Capítulo 9

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Otra vez ésa maldita pesadilla, hacía años que no se repetía. Cada vez que regresaba a él, podía sentir de nuevo la penetrante sustancia de olor ácido y fuerte que utilizaban como sedantes; podía sentir el escalofrío recorriendo su cuerpo cuando lo llevaban a ver a su psiquiatra, temiendo que el nuevo medicamento recetado fuera más doloroso o asqueroso que el anterior. Podía recordar cómo se erizaba su piel cuando un niño enloquecido y tomado por el desorden mental que éste poseía pasaba en frente de la pequeña ventanilla que había a un costado de su celda. Temía que ése niño fuera su nuevo compañero, y contagiara su locura. Pero gracias a dios, eso nunca pasó. Louis siempre tuvo una celda para él solo; de lo contrario, hubiera perdido toda su cordura, pues la inocencia ya se había ido.

Divagar sobre su pasado no ayudaba al humor del chico, lo hacía ponerse más nervioso de lo que estaba. Conducir a las 7 de la mañana por las carreteras nubladas de Inglaterra le quitaban el aire; la niebla era muy espesa aún y el frío del bosque lo hizo detenerse a descansar un rato.

Le había pedido el auto a Zayn porque no estaba del suficiente humor para ir en una cabina de tren compartida con desconocidos. Pero se arrepintió después de conducir hora y media, no había dormido casi nada la noche anterior, y la sombra del pasado en su corto y horrible sueño no le había dado descanso.

Después de otras dos horas, 40 minutos de manejo, llegó enfrente de una reja negra con un letrero que anunciaba que había llegado a Doncaster.

Todo el tiempo durante el trayecto Louis pensaba acerca de su pasado, que aunque no tan lejano, intentaba verlo como si hubiera sido una vida anterior a ésta.
¿Cuándo se dieron cuenta que  había escapado?
¿O acaso apenas lo hicieron, cuando mi hermana se puso mal, y hasta ése momento decidieron llamar a la institución para saber de ? Y si así fue, ¿Es entonces mantener a una bestia enjaulada el precio de la salud de una inocente?  ¿Es más importante mantenerme a cadenas de fierro que desencadenar a la niña del dolor propio?

Una pequeña casa gris, idéntica a las demás de la calle, que marcaba el "11A", asomaba tristeza desde una ventana, cuando una de las gemelas se acercó a la ventana para mirar la llegada de Louis. La casa se veía mucho más vieja y descuidada de lo que Louis recordaba. Aparcó el auto enfrente y se acercó a la puerta para tocar.

—¡Mi niño!— abrió con una sonrisa una señora baja y de cabello muy blanco.

—Abuela— le devolvió la sonrisa Louis.

Su abuela lo hizo pasar y tomar asiento en el sillón de la acojedora sala con una taza de té. Todo seguía exactamente igual desde su última vez ahí.

Estaba escondido en el sótano, acompañado con las pocas cosas que poseía, deseando que no sospecharan de su escondite exacto. Desde abajo, se escuchaba la discusión de la planta baja de la casa. Sabía que su escondite no duraría mucho tiempo, que en cuanto se fuera su padre debía irse él también. Empezaría la preparatoria abierta por su cuenta. Estar a merced del amor de su abuela, que lo protegía y ocultaba como si se tratara de un judío que huía de las políticas nazis, era una carga para ella, aunque nunca se dijera. Incluso si su abuela no se daba cuenta se aquello, Louis sabía que era un peso extra para ella.

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