CAPITULO XXIII

13 2 13
                                    


Era un torbellino de descontrol sin poder saber bien donde estaba, si mi respiración era mía o suya sobre mis labios, si los jadeos eran míos o estaba tan extasiado que tan siquiera sabía lo que hacía. Acorralado contra la pared del pasillo de entrada con sus dos manos a la altura de mi rostro y sus ojos en los míos, tenía la vista turbada por el deseo y el ansia y comenzó de nuevo a acercarse para besarme cuando supliqué: "No"

Merlín se quedó parado a pocos centímetros mía, como si algo hiciera "click" en su interior. Pude verlo en la oscuridad de su mirada. Me beso entonces y me cogió en brazos para llevarme al dormitorio y tenderme en la cama.  A cuatro patas sobre mi comenzó a desnudarme despacio, y cada roce de mi propia ropa al ser desnudado me producía escalofríos.

—¿Confías en mi?— Me pregunto deshaciéndose de mi camisa y besando mi cuello. 

Confiar también es una palabra grande. Sólo había confiado en una persona en toda mi vida y estaba muerta. Creía que había otra persona más pero con el tiempo había acabado dándome cuenta de que tampoco confiaba plenamente en él. Por eso, a la pregunta, guardó silencio. No era un no pero no podía decir sí. Quería confiar pero no es fácil cuando toda mi vida me han hecho sentir diferente.

—No voy a hacer nada que no quieras... —Mordió mi cuello y siguió bajando por mi pecho. —Aunque eso me duela...— Murmuró con sus labios sobre tu vientre. —Dime qué quieres de mí...

 —Quiero ser tu luna. No que te estrelles, que vueles a por mí... Duerme conmigo esta noche, por favor... 

Todavía quedaban restos de súplica en mi voz y mi piel se erizaba a su paso. Le flanqueé con las piernas y sintió mi llamada a través del choker. Le quería allí, que esa noche fuera nuestra casa.

El cuervo asintió con severidad, se veía aquella determinación en sus ojos. 

—No puedes dormir así... No aún... 

Besó mi vientre, me abrazo y tiro de mi, quedando este tumbado sobre la cama y yo sobre él, me sentó a horcajadas sobre él y me tomó con la mano. 

—Mírame. —Ordenó. 

Mírame y termina para mí, es lo que no decía pero es a lo que me llevo, mientras con la otra de sus manos acariciaba mi mejilla y pasaba sus dedos por encima de mi boca. 

Obedecerle fue deliciosamente sencillo. Era capaz de sacar cualquier cosa que quisieras de mi cuerpo, pues así de bien me conocía, y ahora que quería que terminase, fue tan rápido como quiso que lo fuera. El rojo de la cara se me había extendido casi hasta el pecho jadeando desesperado para él, llamándole en silencio porque entre sus labios sólo cabía el aire.

Sin apartar sus ojos de los míos, bailando en el precipicio hasta me lanzó a través de él.  Entonces me recostó de nuevo en la cama y se levantó para ir al baño. 

Susurré su nombre, aquel que había dicho que era el adecuado, y sentí un vacío enorme cuando se levantó, uno que sólo se alivió al escuchar la puerta del baño, cómo volvía y se acomodaba en la cama atrayéndome hacia él de nuevo. Me acomodé sobre su pecho y le rodeó con los brazos. Me sentía bien ahí.

—¿Tenías miedo de lo que pudiera hacerte? —Pregunto de pronto. —No lo tengas, por favor. No soy de esos. Puede que no cuente demasiado lo que voy a decir siendo quien soy pero eso es una línea roja para mi... —Susurro acariciando mi cabello, tenía el cuerpo aún encendido y respiraba con dificultad —Jamás te haría algo así.

 —¿Qué...?— la pregunta me cogió por sorpresa y levanté la cabeza intentando verle. —No te tengo miedo. Te he puesto a prueba en más que suficientes ocasiones como para creer que no debo tenerlo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 18, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

CenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora