Capítulo 7

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Unos rayos de sol iban haciendo que me despertara, poco a poco se me fueron abriendo los ojos mientras no paraba de parpadear hasta que éstos se fueron acostumbrando a la luz. Intenté llevarme la mano derecha hacia la cabeza ya que me dolía, pero no pude al sentir algo que me detenía a realizar aquella acción. En cuanto miré, me confundí aún más, pues estaba atada tanto de pies como de manos. Al verme en esa situación, me asusté hasta que vi a Leyna sonriente entrando al salón.

— Oh, ya veo que estás despierta — dijo mientras me veía curiosa —. Buenos días.

— Leyna, ¿qué... qué ha pasado? ¿Qué hago aquí y en estas condiciones? Y, sobre todo, ¿qué haces aquí?

Esas preguntas e incluso más, me rondaban por la cabeza, pero lo que más me preocupaba era el porqué ella estaba ahí. Cuando ella me iba a explicar todo, entró por la puerta un hombre bastante musculoso. Con él ahí, me volví a asustar ya que no podía comprender nada de lo que estaba pasando y del porqué estaba atada.

— ¿Se ha despertado ya? — preguntó aquel hombre al entrar al salón.

— Sí, ya se ha despertado — respondió a aquel hombre para luego dirigirse a mí —. ¿Quién eres?

— ¿Cómo? — miré a Leyna confundida por esa pregunta, al instante, me relajé ya que empecé a entender todo y a contestarme aquellas preguntas —. Soy Nancy.

En el momento que pronuncié mi nombre, Leyna suspiró aliviada y corrió a desatarme. En cuanto lo hizo, me contó todo lo que había pasado la noche anterior, también me contó su presencia en la casa sin avisar y lo mismo acerca de aquel hombre. Me contó que él era su pareja y que como era profesor de karate pues me podría reducir en cuestión de segundos.

— Sigo sin comprender nada de esto, solo recuerdo irme a dormir y ya está.

— Lo sé, cuando se produce los cambios de personalidad tú, ni las otras entidades, os acordáis de nada, solo recordáis lo último que hicisteis, por eso no me sorprende que lo digas — explicó Leyna mientras desayunábamos.

Después de quedarnos totalmente en silencio y de habernos terminado el desayuno, me propuso empezar con la terapia lo antes posible ya que, según ella, era crucial. También me comentó que iba a hablar con un amigo suyo que era psiquiatra porque en esos tipos de trastornos necesitaban tratamiento psiquiátrico y ella, que solo era psicóloga, no podía avanzar más conmigo en ese terreno. Después de una llamada, me comunicó que tenía que ir a su consulta y, si hacía falta, ella me acompañaría para asegurarse de que iría. Claramente, iba a acudir ya que quería llegar a descubrir la verdad de lo que le pasó a Daphne.

Al recordar su nombre, se me cayó todo mi mundo encima. Éramos amigas, inseparables desde que establecimos aquella amistad, era como mi hermana, nos compenetrábamos a la perfección... no me podía hacer a la idea de que ya no la vería más ni compartiría sus locas experiencias conmigo. A la vez que recordaba todo lo que había vivido con ella, me iba invadiendo un sentimiento de culpa que me resultaba muy difícil de explicar, como si yo tuviera algo que ver con su muerte, ¿podría ser que mi alter ego la hubiera...? No, era imposible, tanto que deshice aquel pensamiento tan pronto como se me vino a la cabeza.

— ¿Nancy? — preguntó Leyna mientras pasaba su mano delante de mis ojos. Como respuesta, solo obtuvo unos cuantos parpadeos de mi parte que indicaban que mentalmente estaba presente —. Me has asustado, tenías la mirada perdida y pensé que... bueno, ya sabes.

— Tranquila, solo estaba recordando a Daphne.

— ¿Quieres desahogarte?

— No te preocupes, estoy bien. Solo necesito estar sola. ¿Cuándo empiezo con el psiquiatra?

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