La Familia Jeon

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La ciudad de Incheon era tranquila, la gente andaba con tranquilidad por las calles ya estuvieran hablando o volviendo de algún sitio. El sol se asomaba entre las nubes de aquel soleado Jueves del mes de Septiembre. Venía de clases, específicamente de una reunión de delegados de clase en la cual ni siquiera participé. Estuvieron hablando sobre hacer clases particulares entre compañeros de clase ya que en nuestro curso se competía bastante con las medias de las clases; cuánto más media de clase, más respeto obtenían los de esta misma. Sinceramente, prefería ese método que el enfoque individual; dependías de otros, pero no eras el único despreciado y tenías apoyo de varios. Mi clase tenía las peores medias por lo que estaba acostumbrada al desprecio de otras clases o cursos, pero, en mi defensa, nuestra clase tenía a los mejores en deportes y creatividad... aunque no servía de mucho.

Me senté en un banco cerca de la parada de autobús. En mis auriculares sonaban a todo volumen los mejores temas de Takayan. Movía la cabeza al ritmo de la música a la par que observaba la carretera esperando a que el autobús llegara.

Una mano se posó en mi hombro en el mejor momento de la canción provocando que diera un pequeño salto en el sitio y me girara bruscamente. Al ver la cara conocida de mi compañero de clase, aliviada, me saqué un auricular acompañado de un sonoro suspiro.

—Te estaba hablando, pero como siempre,—señaló mi teléfono el cual estaba en mi mano derecha—andas absorta en tu música.

Sonreí guardando el móvil en el bolsillo de mi chaqueta negra.

—Hasta verte en falda se me hace extraño, ¿Hoy no llevas los pantalones de la preparatoria?

—Llevo leggins cortos debajo, ni loca dejo la posibilidad de ver mis bragas—dije levantando la falda y enseñando mis cómodos leggins.

—Uyeon, Uyeon, Uyeon...no cambiarás nunca—dijo riendo con las manos en los bolsillos de su pantalón negro.

—Seonul, Seonul, Seonul...no dejarás de crecer nunca—dije dando un leve golpe a su pecho.

Seonul y su uno ochenta y dos era un prodigio del baloncesto. Iba a mi clase y suspendía con la misma facilidad que encestaba en los partidos.

Este sonrió a la par que rodaba los ojos y se acomodaba la mochila a su espalda.

Seonul se podía definir en breves palabras: perro, atlético, despistado y extrovertido.

—Se me va el bus, nos vemos perro—dije señalando el autobús que acababa de parar frente a la parada.

—No soy un perro—dijo frunciendo sus gruesas cejas.

Me di la vuelta y me despedí levantando la mano derecha mientras me alejaba.

Sí era un perro, fiel, juguetón y con mucha energía... Lo admitiría con el paso del tiempo.

Nada más bajarme del autobús me percaté de un chico que salía de un callejón. Ya había anochecido ligeramente y las farolas ya estaban encendidas. No había muchas personas por la calle, aunque los negocios de la zona estaban a rebosar.

El autobús ya se había marchado, pero yo seguía observando a aquel chico apoyado en la pared mientras miraba hacia abajo. Su brazo estaba situado en su estómago, sus rodillas estaban dobladas y parecía estar deslizándose en la pared poco a poco.

Me acerqué despacio, no me daba buenas vibras aquella situación. Estando a pocos pasos de él, salieron unos chicos del callejón gritando un nombre que conocía tanto yo, como más de la mitad de la población de Incheon.

—¡Vamos Jeon! ¿Te cansaste de jugar?

Un grupo de cuatro personas, con todas las papeletas de matones y ladrones, salieron entre risas de aquel estrecho lugar. Observaba aquella situación analizándola con cuidado; meterme allí podría llegar a ser un gran problema.

Familia Jeon - JKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora