—¡Honnie!—gritaba Jisung afuera de la casa del mencionado—¡Minnie!—no respondía—¡Minhonnie!—de nuevo no hubo respuesta—¡¡¡LEE MINHO!!!—tocó fuertemente la puerta.
Minho bajó desconcertado.
—¿Jisung qué pasa?—dijo abriendo la puerta.
—¡¡Cómo que qué pasa?! ¡Entramos a clases en 10 minutos! y déjame decirte que en lo que te cambias y llegamos no vamos a poder entrar.
—¡Pero Jisung debiste haberte ido! ¿Por qué me esperaste?—habló exaltado el castaño mientras subía a cambiarse.
Jisung quien lo esperaba afuera fue tomado por sorpresa al ser cargado en hombros y ser arrastrado por las calles.
—¡Hey bájame!—gritaba con miedo el rubio quien no abría los ojos.
—¡Jisung soy yo!—habló Minho mientras aún seguía corriendo lo bajó a su pecho.
—¡Honnie, me sacaste un susto!—habló el menor aferrándose al pecho del más alto.
—Lo sé, lo lamento, pero eso no importa ahora—dijo un Minho muy agotado—Lo importante es llegar a la escuela.
—Cierto, hoy había examen—dijo Jisung mientras seguía con su cabecita recargada en el fornido pecho del castaño.
—¡¿QUE HABÍA QUÉ?!—dijo Minho sintiendo que su corazón salía de su pecho, ni siquiera sentía el cansancio del largo recorrido, esa noticia había sido la peor.
—¡Minnie! ¿No lo sabías?—habló Jisung sacando su cabeza para mirar muy enojado al mayor—¿Qué te he dicho? Sabes que no puedes descuidar tus estudios—dijo con un puchero.
—Mier- —recordó que tenía a un lindo e inocente bulto en su pecho— ¡Maldita sea!—dijo aún corriendo.
—¡Minho tu vocabulario!—le regañó el rubio.
—Lo siento, lo siento.
Por fin llegaron al edificio, Minho logró divisar que estaban por cerrar las puertas a lo que no sabe de dónde pero sacó la última fuerza que le quedaba en las piernas y se metió casi a la velocidad de la luz hacia la institución.
Jisung bajó de su pecho y Minho cayó de rodillas.
—A-ah—decía entre jadeos y con su frente sudada—Por fin.
—Honnie—dijo igual un poco cansado.
Minho no podía ni hablar, su corazón bombeaba bastante rápido.
—Honnie lo lamento pero pronto descansarás—tomó la mano del castaño y lo arrastró hacia la puerta del salón—Recuerda no estar nervioso, puede que te vaya bien, trata de hacer funcionar tu cerebro—dijo riendo y el castaño se ofendió—Suerte—le dio un beso en la mejilla y se fue hacia su salón.
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