Capítulo 12

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Llovía en el nublado Doncaster, como de costumbre.
Harry tan sólo veía las gotas caer en la ventana, aburrido porque en la casa aún no habían instalado internet y su madre acaparaba el televisor viendo programas de proyectos para el hogar y uno que otro programa de animales.
Gemma, su hermana, se había ido de campamento a la montaña con sus amigos y llegaría en una semana. Harry también había sido invitado, pero por supuesto que Anne no dejaría a su pequeño en las garras de la naturaleza rodeado de adolecentes mayores; no confiaba en que Gemma lo cuidara y mucho menos en que Harry pudiera cuidar solo.
Harry siempre era el bebé, el niño mimado y pequeño para su madre, la criaturita inocente de la familia. Todo esto agobiaba constantemente al chico y había veces que el rizado había intentado salirse con la suya, intentar ser libre y rebelde tal como su hermana, pero estaba claro, que Harry había sido criado como un cangurito, siempre cerca de la protección de su madre, en confort, sin ser independiente, sin ser libre. Harry ansiaba con todo su ser encontrar a alguien con tanta libertad que le sobrara para compartirla con él y lo aventurara a hacer cosas nuevas.
Veces como la fiesta de fin de semestre al que había ido hace unas semanas, habían resultado un fracaso para su planeada actitud "rebelde". Ése día, había reconocido de nuevo los ojos celestes, ojos que demostraban una madurez y libertad absoluta. Pero eran ojos que sólo se ven una vez. Porque cuando vemos a nuestra seguramente alma gemela caminando por la calle, en un café, en el transporte público, nunca nos atrevemos a hablarle. Puede que esté justo a lado de ti, puede que muchas veces durante el corto tiempo te decidas a preguntarle su nombre, a soltar un simple "hola". Todo el trayecto, nos lo pasamos viendo de reojo a aquella persona, de quien ni siquiera sabemos su nombre, intentando que no se de cuenta de que la observamos para que no piense en que somos unos psicópatas. Y un día te preguntas "¿Alguna vez alguien se ha fijado en mí de esa manera? De una manera instantánea, fugaz y sincera".
Harry estaba aburrido, inmerso en éstos pensamientos. Mientras recordaba aquellos rápidos encuentros con el chico. Sabía que ya lo había visto antes, resultandole familiares. Hace mucho. ¿Pero dónde?
Apenas eran las 7 am cuando el castaño de rizos se preguntaba todo esto, era sábado, ya había desayunado y el día era malditamente frío, lluvioso y aburrido.

La puerta oscura del 11A se abrió dejando salir al joven castaño para salir a correr. No importaba la lluvia y el frío, necesitaba salir a estirar las piernas después de pasar la mayor parte de la noche tenso en su colchón, dándole vueltas al asunto.

Las gotas de lluvia empaparon su ropa rápidamente. Levantó la cara hacia las nubes, respiró profundamente y salió corriendo, parecía que estaba huyendo.

Los ojos verdes lo observaban al otro lado de la calle. ¿Sería cierto?
Louis volteó en seco, sentía que lo observaban, pero no encontró rastro de nadie. La calle estaba completamente vacía, nadie estaría despierto a ésa hora.

Louis corrió hasta que sus piernas no le dieron para más y al llegar a un prado se detuvo. Las piernas le dolían, seguía tenso y agotado. La lluvia había casi parado desde hace media hora, la ropa le pesaba debido a que estaban empapadas y escurrían. El castaño se tiró en el pasto y cerró los ojos. Aquel sentimiento de libertad cuando corría disparado como una flecha, sin sentido ni dirección le daban cierto aire de libertad, como si el correr lejos de ahí lo dejara libre de quien era, libre de poder huir. El cansancio y el frío le dieron tranquilidad al acostarse, el sol ya estaba saliendo, y empezaba a calentar la pequeña ciudad.

La casa de los Tomlinson era silenciosa a ésta hora. Tan sólo se habían levantado la abuela y el padre, cansado, despeinadoy desarreglado. Pasaba por el pasillo principal de la planta alta hasta que la puerta entreabierta de la habitación de invitados lo detuvo. Echó un vistazo rápido al cuarto cuando se dio cuenta que su hijo no estaba. Las sábanas estaban tendidas  y no había rastro de cambio en la habitación. Deseó con todas sus fuerzas que todo aquello que había ocurrido la noche anterior hubiera sido un mal sueño; hasta que notó que la maleta deportiva azul marino aún seguía en la esquina. Todo seguía siendo real. Pero entonces; ¿Dónde estaba él?
Por un momento, pensó en que había albergado un asesino en su casa, desprotegiendo a sus hijas. Temió que las pastillas para dormir hubieran sido demasiado fuertes como para haber escuchado ruidos y gritos durante la noche, corrió hasta el cuarto de las gemelas y Lottie, teniendo ver la imagen de cuerpos descarnados y cubiertos de sangre. Las imagen del cadáver de su esposa lo atormentó a cada paso que daba al dirigirse a la habitación, podía escuchar el latido de su corazón en su cabeza, se tensó al girar la perilla.
Al abrir la puerta, ésta chocó con un pequeño cuerpo en el piso. Por un momento el corazón del padre se detuvo.

Un gato. El maldito gato de los vecinos estaba tirado enfrente de la puerta, seguramente se había escabullido por la ventana.
La habitación estaba impecable, las niñas seguían dormidas profundamente acurrucadas en sus respectivas camas. Él relajó los hombros y se limitó a ir a la cocina, conteniendo las ganas de curiosear en la maleta de Louis.

El ojiazul no regresó a casa hasta las 9:30 am, después de haber caminado de regreso por una hora. Esto era la parte fea de después de sus arranques de persecución, después de haber huido temporalmente: regresar.

Harry se había quedado dormido del aburrimiento, así que no se percató cuando su vecino regresó, Dusty, su gato, ni siquiera seguía ahí junto a él.

—Lou, mi pequeño; ¿podrías preguntar a los vecinos si éste gato es suyo?— dijo su abuela mientras señalaba al minino.
Las gemelas estaban encantadas con el animal, le habían dado pan tostado y tocino, lo acariciaban en el sillón.
Louis tomó a la mascota desorientada y recientemente mimada y salió hacia la puerta principal con el gato en brazos.
Al regresar a su abuela le había dado un paro debido a que su nieto estaba empapado y aún no había desayunando.

Louis se paró enfrente de la negra puerta, exactamente igual a la suya, a excepción de que ésta tenía un timbre más bonito y marcaba el "11A"

"Yo abro mamá" se escuchó decir a una voz juvenil desde el interior de la casa.

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