Acompañada

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La rutina se hizo más llevadera. Armin y Annie trabajaban a la par yendo y viniendo de ciudad en ciudad, a veces tenía las visitas de Connie, Reiner con Pieck o Historia se escapaba a tomar una taza de té con la pequeña Frieda de casi ya cuatro años.

Habían sido meses muy duros en lo político, se notaba lo cansada que estaba Historia y los chicos, hasta la misma señora Kiyomi, que me comentaba que tenía planes de volver al continente para ver como iba el progreso de la población de Hizuru que pudieron sobrevivir al retumbar. Ofreciendome si quería ir a conocer más allá del antiguo "imperio" de Marley.

No tenía planeado salir de aquella isla, mi vida entera estaba ahí, mi querido amor estaba ahí, mis amigos estaban trabajando por la paz a más no poder, no necesitaba ir a ningún lado.

Otra tarde más, otra visita a Eren. Poco a poco sentía que algo estaba sanando dentro de mí, seguía con el dolor en el pecho, seguía ese anhelo de querer verlo nuevamente, lo deseaba a más no poder, pero Armin me comentó que Eren realmente quería que yo fuera feliz y siguiera avanzando.

No habían pasado ni diez minutos que estaba sentada en aquel árbol cuando vi subir la colina a Jean con la ropa formal que ocupaba cuando tenía trabajo que hacer. Se sentó al otro lado de la lápida y se apoyó en el tronco.

¿Muy duro el día de hoy? -Pregunté por educación luego que él me saludara con un pequeño hola.

Demasiado, los jaegeristas son unos cabezas huecas, les dices algo, le entra por un oído y les sale por el otro. -Comentó con cierta irritación pero al final terminó por sonreír.- ¿Te molesta que venga de vez en cuando a ver a Eren?

Para nada, todo lo contrario, él estaría feliz, aunque no sé, tal vez no soportaría escucharte quejarte todo el tiempo, Jean -Dije mirándolo de reojo.

Qué se las aguante, nos dejó trabajo que hacer, pero de seguro no sabía que la gente de esta isla, especialmente esos buenos para nada son tercos a morir. -Se llevó la mano hasta su cabello peinándolo hacia atrás antes de descansar la cabeza.

Negué con una pequeña sonrisa tratando de comprender el sentimiento de irritación.

Oye, Mikasa... ¿No quisieras ayudarme con algunas cosas? -Preguntó luego de un buen rato que nos quedamos en silencio.

Yo no soy parte de eso. -Dije sin más.

Entiendo, pero es algo pequeño, así podrías salir un poco de la rutina. No digo meterte en los enredos políticos de donde estamos nosotros. -Se sentó de mejor manera en la hierba que nos rodeaba mirándome fijamente. Lo miré con cierta duda, la verdad, no es que no quería ayudar, no podía. Algo no me dejaba avanzar del todo.

¿De qué trata? -Pregunté por curiosidad, a lo cual Jean me dedicó un ligera sonrisa y me comenzó a explicar que era hablar con la gente del distrito, recopilar información sobre las opiniones acerca de cómo se gobernaba en la isla, la opinión acerca de los jaegaristas, de la reina y sobre el miedo al mundo exterior.

Solo si quieres, serían solo dos horas al día. Necesitamos que las personas nos cuenten sus experiencias, si no, no podremos saber lo que debemos mejorar como eldianos o sociedad. -Comentó levantándose de su lugar para después ofrecerme su mano.

Pensé un momento en todo lo que los chicos estaban haciendo, lo que yo estaba haciendo con mi vida, me pregunté en una milésima de segundos que era lo que no me dejaba avanzar. Tenía miedo, pero el miedo siempre lo tuve, siempre tuve ese miedo de perder algo, a alguien, a modificar algo de mi vida y hacer que todo cambiase, pero al final... Sí sucedió... Si modifique todo... Si perdí todo... ¿No tenía el derecho de volver a reconstruir mi destino y poder soñar? ¿Podría ser libre sin él?

Tomé la mano de Jean, sacudí mi falda y me acomode mi bufanda. Respiré nuevamente tratando de renovarme y dejar que mi mente fuera un torbellino de pensamientos dolorosos.

Está bien, lo haré. -Contesté a la vez que comenzaba a avanzar para bajar la colina. Sentí como Jean me seguía rápidamente y posaba una mano en mi hombro. Lo miré algo sorprendida. Me miraba con una amplia sonrisa.-

Gracias, Mikasa. -Se alejó un poco sin dejar de caminar a mi lado.- Bueno, pero antes ¿Qué vamos a comer hoy?

Veremos que tengo en casa... Oh, Armin -Los chicos estaban llegando a pie hasta las afueras de la calle donde vivía.- Creo que tendremos que ir a comprar algunas cosas más para que alcancemos todos.

Estos desconsiderados... ¡Oigan! ¡Avisen que vendrán! Oye, Reiner me imagino que por lo menos traes carne para cenar -Dijo en voz alta para fastidiar a los invitados sorpresa que teníamos.

¿Teníamos? ¿Desde cuando me era tan común estar acompañada? Mi mirada se posó en mi ex compañero de guerra, el cual seguía hablando a la distancia mientras nos acercabamos a casa. ¿Desde cuando no sentía que me faltaba el aire por la presión del dolor? ¿Desde cuando dejé de llorar por las tardes?

BreatheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora