CAPITULO XVI

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Sus brazos rodearon mi cuerpo para mantenerlo contra él y que no desfalleciera. Bajó su rostro hasta estar muy cerca y respiro hondo  como si tratase de llenar sus pulmones de mi,  dejando una media sonrisa al poder hacerlo. Sentí su respiración como un beso que me quitaba el sentido.

—Porque llorabas para que te la quitase.—dijo sobre el colgante. —Porque esperaba que llorases para que te lo volviese a poner. —Añadió con una sonrisa complicada. 

—Al final resulta que no necesitaba tu ayuda para ponérmelo.

Luego sus ojos se oscurecieron cuando dije que sólo yo quería mirarle,  con un halo de lujuria empalagosa que pude sentir sobre mi piel como si me lamiera. 

—Aún así quiero que me necesites. 

Me dijo entre beso y mordisco. Las manos del cuervo eran llamaradas de fuego que me quemaban y encendían a partes iguales. 

—Ven.—dijo. 

Tomó mi mano y tiro de mi hacia la salida para en cuanto el cielo nocturno nos vio desaparecimos. Y aparecimos en lo que parecía un lujosísimo apartamento de la zona del Piccadilly Circus con enormes ventanales por donde la luna se filtraba. Toda clase de lujos en este y un piano de cola negro que...  

¿Eso era...? Sí, tuvo que cogerme de la cara para que le mirase porque soy un chico curioso en un lugar desconocido. Uno lugar que todavía no parecía maldito. 

—Voy a tocarte... 

Cuando me informó de que me tocaría le miré como si quisiera decirle que sí, era justo de lo que iba todo aquello.

—Y voy a hacerlo donde no he dejado de pensar que se nos escapó la última vez. —dijo cerrando la tapa del piano y cogiéndome para sentarte encima.

El piano...—Se me escapó en un suspiro... y sonreí. 

¿De todos los lugares posibles, en ese había estado pensando? ¿Quién era el excéntrico ahora? Sin dejar de mirarme comenzó a besar mi cuello mientras deshacía los botones de mi camisa lentamente para poder ir dejándose espacio para besar más y más... Me dejé desvestir intentando controlar mis ganas de detenerle para devorarle a besos. Ansiaba sus manos, sus labios... ¿Era buena idea dejar la conversación pendiente para después? Seguramente ninguno podría concentrarse antes.

—Siren... —Susurro entre beso y beso con voz ronca. —No sabes cuánto te deseo...

—Se desafinan casi de mirarlos, ¿lo sabías? Seguramente ya no suena bien. 

¿Le habría enfadado con ese cambio de tema? ¿Frustrado quizás? En realidad deseaba tocarle, recorrer esos tatuajes con los dedos... pero necesitaba calmarme un poco antes de poder hacer eso. 

—Mañana te compraré otro que desafinar.—Respondió sobre el piano.

No voy a decirlo pero lo sé, que te necesito. De una forma apremiante y animal que no soy capaz de controlar. Eso es lo que dice su regalo en mi cuello: te necesito. Y tenerle al fin de vuelta me hace sentir que todo está donde debe estar, que es en el umbral de una noche maravillosa. 

—No quiero otro. 

Le miraba desvestirme y atender mi cuerpo con diligencia, preguntándome si me haría aquella pregunta pero parece ser que no. Me preguntaba si ahora le daría miedo hacerla, después de aquella vez, bañados en su sangre. Pensar en esa noche siempre me excitaba. 

Se paro un momento cuando desabrochó mi cinturón y me miro desde aquella posición. Me mordí los labios. Es una bestia sobrehumana, salvaje, y se pone conscientemente el bozal para mi del mismo modo que yo me he puesto el collar, para ser uno del otro u otro del uno.

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