El sol iba escondiéndose de a poco, llenando de oscuridad las asfaltadas calles de Seúl, todo parecía normal, tranquilo, las personas estaban en su burbuja personal, cada una devolviéndose a su casa después de una larga jornada de trabajo. Pero no era lo mismo para él; las duras pisadas golpeaban contra la acera y cada vez el ritmo era más acelerado, no quería que le ocurriera nada, no a ella, a su chica.
El muchacho corría, con toda la rapidez que sus extremidades inferiores le permitían, a aquel lugar en donde varias veces se había juntado con su jefe para algún trato ilegal o simplemente para darle la mercancía que tenía que repartir en la semana. Se odió a sí mismo por haber perdido el dinero hacía una semana atrás, juró devolvérselo, iba a juntar cada centavo y se lo devolvería en un lapso de una semana, pero no imaginó que antes de que aquel tiempo terminara, raptarían a su novia.
Pateó aquella puerta oxidada que lo separaba del cuerpo de su amada y entró a la habitación. Allí estaba, atada de manos y pies a una silla, con la boca vendada y los ojos llorosos, debía sacarla de allí cuanto antes.
—Oh, has llegado.— habló Namgi, su jefe, mientras aparecía desde una esquina de la habitación.
—Dos minutos tarde.— volvió a hablar antes de que el joven pudiera decir algo.
Namgi levantó su mano derecha y antes de que el más joven pudiera hacer algo, él ya había disparado contra el cráneo de la única femenina allí.
Kim Jinhwan
Viendo como el cuerpo de su novia caía hacia un costado, junto con la silla, sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo. Una sensación de ira y enojo que jamás había sentido, se instauró en su corazón y se quedó allí haciéndolo latir con fuerza.
Levantó la mirada de su novia y lo miró, a aquel hombre que había atentado con una inocente vida.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—Será mejor que corras.— amenazó mientras se acercaba al cuerpo de aquel hombre mientras golpeaba con su mano derecha el pómulo de aquel desgraciado. Lo mataría, estaba seguro.
Song Yunhyeong
—No.— dijo susurrando mientras caía de rodillas al frente del cuerpo de su novia.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
