Capítulo 8

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El rizado estaba contemplando las blancas letras de la pantalla de su celular que marcaban el nombre de Louis como contacto, sin atreverse a mandar un mensaje, una nota de voz y mucho menos marcarle; sólo observaba las letritas blancas esperando a que el otro tuviera la iniciativa de mandar un "hola".

Louis estaba recostado en su cama agotado, había hecho todo un turno extra para poder ganar el dinero que necesitaba para compar los libros de texto del nuevo semestre.

El celular vibró a lado, era un número no registrado.

—¿Hola?

—¿Louis?

—¿Quién habla?

—Soy Lottie.— se escuchó al otro lado de la línea.

Louis apretó el aparato, las manos le temblaron. ¿Cómo lo habían rastreado?

—No volveré al hospital.— soltó de la manera más seca que pudo, pero llena de miedo. Un nudo se apoderó de su cuerpo, sus manos se cubrieron de sudor frío; recordar su estancia entre los muros blancos del hospital lo aterraba.

—Tranquilo, no te obligaremos a volver. Te necesitamos, Lou.

—Dime de una vez qué está pasando.

—Louis...— le tembló la voz.

—¡Dímelo, o te juro que cuelgo y me iré sin dejar rastro de nuevo!

—Phoebe está mal, necesita tratamientos y papá no puede pagarlos. Escuchamos que eres becario y trabajas.

"Papá". No tenía por qué ayudarlo, él nunca hizo nada por él.

—¿Me estas pidiendo...?— Un nudo se acumuló en la garganta de Louis, una tensión llena de coraje y rencor.

—Cómo pueden...— murmuró en el teléfono él.

—Louis, por favor escucha. Esto no es por papá, es por Phoebe, ella nunca tuvo la culpa de lo que él hizo. Es ayudarla a ella. Por favor.

—Yo... ¡No!—

—Hermano, te lo ruego, actúa con compasión, no hagas lo mismo que él dejó que te sucediera.— las lágrimas de Lottie se escuchaban a través de la llamada, estaba desesperada. Él sabía que buscarlo sería la última alternativa de su familia. Guardó silencio unos minutos, meditando lo que su hermana le acababa de decir.

—¿Dónde están viviendo ahora?— preguntó al borde de las lágrimas.

—Volvimos a Doncaster, a la casa de la abuela.

Louis apartó el celular y respiró hondo, todo el recuerdo de su familia le provocaría una ataque de ansiedad.

—Yo... Tomaré un tren mañana a primera hora.

—Oh por dios, Louis, no sabes cómo te lo agradezco.

—Deja eso para cuando ya lo haya hecho.

Colgó. Sentía el corazón en la boca, escuchaba los latidos en su cabeza, sus piernas cedieron y se tiró en la cama de nuevo. ¿Cómo había tomado una decisión tan rápido? Y sobre todo en un tema tan delicado como éste. ¿Acaso no había aprendido absolutamente nada en la facultad de psicología? Necesitaba descansar, pero lo haría después de poner algunas cosas en una mochila y preparar algunas cosas. Buscó en sus contactos y le envió un mensaje a Zayn; necesitaba un favor.

Zayn, necesito quee prestes tu auto mañana, te prometo regresarlo en 2 días es algo muy importante.

Sobre qué?

Mi familia

...

Pasa por él a las 7

No pudo dormir en toda la maldita noche, pensaba y pensaba en lo que su hermana había dicho, trataba de asimilar todo lo que estaba pasando. Intentó utilizar los métodos que había aprendido durante la carrera, pero no eran suficientes.

¿Cómo iba a ser posible poder superar el abandono de su familia? Cómo iba a ser posible que todos estos años, después de la pérdida, aún convenciéndole a su cerebro que todo ya había pasado, tuvieran la cara para buscarlo de nuevo. Y mucho peor, no para pedir perdón, sino para pedir ayuda.

Phoebe y su gemela nunca tuvieron la culpa de todo esto, ellas no tenían memoria ni conciencia cuando todo ocurrió.

No quería abandonar a su hermana y dejarla a merced de su propia suerte como su padre hizo con él. Pero nunca, ¡jamás!, le perdonaría lo que le hizo. Ni siquiera en su lecho de muerte.

~~~

Un pequeño niño castaño lloraba en el ataúd blanco de una mujer, se aferraba con todas sus fuerzas a la caja; unas manos fuertes alejaron al niño del ataúd y de su hermana, que había estado llorando a su lado. Le hicieron pasar sus pequeñas manitas ensangrentadas por unas esposas a su tamaño. Al voltear por ayuda, un hombre alto y castaño, con los mismos ojos celestes, su padre, lo empujó hacia un auto, y al parar en el destino los ojos azules del pequeño niño se entronaron hacia un edificio de aspecto arquitectónico neoclásico que en el frente pintaba "Hospital psiquiátrico para niños Melbourne Wood". El niño se paró, intentó huir, pero garras y agujas lo arrastraban hacia adentro, el corazón le palpitaba tan fuerte que sus captores pudieron escucharlo. Al final del blanco corredor sólo escuchó la voz familiar de una mujer que lo había amado tal y como era.
fuerte, mi pequeño Lou.

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