para expandir las conexiones con el futuro del continente.
Se abrió la gran puerta y las luces marcaron la silueta de Gabrielle la cual entraba al compás de Canon de Pachelbel. La larga cola de su vestido daba la sensación de que era las escamas de un pez místico y su hermoso cabello dorado brillaba con el sol haciendo palidecer la alfombra. Todo fue perfectamente ordenado para que solo ella brillara. Frente al altar le esperaba Alexander con su atuendo plateado hecho para combinar con el vestido de la novia, en su pecho se hallaban insignias y medallas de honor ganadas por el esfuerzo y el trabajo que hizo salvando a otros. Agarró la mano de Gabrielle y la ubicó junto a él, mirándola fijamente, una cara diferente se le vino a la mente, hermosos ojos color miel y una cabellera hechizante como la madre tierra, su hermosa, pero tímida sonrisa quedo plasmada siempre en su mente, pero se recompuso y se enfocó en la mujer que tenía a su lado. Ella que lo salvo de la desesperación y el dolor de una larga y ardua espera o búsqueda, la que lo hizo recapacitar y querer dejar el pasado atrás, en especial una promesa, que por más dolorosa que sea, para él fueron cadenas que lo ataban y que aún siguen pesando en su alma, pero que Gabrielle le ayuda a sobrellevar.
Un SI sonó en medio de todo ese silencio, el momento en el que más tensión había, el clímax -si alguien de aquí no está de acuerdo con la unión de esta pareja hable ahora o calle para siempre- pronunció el sumo sacerdote quien dirigía la boda
De repente las puertas se abrieron de par en par y una mujer cabello largo castaño, ojos como miel derretida y una cara impresionante entró por la puerta, a su lado traía una niña cabello castaño y ojos azules, parecida a una muñeca de porcelana. Caminando imponentemente veía fijamente aquellos ojos azules que por el asombro y la incredulidad no paraban de temblar, fue como si dos corrientes chocaran en medio de aquel salón y una mirada de asombro y luego odio cruzo por el rostro de Gabrielle, pero esta fue sepultada bajo una expresión de ignorancia.
Se sintió como si hubiesen pasado 100 años en esos instantes porque ni una sola alma se atrevía de abrir la boca por el porte y elegancia que mostraba aquella mujer que, muy a pesar de vestir un sencillo vestido beige, no perdía contra la presencia de Gabrielle.
- ¿papi? - aquella diminuta, pero tierna voz rompió el silencio en el que se encontraban todos
- ¿quiénes son ellas? ¿Por qué entraron así? ¿Acaso dijo papi? - fue como si una pequeña piedra impulsara la avalancha que se avecinó en el salón y un sin número de preguntas resonaron.
- ¿Luciana? ¿Amelia? - la voz incrédula de Alexander hizo callar a todos y una mirada desesperada cruzo por Gabrielle <<no, no puedo dejar pasar este momento, si no obtengo uno de los 6 no lo lograré>> pensó Gabrielle
Amelia no decía nada, solo lo miraba fijamente como si quisiera plasmar la escena frente a ella en su retina. Su esposo, el amor de su vida, por quien lucho y abandono toda riqueza y honor, se encuentra casándose con alguien más, esa persona quien la olvido y abandono, hizo trizas sus promesas y eligió olvidar.
- ¿por qué estás casándote papi? ¿Quién es esa señora? - pregunto la niña señalando a Alexander y Gabrielle en el altar. Esas palabras le recordaron a Alexander la situación en la que se encontraban y apuñalaron su corazón.
-NOOOOOOOO- sonó de repente un grito en el salón.

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El tiempo acaba con todo, incluido el amor
FantasiaSoy amelia, una mujer que abandonó todo para amar a un hombre. Fruto de nuestra relación tuve a mi pequeña, Pero un fatídico día llevo a separarme a mi y mi hija de mi esposo. Llevo diez años esperando su rescate. ¿Pero que creen? Mi esposo se casar...