XXII

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Hola preciosuras. Espero se encuentren muy bien, lamento mi larga tardanza. Lamentablemente me quedé sin internet durante casi dos meses, lo vinieron a reparar hace unas semanas y bueno funciona un poco mejor. Empecé la universidad en Marzo, así que me ocupe un poco, pero aquí estoy de nuevo. 

Honestamente, no sé que me fume cuando escribí este capítulo. Y probablemente tampoco sé si me lo seguiré fumando para los próximos capítulos. Creo que se sorprenderán un poco en los últimos párrafos, lo cual sinceramente, era mi idea. Por favor, lean las notas finales. ¡Los quiero!

Me disculpo si hay fallas ortográficas o de gramática. 

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Durante mucho tiempo Tsunade tenía la certeza que las cosas irían bien. Aún si tenían amenazas de los renegados o si estaban en apuros, su gente lograba salir de ellos. Pero ahora, sentía que se estaban hundiendo en un agujero negro del cuál no podrían salir.

Los sollozos de su nieta Karin, era lo único que llenaba la silenciosa habitación. La pelirroja sostenía contra su frente la mano derecha inerte de su compañero. Suigetsu, yacía inconsciente con una venda en la cabeza y con distintos cables conectados a su cuerpo. No sólo eso, sus brazos presentaban quemaduras de segundo grado y había perdido mucha sangre.

Tsunade dirigió su mirada hacia una nerviosa Kumiko, quien se encontraba sentada en una esquina retorciéndose las manos. Tenía las mejillas rojas y los ojos un poco hinchados. Había dejado de llorar tan solo hace un par de minutos, Kumiko miraba a Karin con pena y preocupación. Quien había atacado a Suigetsu para dejarlo en ese estado, todavía era un misterio. La única que podía darle respuestas o algunas, era Kumiko. Supuestamente, para cuando ella había regresado a la manada encontró a Suigetsu malherido en la frontera.

—Mi niña —Jiraya se había movido de su puesto junto a la ventana y ahora acariciaba la espalda de Karin con cariño y suavidad—. Debes comer un poco. ¿Por qué no vamos por algo a casa? Tienes todo el día aquí...

Karin siguió mirando a Suigetsu mientras negaba con la cabeza.

—Quiero quedarme aquí... ¿y si despierta? Es tan tonto que seguro enloquecería si no me tiene cerca —respondió intentando sonar despreocupada fallando en el intento pues se le quebró la voz. Jiraya alzó la mirada y le hizo una seña a Tsunade quien asintió.

Tsunade camino despacio hacia Kumiko y le tomó la mano con delicadeza. Cuando la joven alzó la cabeza, la mujer mayor le sonrió.

—Vamos a buscar algo de comida. ¿Vale?

Ambas se levantaron y salieron en completo silencio. Habían doctores y enfermeros yendo y viniendo de diferentes habitaciones. A Kumiko le llamo mucho la atención una habitación que era custodiada por cuatro centinelas. Se fijó en el número de habitación, el cual era el 012 y se recordó de preguntarle a la abuela más tarde.

Llegaron a la cafetería del hospital y pidieron cinco almuerzos. Mientras se los preparaban, Kumiko se arrimó hacia Tsunade.

—¿Por qué cinco almuerzos, abuela?

Tsunade sonrió con verdadera alegría.

—Para Orochimaru. Debe estar por llegar, tenía algunos asuntos que atender y luego vendría.

Kumiko asintió y no dijo nada más. Cuando le entregaron los almuerzos, se apresuraron a dejarles tres de los cinco almuerzos a Jiraya y a Karin y acordaron ambas en almorzar juntas y en calma en la oficina que Tsunade tenía dentro del hospital. Pasaron nuevamente por la habitación custodiada, pero esta vez, Kakashi salía de ella. Lucia un rostro cansado y pensativo, que llamó la atención de ambas mujeres. Las persianas de la ventana que daba hacia dentro de la habitación, estaba cerrada.

FrenesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora