CAPÍTULO 1.
ADAM
Era el primer día de clase y hacía un calor terrible. Lo peor era que, en la clase que me tocaba a primera hora durante todo el año, tenía el nombre de Horno. Nunca funcionaba el aire acondicionado y tenía la mala suerte de dar al patio trasero, en el que el sol daba toda la mañana. Lo único bueno de esa clase era que, al estar en la planta baja, podías entrar por las ventanas.
Estaba andando camino al instituto. Llevaba dándole patadas a una piedra todo el camino.
— ¡Hey, Adam!— gritó alguien tras de mí. Me giré y pude ver a mi mejor amigo, Jay. Llevaba el pelo marrón oscuro más corto que de costumbre y su piel un tono más oscuro de lo que recordaba.
— ¿Qué pasa tío?— contesté sonriente mientras chocábamos la mano.
—Pues no mucho, la verdad. Oye, ¿has ganado músculo?— me encogí de hombros mientras me miraba los brazos.
Mientras nos contábamos nuestros veranos, íbamos llegando a la zona del instituto. Cada vez, más gente me saludaba con la mano, con un abrazo o con un sonoro "Hola". Era lo que tenía ser Adam Nichols, uno de los chicos más populares del centro, segundo mejor jugador del equipo de fútbol y el hermano menor del antiguo capitán.
Me quedé mirando un grupo de personas, todas sonrientes y chillando de emoción. Siempre me había fascinado la forma en la que llegan los estudiantes los dos primeros días de clase, como si fuera lo mejor del mundo; cómo estaban cuando llevabas dos meses y; por último, cómo se iban al terminar el curso.
Sonó la campana y Jay subió las escaleras después de despedirse y desearme suerte.
Entré en el baño. No tenía muchas ganas de entrar el primero. Por otra parte, me gustaba poder elegir sitio.
Dejé la mochila de Adidas negra en el suelo. Me miré la cara en el espejo. No tenía mala pinta, para haberme acostado a las dos y haberme levantado a las siete. Ni rastro de ojeras en mis ojos verdes oliva. Mi pelo marrón y corto lo llevaba alborotado, como siempre. Mi cara tenía más ángulos que el curso pasado, había mejorado. Me sonreía para comprobar que mis dientes estuvieran blancos. Miré al techo y soplé.
Llamé a la puerta y abrí. Muchas chicas me miraron y sonrieron moviendo la mano en señal de "Hola". Algunos amigos me saludaron con la barbilla.
— ¿Puedo pasar?
La profesora de Biología, la señorita Davis, me asintió y me indicó que me sentara donde quisiera. Vamos, que me dejó escoger entre tres asientos. Me senté en uno que no tenía a nadie al lado. Dejé mi mochila al lado de la mesa, en el suelo y la clase prosiguió.
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Liz
Romance-Hay veces que se necesita a alguien, sea como sea esa persona. -Lo sé. La abracé. Ella me correspondió apoyando su barbilla en mi hombro y rodeándome con sus presiosos brazos. Historia registrada en Safe Creative Código: 1502143254733 Fecha&nb...