Sin poder respirar I

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Tenía la mente en blanco, lo único que me preocupaba en ese momento era caminar con Eren entre los brazos lo más rápido posible, aunque las fuerzas de seguir avanzando eran escasas. Me sentía agotada física y psicológicamente. Caminaba por esos grandes espacios de tierra que marcaban el borrón y cuenta nueva que Eren había provocado para el bien de la Isla. No sabía muy bien cómo iba a llegar a ese lugar tan especial para nosotros, no tenía idea, solo avanzaba.

El humo se iba dispersando gracias a las ráfagas de viento, no había nada a mi alrededor más que restos orgánicos de personas aplastadas por los titanes colosales del retumbar. Los campos, casas, calles, edificios, nada quedaba, realmente el 80% de la humanidad había sido aniquilada.

Había dejado a Armin atrás sin pensarlo dos veces, él más que nadie sabía mis razones, el único amigo que me quedaba iba a quedar con una responsabilidad gigante, una misión, junto con los demás de ser los héroes de la humanidad... Yo ya no era parte de eso, tampoco quería serlo.

Seguí avanzando como pude, hubo momentos donde tuve que detenerme unos segundos para respirar y así seguir mi camino pero... ¿Respirar? ¿Debía de seguir respirando y tener esa larga vida que Eren quería que tuviera? ¿Sin él? ¿Con alguien más? No entendía, no quería... Hasta el último momento quería confiar en las palabras de Armin cuando me aseguraba que Eren tenía sus razones, que podíamos hablar con él para que nos contara su plan... Quería confiar en esa esperanza que me daba Jean al mencionar que Eren jamás haría algo sin un por qué. Pero al final, pude ver la verdad con mis propios ojos, era la única manera, dolía hasta el último momento que pude estar con él, sigue doliendo e incluso más sabiendo que por mi decisión, él tomó ese camino. Me negaba a todo, solo quería que él volviese conmigo a casa, no pedía más en la vida.

Llegando la noche tuve que detenerme, la luz de la luna me ayudaba a seguir pero mi cuerpo estaba fatigado, me tiritaban las piernas y sentía que la deshidratación me iba a gastar las últimas energías. Me abracé a Eren con cuidado, hundiendo levemente mi rostro contra la bufanda buscando algo de confort. Cerré los ojos permitiéndome descansar unos minutos, minutos que pasaron al parecer a ser horas, ya que lo único que escuchaba eran los alaridos de los pájaros. Me senté nuevamente donde me había detenido en mitad de la noche, miré a mi alrededor, nada y nadie pasaba. Debía seguir en mi camino.

Así fue como a lo lejos podía ver el mar, mis pasos iban lento, pero jamás deje de avanzar. Al llegar a la orilla del mar me detuve en seco aferrándome a los restos de lo más preciado de mi vida en mis brazos ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo iba a llegar a la isla? Debía de darle descanso a Eren pero los medios no los tenía...

Todo era un torbellino en mi cabeza, creando ideas de como llegar al otro lado del mar, hasta que vi un grupo de botes acercándose a la costa. Esperé paciente y a la defensiva, tomé la bufanda de mi cuello para envolver los restos de Eren en ella y que nadie supiera lo que llevaba en brazos.

¿Señora Kiyomi?... -Susurré sin poder creerlo cuando ya estaban anclando los botes en la orilla. La señora Azumabito se bajó rápidamente del bote para acercarse a mí y tomarme de los brazos. Estaba impactada, me inspeccionó con la mirada de arriba abajo, dejando al último el pequeño bulto que tenía entre los brazos. Sin pensarlo, me dio un abrazo el cual yo no correspondí, pero agradecí muy en el fondo.

La señora Kiyomi me dijo que al momento que Falco salió volando junto a Gabi y Annie, los botes de emergencia del barco se alejaron para poder evitar cualquier desgracia. Entre palabras y palabras yo lo único que pude hacer fue mirarla de forma seria e inclinarme frente a ella.

Necesito llegar a Paradise para darle un descanso. -En ningún momento me juzgó, me dio una leve sonrisa y asintió. A la mañana siguiente esos mismos botes regresaban al mar junto a la pequeña tripulación que quedaba, Yelena que parecía en otro mundo y yo respirando profundamente para que las fuerzas me acompañaran otro día más.

Dos días en alta mar, donde ayude remando hacia el Este con dirección a la isla, apenas compartiendo palabra con aquellas personas y sin apetito.

Cuando llegamos al puerto casi inexistente de Paradise por la explosión, lo primero fue volver a aferrarme a Eren. Con la pequeña tripulación nos dirigimos cuidadosamente al ferrocarril, me habían prestado una capa oscura donde podía ocultar mi identidad y lo que envolvía mi bufanda.

Kiyomi le explicó a los pocos soldados que quedaban lo que había sucedido con el barco y los pocos sobrevivientes que quedaban que necesitaban asilo político por la destrucción que había dejado el retumbar. Con muchas dudas, nos tomaron bajo custodia hasta llegar a Shiganshina donde la señora azumabito pudo distraer a los soldados y permitirme escabullirme por las barandas traseras de la estación una vez que pude bajar del tren.

Me detuve al estar sola en medio de los edificios destruidos, pedazos de estructura de casas en los caminos, piedras gigantes tiradas por Zeke, hace un par días atrás. Era todo tan irreal. ¿Cuándo todo se torno tan oscuro y vacío?

Aún con la isla abajo, había campesinos que ya estaban trabajando para levantar el distrito, se podían ver a los jaegeristas principalmente en la estación del ferrocarril, en ciertos puntos entregando comida y resguardo, pero eran los campesinos, los vecinos olvidados de lo periférico que trabajaban en esta ciudad para salir adelante.

Sin perder más tiempo, trate de componerme, volvía tomar las pocas fuerzas que me quedaban, respirando una vez más, profundamente, con el dolor en mis hombros, el peso en mi espalda y la tristeza en el pecho.

Seguí caminando sin llamar la atención hasta ese árbol donde comenzó todo, desde ese día que fuimos a buscar leña para chimenea y cocina para llevar a casa, junto a Carla y Grisa, se suponía que todo debía seguir su curso, pero las lágrimas de Eren fueron un aviso, un mal augurio que todo se estaba escribiendo de manera apresurada, que las decisiones estaban tomadas y que el cruel final para, el único que era mi familia, estaba escrito.

Con cuidado dejé a Eren a los pies de ese gran árbol y con mis propias manos comencé a cavar, mientras trataba de tener mis sentimientos controlados, dolía el pensar que estaba haciendo el lugar donde la persona más importante para mi va a quedar para siempre descansando, sin disfrutar de esa libertad que tanto había buscando.

Cuando terminé, desenvolví los restos y con delicadeza lo deposité en lo que sería su eterna siesta.

Todo se detuvo, menos las lágrimas que bajaban por mis mejillas.

No quería, no quería despedirme de él, no podía dejarlo ir a pesar de todo.

Dolía como si me estuvieran arrancando el corazón y los pulmones, me faltaba el aire.

No sé cuánto tiempo pasó, pero la luna se hizo presente, el clima de la isla era más gélido que en el continente. Me acomode la capa y me dispuse a tapar la tumba de Eren, despidiéndome de él por el momento. 

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