Sabía que este era un momento único, y es por eso que no lo desperdiciaría por nada del mundo. Borré todos mis pensamientos instantáneamente y sólo me enfoqué en Frank y su mano que ahora se envolvía en la mía. Beatrice se puso en frente nuestro una vez que soltó mi brazo, y nos sonrió a ambos. Esa mujer se había ganado el cielo con esto. No me alcanzarían jamás las palabras para agradecerle. Si no fuera por ella, yo no estaría cumpliendo mi sueño. La ceremonia, si así se le puede llamar, fue bastante simple. Dijimos nuestros votos improvisados, intercambiamos anillos otorgados también por nuestra nueva amiga, y nos juramos amor eterno. Pasara lo que pasara, yo sabía que Frank siempre me amaría y yo a él también. Finalizamos con un beso, y nos retiramos de aquella casa agradeciéndole muchas veces a Beatrice. Antes de perderla de vista, me di la vuelta y la miré por última vez para grabarme por siempre su imagen en mis recuerdos. Le dediqué una sonrisa, de la cual no estoy segura de que haya notado, y apreté la mano de mi ahora marido. Caminamos lentamente, vagando por la ciudad que nos vio nacer, crecer, conocernos, enamorarnos, y ahora casarnos. Que extraño puede resultar el destino, ¿cierto? Si alguien me hubiera dicho que el día de hoy sería así, no lo hubiera creído. Pero así era. Lo inimaginable puede suceder, lo predecible quizás no sea cierto. No podes nunca fiarte del futuro que crees tener, porque ciertamente, puede sorprenderte en cualquier momento, puede sorprenderte hasta la muerte.
Pasamos el resto del día hablando de todo y nada, admirándonos a cada momento, sin despegar los ojos del ser amado. Pero aun así, el tiempo pasaba volando. Dicen que cuando estas con la persona que amas, el tiempo siempre se desvanece en tus manos. Yo pude comprobar eso. Años al lado de Frank significaron minutos a mi parecer. Era increíble como en tan poco tiempo se terminaba todo.
El caer del sol indicó que nuestro tiempo había terminado. Que ya no teníamos oportunidad de revertir las cosas. Claro, como si antes hubiéramos tenido esa chance. Que esa última mirada desesperada que nos lanzamos, era la última que veríamos por siempre. Ya estaba comenzando mi eternidad sin Frank, y dolía. Creí que al morir ya no sentiría nada más, pero este dolor en mi pecho cada vez se apoderaba más de mí, y se distribuía hacia el resto de mi cuerpo.
El ángel de alas negras se materializó a mi lado. Y no me hubiera dado cuenta de no ser por el rápido descenso de la temperatura, acompañado de la fina niebla a la altura de nuestras piernas. Luché por no mirarlo, traté de pegar por siempre mi mirada en los ojos de Frank, que estaban perdidos en la imagen que se encontraba a mi izquierda. Su rostro demostraba la mayor angustia que jamás creí ver. Parecía estar a punto de llorar, pero sabiendo que eso era imposible estando él muerto, no esperé ver esas lágrimas caer. Me sentí petrificada, como si estuviera atrapada en un halo paralizante. Tenía miedo. Miedo es poco, me sentía horrorizada. Quería correr a abrazar a Frank, pero no podía moverme. Siquiera estaba respirando.
-Llegó la hora de cumplir el pacto. -dijo tranquilamente aquel ser que jamás olvidaría. Se lo oía demasiado tranquilo, y su tono de voz era simplemente perfecto.
No había nada más hermoso y tenebroso al mismo tiempo que el demonio a mi lado. Su belleza era inexplicable. Era, ciertamente, de otro mundo.
Cuando dejé de resistirme a la tentación y lo miré, su cara estaba direccionada hacia Frank. Lo miraba demasiado fijo, hasta que de manera lenta, giró su rostro hacia mí. Mis ojos se clavaron en lo oscuro de los suyos. Si pudiera haberlo visto mejor, aseguraría que estos eran infinitos.
Una fuerza superior a la mía, que incluso me tomó desprevenida, comenzó a manejar mis movimientos. Me di la vuelta, sin siquiera poder decirle nada a mi esposo, y comencé a caminar rítmicamente al lado del príncipe de las tinieblas. La desesperación recorría mi cuerpo como si de veneno se tratara. Sabía que me esperaba una eternidad en el infierno.
Y me lo había ganado.
Aunque esto nunca estuvo en mis planes.
Ya había aprendido la lección. Debí conformarme con lo poco que tenía, ya que al menos era algo. Pero era demasiado tarde, y esa lección no servía de nada ahora.
Una gélida mano tomó la mía con mucha fuerza, mientras que en aquellos morados labios, se formaba una media sonrisa arrogante, llena de satisfacción al saber que un alma más se unía a su gran colección, guardados para siempre en el averno junto a él.
Lo que daría por volver el tiempo atrás.
Comenzaba a valorar mi vida.
Pero era tarde.
Demasiado tarde.
- ¡Alice! -escuché el grito de Frank detrás de mío. Juro que quise darme la vuelta, pero mi cuerpo, o mejor dicho, mi alma, no respondía de mí.
Y claro, esta ya no me pertenecía.
- ¡Alice te amo! -gritó aún más fuerte. -te amo, nunca lo olvides.
El ángel de alas negras soltó una pequeña carcajada, llena de maldad, mientras todo a nuestro alrededor se tornaba oscuro.
Nuevamente escuché aquellos gritos, lamentos, quejidos, llantos por todo mi alrededor. Y ahora, la temperatura aumentaba significativamente con cada segundo que pasaba. ¿Qué hacia allí? No debería estar en aquel lugar. Esto debía ser un error. Un error muy grave.
Temblorosa, y hasta sintiéndome sudada, estiré mi mano hasta hacer contacto con la suya, que estaba tan fría como me imaginé. El momento en que rocé su piel con la mía, fue indescriptible. No me alcanzarían ni cien hojas para describir ese fragmento de segundo. Solo puedo decir que la angustia y desesperación que me invadió en ese instante, fue lo más fuerte que sentí en mi completa vida. Y fue más de lo que me esperaba. Las ganas de llorar me invadieron, y al momento de estrechar su mano, sentí como mi rostro se deformaba demostrando la miseria que había en mi interior. En ese lapso en el cual cerramos trato, me arrepentí como jamás lo hice.
Pero ya era tarde.
Un trato era un trato.
No sé en qué momento comencé a escuchar esos aullidos desgarrantes, pero en algún momento comenzaron. Se oían suplicas, sollozos, gritos, y toda clase de sonidos tenebrosos. Aunque había uno que sobresaltaba sobre los demás. Solo que ésta voz no se lamentaba. Por el contrario. Era una voz que se reía fuertemente. Se tornó insoportable el chillido de su macabra risa, al punto que solté la mano del ángel de alas negras para tapar mis oídos con mis manos. Creía no soportar el sonido.
Pero en tanto solté su mano, el silencio abundo el lugar.
El trato estaba hecho.
Y ahora más que nunca, deseaba ponerle fin a mis días, aunque eso, ya era imposible.
Estaba condenada por siempre a una eternidad de sufrimiento en el infierno.
![](https://img.wattpad.com/cover/31658738-288-k439973.jpg)