Pequeño cambio

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Los chicos llegaron un día pasado de las 9 de la mañana. Todo el día hasta el atardecer estuvieron en reuniones, conferencia, hablando con la prensa y tratando de bajar las revoluciones a los altos mandos en la acción de los jaegeristas, tratando que nuevamente la palabra de la reina fuera ley en la isla.

Volví acomodarme debajo de ese árbol como rutina, hablaba con Eren, trataba de consolar mi humanidad y darme fuerzas de donde no podía para desear levantarme un día más. No sé cuándo pasó que cerré los ojos del cansancio mental que tenía hasta que escuché mi nombre muy cerca. Abrí los ojos y vi como Armin venía corriendo colina arriba, viendo detrás a los demás chicos. Me levanté rápidamente, quedando en el lugar sintiendo como el volver a ver caras tan conocidas me reconfortaba de una manera indescriptible. Sin poder creer que este momento iba a llegar...

Armin llegó a mi lado y sin pensarlo ambos nos abrazamos con fuerza, sollozamos juntos. Sentía que por fin alguien compartía aunque sea una pequeña parte del mismo sentimiento que tenía desde hace tres años.

Cuando todos nos alcanzaron, nos saludamos de manera amistosa, para luego acercarse a ver donde descansaba Eren.

Así que acá estás tomando una siesta ¿Eh, Eren? -Comentó Jean sentándose a un costado de la lápida junto a Connie, mientras que Reiner, Annie y Pieck se sentaron frente. Conversamos un poco de lo pasado, de las vidas perdidas, los nuevos comienzos pero siempre recordando al ser que nos dio la libertad a cambio de que el resto de la humanidad fuera de la Isla lo viera como el enemigo más peligroso de todos los tiempos.

Eren habló con todos antes del retumbar, nos contó a todos cosas diferentes, nos trató de dar sus razones y aquella tarea de traer paz a esta isla -Mencionó Armin viendo fijamente la lápida y las flores que ya reposaban en ella.-

Eso es verdad, aunque hay una persona que aún no nos dice de qué habló con él antes del retumbar -Connie miró con los ojos entrecerrados a Jean, el cual levantó una ceja por la insinuación.

Ya te lo dije todo, e incluso al idiota de Reiner -Comentó Jean levantándose de su lugar antes de escuchar las quejas de Connie y el reclamó de Reiner por tratarlo de idiota.

Eran los mismos chicos con los cuales luchamos hasta el final, más maduros, con un propósito en la vida, con ganas de hacer las cosas bien... Sentía un poco de envidia, pero era efímero, ellos podían seguir avanzando.

Las semanas pasaban y la tensión política iba y venía, habían días que nadie creía los testimonios ni las promesas de paz, tratados, leyes y la voz de la reina poco se escuchaba pero era el camino, nada era simple ni fácil.

Los chicos se quedaban en las estancias militares, aunque por lo general pasaban los fines de semana o las tardes en la casa que tenía. Todo era más dinámico tenerlos ahí, conversar con personas de confianza, en las noches aguantar las ganas de llorar o desahogarnos luego de unas copas de vino.

Connie, Reiner y Pieck tuvieron que partir a las ciudades más grandes del centro de la isla, donde antes estaba el muro Shina. Armin, Annie y Jean se quedaron cerca ocupándose especialmente del trabajo en Trost y Shiganshina junto con el puerto principal.

¿No quieres ir al distrito central? Las condiciones que te puede ofrecer son mejores, es lo que deseabas -Habló Armin mientras caminábamos por el mercado comprando los víveres para hacer la cena en casa, desde que llegaron tratan de pasar el mayor de tiempo conmigo, aunque les diga no hace falta.

Tengo a mi madre aún viviendo en Trost, tiene una buena vida y además, me gusta la tranquilidad por ahora de las ciudades más cerca del mar -Armin se le quedó mirando con muchas preguntas pero no realizó ninguna.

Era extraño compartir algo tan cotidiano como una comida con Annie a su vez luego de todo lo que vivimos, pero ahí estábamos las dos en la cocina mientras los otros dos encendían la chimenea y colocaban los servicios para comer.

¿Aún duele como el último día que pudiste hablar con él? -Preguntó Annie revolviendo la olla del Minestrone.

Si, pero nadie lo entendería. -Conteste sin más, tampoco es como un tema que quisiera hablar con alguien a la ligera.

Así pasamos un mes más, el invierno ya se acercaba con las primeras lluvias, cielos a veces nublados pero dejando ver el sol en las tardes, para luego dar paso a la primera nevada de muchas que siguieron. Todo normal, sintiendo que avanzaba en sobrellevar su recuerdo, el que ya no estaba pero retrocedía cuando no le encontraba sentido el seguir respirando para vivir sin él en los días más oscuros.

El mes de febrero llegaba a su fin, volvía a subir la colina para dejar flores y sentarme a su lado. Nadie me decía nada, me dejaban ser y llevar mi libertad como quería, aunque Armin me comentaba que debía de comenzar a proyectarme una meta a corto plazo para mi vida. ¿Cómo iba hacerlo si no tenía motivación ni las ganas? Venía por respuestas a la tumba de Eren, pero jamás llegaban. Me refugiaba en los recuerdos, me envolvía en esa bufanda nuevamente sin querer abandonar ni olvidar esa promesa que me hizo. Hasta que un día bastante helado luego de ir hacer la compra para la cena volvía al árbol, sentada nuevamente mirando el cielo buscando paz, cuando sentí pisadas y alguien que posteriormente se sentó a mi lado.

Jean estaba con ropa de invierno de civil a mi lado, no dijo nada, se apoyó en el tronco a mirar la ciudad que poco a poco comenzaba a iluminarse al ver que el sol se escondía en el horizonte. Una hora transcurrió, no hablamos, solo era una compañía inusual en un lugar tan único para mí.

Ya cuando el sol se estaba escondiendo por completo, Jean se paró, me miró y me ofreció su mano para levantarme. Lo pensé unos segundos, no tenía muchas ganas de moverme de ahí pero el frío se estaba haciendo presente, por lo que acepté su mano y empezamos a caminar de vuelta a casa. 

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