Prefacio

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El cielo nublado fue el presagio de que algo malo iba a acontecer, el recuerdo de aquella tarde es uno de los acontecimientos que nunca lograría borrar de su memoria. Podía visualizar el dolor en los ojos de su madre y la tristeza en los de su pequeña hermana.

No sé permitió llorar, aquello era algo que tenía prohibido. Sabía lo que se avecinaba por lo que le era necesario mostrarse fuerte.

Su decisión no estaba basada en nada que le trajera paz a sí misma, sino, que llorar o mostrar la vulnerabilidad que sentía en aquel instante no le iba a servir para enfrentarse a todo el caos en el que se convertiría su existencia a partir de ese momento.

Su vida distaba mucho de ser perfecta, era feliz, aun con lo poco que ella y su familia poseían. Tampoco es que necesitara mucho, se acostumbró a vivir de lo que lograba conseguir con esfuerzo.

En una fría y abarrotada sala de espera de un hospital cuyas paredes hace tiempo desconocían el efecto de una buena pintada, se mantenía a la espera de la noticia que lo cambiaría todo.

Su madre padecía diabetes, una enfermedad que la consumía cada día a pesar de recibir tratamiento. La constancia era clave para mantener estable sus niveles de glucosa en sangre, sin embargo, existían días en el que por ahorrarse unos pesos su madre se descuidaba y no compraba el medicamento.

El seguro de salud proporcionado por el gobierno ayudaba con lo mínimo, pero nunca con lo suficiente para mantenerla estable.

Aquel día el universo conspiró en contra de ellas, la dosis que el seguro proveía se agotó y todavía no era el tiempo de buscar la siguiente, además, su madre prefirió no comprar el medicamento que necesitaba y optar por algunos útiles que le hacían falta a su hermana.

Fueron esas malas decisiones que llevaron a Raven y a su familia a aquella sala de hospital donde su madre fue ingresada de urgencia con los niveles elevados de glucosa en sangre.

Mientras cocinaba, su cuerpo cayó al suelo en una convulsión continúa obligándola a reaccionar como autónoma en busca de ayuda.

Al llegar al hospital enfrentó otra crisis; batallar para que la atendieran por encima de los demás pacientes que se encontraban allí en espera de recibir atención médica. En aquel momento descubrió la crueldad humana, mientras su hermana lloraba a su lado, ella gritaba a todos alrededor y al personal médico que la emergencia de su progenitora no podía esperar.

Cuando logró que se le entendiera tomó asiento lejos de todos aquellos que se oponían a que su madre fuera atendida por encima de las necesidades de ellos que no era mayor a la que su caso ameritaba. Sabía que la miraban con odio, estaba segura que algunos querían golpearla, le restó importancia sintiéndose tranquila al saber que hizo lo correcto y que su madre tendría una oportunidad.

Aquella paz le duró poco, cuando el médico salió para darle información sobre su estado la expresión en su rostro fue el primer aviso de su pérdida.

Su madre había muerto. Allí, en aquella sala de espera su cuerpo quedó anclado contra el piso incapaz de pronunciar palabra. Por largo rato su cuerpo se negó a reaccionar y cuando lo hizo buscó con desespero a su hermana quien a pesar de su corta edad, era una chica muy inteligente y sabía que difícilmente lograrían recuperarse de aquel golpe.

La buscó con la mirada hasta dar con ella en una esquina con el rostro desfigurado en una mueca de dolor a causa del llanto y pidiéndole en silencio una respuesta que ella no tenía. Estaban a la deriva, como un barco sin brújula en un día sin sol.

Intentó obligar a su cerebro a pensar en una solución que la resguardara a ella y a su hermana, pero mientras más se empeñaba en encontrar una, no daba con ellas.

Raven: detrás de las cámarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora