Los dos pasaron el resto del día juntos. Soltaron carcajadas con sus chistes estúpido y se rieron de las caras divertidas. Incluso acordaron ir a algún lugar al día siguiente.
Todo fue alegre y hermoso, pero el tiempo tenía que terminar. Mashiho tenía que irse a casa; el mayor le rogó que se quedara, pero el japonés insistió en que sus padres probablemente pensaban que había sido secuestrado o algo así.
Caminó a casa. Fue muy solitario. Sin embargo, finalmente tuvo tiempo para pensar en todo.
Y su todo era un chico alto, coreano, con apariencia de koala que fue atropellado por un auto. Junkyu era su todo.
Mashiho adoraba al otro. No sabía que era amor. Nunca había sentido amor. Cuando dejó al mayor en el hospital. Él mintió. No tuvo padres. Tenía siete años cuando sus padres lo abandonaron en Corea.
Durante todos esos año nunca logro aprender el idioma. Estaba solo, hasta que conoció a otro joven japonés, Haruto. Pero el joven chico nunca pudo llenar ese vacío lleno de soledad. Junkyu sí.
Mashiho se enamoró del mayor en el momento en que el otro habló. Sonaba como en casa. Como alguien que siempre lo amaría.
El japonés nunca se había sentido cómodo, especialmente cuando nadie lo estaba guiando. No tenía conexión con nadie. No tenía un hombro sobre el que llorar. Dolía.
Una vez que llegó a su casa, miró a su alrededor para ver si Haruto había pasado por ahí. Cuando estuvo seguro de que su apartamento estaba vacío.
Se derrumbó sobre el frío suelo de madera y rompió a llorar.
¿Qué era amor?
¿Cómo se sentía?
¿Algún día amare a alguien?
¿Alguna vez alguien me amara?
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