Capítulo 5.

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CAPÍTULO 5.

LIZ

—Liz, cielo, recuerda que mañana tienes la cita. Por favor, te ruego que vayas, mi vida— dijo mi madre entrando en el baño cuando yo me estaba lavando los dientes. Tenía los ojos vidriosos. Los suyos eran marrones avellana, al contrario que los míos, azules muy claros.

Me quedé callada, mirándola con el cepillo en la boca. Pasaba de responder a eso, si es que era una pregunta.

A la gente le pone muy nerviosa mi manera de ser, esa forma de mirar a la gente cuando me interrumpe o molesta, mis silencios, que tarde mucho en responder a algunas preguntas... Mi madre era una de esas personas. Con mis ojos puestos en los suyos, mi madre soltó el aire haciendo ruido y salió despacio de mi cuarto de baño.

No lo hacía por nada, ni porque la odiara ni nada así, simplemente era por la mañana, las seis y cuarto para ser precisos, y no soy muy amigable menos aún a esas horas.

Cuando terminé de lavarme, me puse una camiseta de Guns n' Roses y los pantalones negros cortos del día anterior. Me puse las Converse blancas y salí de casa con la mochila en los hombros.

—Que calor hace en este maldito estado...— dije para mí en voz alta.

—Te acostumbrarás. ¡Ups! Soy una maleducada, me llamo Haley— dijo una chica rubia oscura tendiéndome la mano. Me paré y me quedé mirándola. ¿Por qué todo el mundo se empeñaba hoy en molestarme? Bueno, puede que eso no fuera molestar, de hecho la chica solo quería ser amable.

Le estreché la mano.

—Elizabeth.

La chica caminó a mi lado. Parecía ese tipo de americanas que salen en canales de YouTube, súper maquilladas y con vestidos horteras. Pero era normal, a primera vista. Bueno, iba bastante maquillada, pero me cayó bien.

Hablamos un rato de clases, profesores y me comentó los chicos que merecían la pena y los que jamás de los jamases tendría que fijarme.

—Pero allá tú si quieres algo con ellos. Bueno, nos vemos en el recreo, vente a ese árbol de ahí. Me has caído bien Eli. ¿Te puedo llamar Eli?— su forma rápida de hablar me hacía gracia, pero su acento cansino de desesperaba.

—Prefiero que me llames Elizabeth todavía, gracias. Hasta el recreo— y la dediqué una sonrisa fugaz de las mías.

Fui corriendo al baño más cercano de mi primera clase y dejé la mochila en el suelo. Necesitaba ponerle parches de mis grupos favoritos. La abrí y saqué el neceser. No tenía gran cosa dentro: tres cacaos de labios de distintos sabores pero sin color, una colonia de mora (de las seis que tenía), clínex, tiritas y lápiz de ojos negro. Saqué el lápiz y me hice una raya hasta el final de mi ojo.

Salí del baño cuando empezaba a entrar un grupo de chicas demasiado repeinadas.

Ya en la clase, me senté en mi sitio y dejé la mochila en el mismo lugar que el día anterior. La rutina me cansaba.

—Esto... hola— me saludó un chico muy guapo. Pero muy guapo. Tenía pinta de tener antepasados indígenas—. Te apellidas O'Brien, ¿no?— asentí despacio y él prosiguió—. Me llamo Kenai— acerté con lo de indígena.

—Yo soy Elizabeth.

—Esto... a ver, me preguntaba si querrías venirte un día con unos amigos y conmigo a la playa. Hacemos surf y sesiones de fotos y esas cosas— comentó rascándose la nuca. "Qué mono, es vergonzoso". Era muy guapo y además parecía majo, así que acepté.

Sonó el timbre y, en nada, tuve al pesado de Nichols sentado al lado.

Notaba su mirada puesta en mí, un día más. Me cansé de él, así que me giré y le miré a los ojos con expresión seria. Él abrió los ojos un poco, como con asombro y se recompuso en seguida. Me dedicó una sonrisa de lado y se giró a coger apuntes.

¿Qué le pasaba a ese chico?

Sonó el timbre que anunciaba el fin de la tercera hora, tocaba un merecido recreo.

Lo que menos me gustaba de Estados Unidos eran los institutos repletos de gente. Yo no era muy alta y no llamaba la atención especialmente. Bueno, en verdad era como un foco luminoso entre pieles bronceadas. El caso es que la multitud parecía engullirme y no podía moverme por donde yo quería. Cuando por fin vi un hueco por el que cabía, una mano me sujetó la muñeca y tiró de mí hasta detrás de una columna.

Era Kenai, lo supe al oler la colonia de Ralph Lauren Blue. Me miró con sus ojos marrones café y me sonrió. Tenía una dentadura perfecta y blanca.

—Perdona por sacarte así del pelotón, pero te he visto y antes de perderte quería preguntarte algo, ¿quieres que te lleve hoy a casa?

—Tío, que bajo has caído. ¡Le estás hablando a la irlandesa rarita! No será esa a la que te quieres traer a la playa, ¿no?— dijo otro chaval por detrás de él.

Cuando Kenai comenzó a discutir con su presunto amigo, dándome la espalda, me escabullí. Siempre era la rara en todas partes.


Mañana habrá nueva parte. Muchas gracias a @WendolyneMtz @ValDoral @blancastellaalvarez @xxMalenaxxD @Bryan_R por comentar, votar y seguir la historia. Mañana dedicaré el capítulo a otra persona.

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:)

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