Capítulo 3

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-¡¿Qué sucede?! -pregunté desesperada.
-Tu padres... Ellos... -mi tía intentaba hablar pero sus propias lágrimas y la falta de autocontrol se lo impedían.
No me necesitaban explicar nada. Podía comprenderlo todo claramente. Mis tíos no viajaron desde muy lejos solo para saludar, y la policía no podía estar ahí parada sin ningún motivo. Era claro, mis padres habían muerto.
Sentía como si mis rodillas perdieran la fuerza, me sostuve del brazo de mi tía para no caer, camine hacia uno de los sillones y me senté, inclinándome con las manos contra mi cara. No podía llorar, no podía pensar, no podía entender nada.
Mi tío llevo a los policías fuera de la casa mientras hablaba con ellos. Mi tía se sentó a mi lado y asentó su mano en mi hombro.
-Fue un accidente -hizo una pausa y se limpió las lagrimas -, el automóvil de tu madre se había descompuesto al terminar el juicio y llamó a tu padre para que fuera por ella, el lo hizo. La lluvia era muy fuerte y la autopista muy concurrida, tal parece que intentaron esquivar un carro que venia en sentido contrario, pero al estar la carretera mojada, las llantas perdieron el control y se salieron de la autopista, el carro dio vueltas y al quedar completamente destrozado explotó. No quedó nada. -esto último lo pronuncio en un volumen muy poco audible y luego rompió en llanto de nuevo.
No podía ser, no era real, no era posible...
Mamá y papá iban a volver, todo era una equivocación, ellos están muy ocupados en su trabajo por eso no estaban en casa, se equivocaban de vehículo. Tome mi celular y les marqué a los dos, ambos me mandaban directamente al buzón de voz. Seguro estaban en algo importante, solían apagar sus celulares cuando estaban en algo importante.
No.
No era verdad.
Mis tíos salieron para arreglar los papeles y ver los trámites correspondientes pero yo me quede en la sala, despierta por toda la noche esperando que mi padre y mi madre regresaran. Cuando ellos cruzaran la puerta principal yo los abrazaría muy fuerte, hundiría mi cabeza en sus pechos y les diría cuanto los amo, les pediría que me lleven al McDonald's como en los viejos tiempos, que sería una ridícula y pediría una cajita feliz como cuando tenía 8 años, que dejaría que mi papá se comiera mis papas sin enojarme. Pero las horas pasaban y yo seguía ahí.

Fueron los rayos de sol que se colaban en mi ventana los que me despertaron. Fue entonces cuando me di cuenta que estaba en mi cama, todo había sido un mal sueño, papá y mamá estaban en su habitación, aún era temprano. Me incorporé y salí corriendo de mi habitación, entre a su recamara feliz de que todo sea normal. Pero no estaban ahí.
Tampoco estaban en la cocina, en la sala, en el baño, no estaban por ningún lado.
Salí de la casa corriendo hacia la cochera y tampoco estaba su automóvil.
¿Papá? ¿Mamá?
Fue entonces cuando la realidad me golpeó con una bofetada. Sentí una puñalada en el estomago, caí, mis piernas no podían sostenerme mas, de mis ojos emanaban ríos. Quería que lloviera de nuevo, necesitaba que un rayo me partiera en dos partes, que me cayera una bala perdida en la cabeza, que un autobús pierda el control y me aplaste. Grité, y ni de esa forma podía sacar tanto dolor.
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El tiempo pasó, y mi vida había cambiado, la soledad era lo único que me quedaba. Habían pasado tal vez días, semanas, meses, e incluso años, había perdido la noción del tiempo, me di cuenta de que no tenía amigos si no solo conocidos. Después del accidente me alejé de todo y de todos, pero nunca nadie se acercó para preguntarme si estaba bien, si necesitaba compañía, estaba sola.
Mis tíos se quedaron con mi custodia por ser los únicos parientes que tenía. Al principio cuidaban de mi por el cariño que me tenían y a mis padres, pero después solo estaban ahí para cobrar el dinero y las ventajas que obtenían por ser mis tutores. Ambos se gastaban todo en sus nuevos vicios, mi tío, se la pasaba todas las tardes en bares y mi tía en casinos. Su relación estaba prácticamente rota y la única cosa que los unía era yo, sin mi no tenían casa, sin mi no tenían dinero, dinero que por cierto no era suyo, era mío.
Una tarde me encontraba en la cocina buscando algo para preparar, moría de hambre, y como gastaban todo el dinero en otras cosas el alimento escaseaba. De pronto llegó mi tío más temprano de lo normal absolutamente borracho, perdido. Entró a la cocina y me miró, comenzó a reírse y se acercó a mi, nunca me había mirado de esa manera, sus pupilas estaban dilatadas y su sonrisa se volvía mas perversa.
-Tu eres una pequeña golfa -me grito -no sirves para nada, solo eres una carrgaa -pronunciaba las palabras con dificultad pero conservando ese tono amenazador que tanto odiaba de el -ahorita mismo vas a aprender a hacer algo.
Comenzó a desabrocharse torpemente los botones de su pantalón, y fue ahí cuando mi corazón latía al mil por ciento, mi tía estaba en el casino, no había nadie mas en la casa y yo sabia lo que él quería.
Cuando se acercó un poco mas le golpeé en la cabeza con lo primero que encontré y subí las escalares corriendo. El me siguió, gritándome insultos mas fuertes cada vez. Estaba en desventaja, pues el era mas grande y más rápido. Me tomo del cabello y me arrojo al rincón, se quitó el cinturón y me pego una, dos, tres, cuatro... Dejo marcas en mis manos, en mis piernas, en mi cuerpo, pero sobretodo en mi alma. No era la primera vez que me alzaba la mano, una vez me había dado una bofetada cuando, harta de sus groserías, le respondí que era un viejo asqueroso e insoportable. Sin embargo esta vez fue peor, nunca me había pegado tan fuerte y tan repetidamente. Después de ello siguió riendo y se fue. Me dejo sola al fin.
Indignada entré a mi recamara, me encerré en ella y me acurruque en mi cama, entre las sabanas para caer en el sueño mas profundo de mi vida y no despertar jamás, sin embargo al día siguiente un grito me despertó, un grito de horror, un grito desgarrador, un grito proveniente de la habitación de mis tíos.

La soledad de mi locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora