Una barca y su barquero.

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"Más vale demonio conocido, que ángel por conocer..."

Llevábamos alrededor de 15 minutos caminando en silencio, algo obvio con la capacidad de diálogo que teníamos ambos, que de cada 5 palabras 3 eran para insultar al otro. Pero no todo el camino fue así, por momentos Coel me hacía preguntas aludiendo a mi pérdida de memoria, como si no me diera cuenta de que aún no confiaba en mí, lo cual entiendo, ya que algo dentro de mi decía que ni yo era capaz de hacerlo.

Logramos salir del sendero de entre los árboles, para llegar a un camino bastante ancho, diría que lo suficiente para que dos carretas pasaran una al lado de la otra. Coel me explicó donde me encontraba, estábamos en la península de Rakkim, una península ubicada al noroeste del continente de A'sher, o como la mayoría de las personas suelen llamar, la región olvidada. Una vez en el camino, nos dirigimos en dirección norte para cruzar el paso de Órel, la única extensión de tierra que convertía aquel lugar en una península y no en una isla separada del continente.

A medida que caminábamos, las carretas pasaban a nuestro lado, pude contar 3 tipos distintos, en el primer tipo llevaban una gran cantidad de cajas de madera, algunas selladas y otras abiertas pues la que llevaban rebasaba la altura en estas haciendo que algunas manzanas cayeran al camino por el movimiento de la carreta, el segundo tipo lo llamaría carretas de transporte, pues podía ver como en ellas iban personas, la mayoría se podría decir que eran aldeanos de origen humilde por sus ropas, o por su amabilidad al saludarnos cuando los veíamos acercarse a nosotros y por ultimo el tercer tipo, y el que más me intrigó, eran carretas con enormes jaulas cubiertas por mantas, a tal punto que no podías observar nada más que su forma y uno que otro barrote que lograba salir a la vista.

A medida que pasaban las carretas a nuestro lado pude darme cuenta de algo, y es que en la mayoría de ellas la gente nos saludaba amablemente a lo lejos, pero cuando estaban cerca de nosotros, sus caras cambiaban drásticamente al poder observarnos con detalle, llegando a mostrar un profundo repudio, Coel me dijo que no me preocupara, que era normal que la gente de por aquí actuara de esa manera con extraños, pero ambos sabíamos que no me miraban solamente a mí.

Entre el ir y venir de las carretas, una de ellas se detuvo a nuestro lado, una carreta de madera oscura, tanto que me atrevería a decir que estaba hecha de carbón o algo parecido, era simple, de dos ruedas y llevada por un solo caballo, tan oscuro como la madera de la que estaba hecha. Mi sorpresa fue al ver a quien arreaba al caballo, un hombre de edad, bastante edad diría yo, pues en su cabeza no se veía ni un solo cabello y su frente asomaba varias arrugas dadas por el tiempo, sus mejillas flácidas daban a entender que los años ya le pesaban a aquel anciano y sus ojos apenas daban un indicio de que estuvieran abiertos, si no fuese porque aquel hombre se detuvo y nos miró fijamente, habría pensado que iba dormido. Sus ropas eran otro tema, llevaba una especie de túnica que lo cubría desde el cuello hasta los pies de un color morado oscuro, junto a él llevaba una especie de vara de su tamaño, la cual en cuya punta tenía unas ramas que se extendían, dándole el aspecto de una mano la cual alguna sostuvo algo circular en ella. Coel se detuvo junto con la carreta y esbozo una disimulada sonrisa.

- ¿Qué haces aquí anciano? ¿Acaso el viento aún no se lleva el ese polvo al que llamas cuerpo?

-Ja! Señor Coel, si la muerte aún no me lleva menos lo hará el viento.

-Solo eres malas noticias anciano- dijo Coel mientras le daba la mano.

-Y tu solo malos chistes, el día que digas alguno bueno será el día en que me muera- le respondió mientras soltaba una de sus manos de las riendas para tendérsela a Coel.

-Entonces tendré que practicar para que ese día no se haga de esperar- dijo Coel mientras ambos se reían de una manera relajada.

- ¿Vienes de cazar en el bosque?

El despertar de las estrellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora