CAPÍTULO TRES.
Al salir de aquella tienda, un repentino temblor acudió al cuerpo de la mujer dándole a demostrar lo ignorante que podía llegar a ser en situaciones de coqueteo. Mucho años habían pasado ya desde la muerte de su marido y no recordaba que era ese sentimiento que te invadía al sentirte querida o incluso amada. Dicen que el amor no es más que un arma de doble filo, un juego del que no podrás salir si llegas a entrar. Muchas opiniones se abren a través de todo el mundo y todos lo definen desde perspectivas diferentes pero para Clarissa era solo una zona negra, algo sin recuerdo. Ella no era capaz de enfocarse en ese ámbito de su vida sin evitar traer al presente aquellos años que pasó junto a su familia. Esas noches de juegos, esas tardes de salidas y aquellas mañanas especiales donde le consentían juntos, todo eso significaba amor… amor de familia. Lo que ella no tenía planeado era reencontrar el amor de pareja, una experiencia que le ofrecería la vida sin responsabilidad alguna, una lección práctica que la llevará a experimentar sentimientos desagradables como hermosos. El destino tenía todo preparado para Clary.
La mujer salió de su auto y se introdujo en la comodidad de su hogar, soltando su cartera sobre el perchero y dejándose caer en su suave sofá. Acto seguido, tomó el control remoto y encendió el plasma que esperaba frente a ella, para mostrarle la imagen de un reconocido chef realizando su trabajo. La rubia desinteresada de esa temática viajó entre los canales hasta dejarlo en uno donde pasaban una comedia. Eventualmente soltaba una risita por las ocurrencias de los actores y por primera vez en mucho tiempo se sentía satisfecha de estar en casa. Poco a poco sus ojos se fueron cerrando y a la final Clarissa cayó en un profundo sueño.
Un curioso sonido venía de aquella habitación, era un constante tintineo como producido por una pieza de metal al chocar con una similar. La curiosidad de la psicóloga se expandió y sus pies se dirigieron solos hacia la oscura pieza, su mirada se desvió hacia sus pies cuando estos tocaron algo humedo. Ella iba descalza, y un asqueroso líquido escarlata le cubría la planta inferior de sus pies. Sin inmutarse siguió caminando pero inconscientemente no deseaba ir allí, aunque igual lo hizo. Sus manos se extendieron y tomaron el pomo de la puerta para abrirlo pero no sucedió. La puerta estaba cerrada.
Entonces, escuchó el grito.
Ese horroroso sonido provino de aquella habitación y ahora sus ganas de entrar eran mayores, comenzó a golpear la puerta sin obtener resultado alguno. Inició con patadas agresivas pero lo único que lograba hacer era escuchar aquellos tormentosos sollozos que provenían del otro lado de la habitación. Ella estaba desesperada, necesitaba entrar. Así que volteó la mirada y tras de ella se encontraba su pequeña hija vestida con un lindo vestido dorado que le había regalado un año antes de su muerte. La niña la vio y le sonrió.
—Hola mami. —La voz de la niña, tal como la recordaba. — No entres a esa habitación, allí hay algo muy feo. No quiero que entres. —Entonces la abrazó. La mujer cerró los ojos al sentir su tacto, la extrañaba tanto, no quería que terminara así que la abrazo más fuerte… pero ya no estaba. En cambio, una pequeña llave se encontraba en el piso y no dudo en tomarla.
Sin control de su cuerpo, este avanzó hasta la puerta e introdujo la llave temiendo de lo que iba a ver. Sollozos y gritos escapaban entre las paredes, el miedo se hizo presente y de repente ya no quería ver nada… solo que era muy tarde: la puerta habia sido abierta. Tras ella se encontraba un mujer rubia hincada sobre un cuerpo, la cama sobre la que estaban chorreaba sangre y una mano sin vida descansaba suspendida en el aire a un lado de la colcha. No se había dado cuenta antes que los sollozos habían parado y tardo en darse cuenta que provenían del cuerpo sin vida que no podía observar aún. La mujer estaba de espaldas a ella y su cuerpo tapaba al otro individuo.
—Date la vuelta. —Las palabras salieron libres de la boca de Clary sin consentimiento alguno. Y como toda acción trajo sus consecuencias: la rubia se colocó recta, se levantó de la cama para luego darse la vuelta y demostrar quién era realmente.
Clarissa Benette.
La mujer abrió los ojos y se sintió extrañamente aliviada de estar en su sala. Su respiración estaba acelerada y pequeñas lagrimas caían desde sus ojos, poco a poco se fue calmando pero sentía miedo. Su vista captó un extraño movimiento proveniente de las escaleras causando que la psicóloga se pusiera alerta.
—¿Hola? —inquirió.
No hubo respuesta.
— ¿Hay alguien allí? —susurró esta vez temerosa.
Estas alucinando, estúpida.
—Cállate.
Te tengo un chisme. ¡Es una bomba!
Aquella voz femenina que tanto conocía ahora estaba fingiendo un interés tan falso que asustó a Clary. La mujer nerviosa se rascó el brazo y caminó apresurada hacia su habitación.
¿No vas a preguntar cuál es?
—No.
La rubia estaba empezando a creer que necesitaba ayuda médica puesto que todos sus conocimientos indicaban que estaba pasando por una situación psicótica. Algún funcionamiento no estaba trabajando bien en su cerebro y esto traería consecuencias.
Bueno, igual te diré: maté al jefe de esa banda, ¿Cómo se llamaba? Ah, sí: The Dragons. ¡Fue tan divertido! Hagámoslo de nuevo
La mujer anonadada por lo que acaba de escuchar, abrió sus ojos de par en par y algo en su interior cobró sentido. No podía creer que eso estuviera pasando y se sentó de golpe sobre la cama.
—No, no. No estás hablando en serio.
Oh si, tu eres la cobarde… no yo.
—Vete, vete. —repetía constantemente con las manos en su boca demostrando la estupefacción que estaba pasando.
Vamos Clarissa, no empieces a llorar.
Pero ya era muy tarde, la rubia comenzó a llorar y a moverse constantemente sobre la cama en posición fetal. No podía creer lo que estaba escuchando y sombras aparecieron en su habitación diciendo barbaridades, se estaba volviendo loca.
— ¡Déjenme! Váyanse de aquí. —Sus sollozos eran fallidos de modo que solo lograba atraer más sombras macabras que fastidiaban su existencia. Una comenzó a jalarle el cabello de modo que comenzó a patearle pero una más agresiva consiguió llegar hasta su cuello e iniciar una asfixia. El aire era escaso y comenzaba a marearse, necesitaba aire y lo único que podía decir era—: váyanse, váyanse.
Entre sollozos y lágrimas perdió el conocimiento.
N/A: Quizé publicar este porque no tiene nada del otro mundo, poco a poco los siguientes serán mas largos y con las material. Pero esta historia apenas comienza, gracias por su apoyo.
Voten y comenten que les parece.
Besos desde Venezuela.
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Detrás de un mismo rostro.
General FictionClarissa Benette, una prestigiosa y reconocida psicólogo de Francia. Agatha Castell, una asesina en serie buscada por la policía del estado. ¿Qué pasaría si se conocieran? O mejor aún, ¿qué pasaría si fueran la misma persona? ©Todos los derechos res...