Capítulo 11

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Las horas pasaban tan lentamente en el cuarto de invitados de la casa de los Tomlinson. El único entretenimiento de Louis era mirar por la ventana. Las gemelas recogían algunas cosas en el pequeño patio que tenían, al igual que las demás casas. El cuarto de invitados estaba en el tercer y último piso de la construcción, era cálido y tenía una cama individual y una mesita de noche con una bonita lámpara azul, que de daba una poca de luz al cuarto color crema.
La casa era un prisma rectangular alto y gris, se llegaba a entrada por medio de escaleras angostas y negras, del mismo color de la puerta.
Las escaleras dejaban un espacio entre los límites de la casa, rodeados por bajas rejas negras. El espacio era ocupado por pasto y una silla de alberca, que ahí no les servía de nada, porque casi todo el año la niebla y el frío se extendían por todo Doncaster. Y así eran tan monotamente bonitas las casas de las calles de su ciudad natal.
Louis escuchó de nuevo que tocaban su puerta, pero decidió no abrir, decidió que ni siquiera abriría la boca, como si él no estuviera ahí. Sabía que era su abuela, estaría tocando la puerta para que su nieto bajara a cenar. Pero se equivocó esta vez. Hacía ya horas que habían terminado de cenar, probablemente su padre estaría trabajando en los últimos detalles de un reporte de impuestos o algo así. Lottie debía estar haciendo tarea y la abuela estaría durmiendo junto con las gemelas.
Unos pequeños golpes en la puerta volvieron a sonar.

—Soy Phoebe.

Louis abrió la puerta. Su hermana menor estaba en piyama mirando espectante hacia arriba para que la dejara pasar.

—¿Qué ocurre?

Phoebe se quedó en silencio, miró al suelo y se preguntó si lo que diría sería prudente.

—¿Qué pasó contigo?— pronunció de manera tímida y con un bajo tono de voz, pero no lo suficiente para que Louis no escuchara la pregunta.

—¿A qué te refieres?— le contestó a su hermana. El castaño sabía a qué se refería aquella pregunta. Sabía que Phoebe tenía miedo de su futuro, tenía el mismo miedo que Louis tuvo de sí mismo.

—¿Qué es lo que haces ahora?

—¿Papá te mandó a preguntarme eso?

—No.

El ojiazul miró a su hermana, sabía que ella no estaba mintiéndole pero intentaba buscar las palabras para no asustarla más.

—Vivo por solo, tengo una beca en Oxford, tengo un trabajo.—intentó reconfortarla hablando de los buenos aspectos de su vida.
Aunque últimamente Louis se preguntaba si esos aspectos buenos, que reflejaban estabilidad para los demás, era lo que realmente él lo mantenía feliz, si eso, era lo que lo mantenía estable a él mismo.

—¿Y no te sientes solo?

La pregunta golpeó a Louis en el pecho, Phoebe había dado en el clavo, justo en lo que era su temor y realidad.

—Me tengo a mí mismo.

—Yo no te pregunté eso.

Vaya que para tener 7 años, Phoebe sabía ser objetiva.

—Sólo a veces, Phoebe.
Siempre, Phoebe, siempre.

—¿No nos extrañas?

—A veces. Ha sido complicado siempre.
No. Tu papá ha dejado claras las cosas desde siempre.

¿Y qué crees que pase conmigo?— un nudo en la garganta de ambos se formó con esa pregunta.

—Tu papá se encargó de no llevarme a hacer estudios, de no ser atendido. Tenía miedo y me ocultó hasta no poder más. Pero no pasará lo mismo contigo, yo me encargaré de que no. ¿Entiendes?—
No lo . Ya tengo suficiente para responsabilisarme de una niña como su tutor.

Phoebe se abalanzó a sus brazos con los ojos llorosos y temerosos del destino que aquejó a su hermano mayor. El mayor le correspondió el abrazo. Ésa niña temerosa, débil e inocente, en algún tiempo había sido su reflejo. Louis se tragó todas sus mentiras y sus falsos argumentos de que él se encontraba bien.

Llevó a Phoebe a su cuarto con su gemela y la cobijó en su cama.

—Buenas noches, Phoebe.
Aunque lo que en realidad necesitas es buena suerte.

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