Declaración de guerra.

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(POV NATSU)

Existen situaciones que incentivan a uno a ser más precavido que de costumbre, en mi caso fue aquella amenaza lo que me volvió más sobreprotector con Luce.

Fiore se encontraba lleno de magos provenientes de diferentes gremios, algunos más amables que otros, pero ninguno tan abundante como el de Sabertooth. Veía personas con la marca del tigre por todo lado y mis instintos me gritaban que me mantuviera alerta durante los siguientes días.

Mantenía un ojo vigilante sobre ella, seguía cada uno de sus movimientos e ideaba mil y un excusas con tal de acompañarla en sus habituales paseos que tanto le gustaba dar. Afortunadamente, no pareció encontrar extraño mis acciones y se dejó acompañar casi la mayor parte del tiempo, renegándome cuando me excedía y me veía dispuesto a quemar a los que se acercaban.

—Sólo me estaba invitando un helado, no puedo creer que lo desafiaras a una pelea —me renegó en una de esas tantas veces, con las manos en su cadera y el ceño fruncido.

—Jeh, parecía un buen oponente —desvié la mirada con los brazos cruzados tras la cabeza y continué caminando, dirigiendo una última mirada molesta al chico de turno que había intentado pasarse de listo.

—Aghh, intenta controlarte un poco, no quiero que nos persigan los militares por destruir la ciudad —suspiró rendida y continuamos paseando.

Cuando estas cosas sucedían dejaba que ella pensara que todo era producto de mi exagerado entusiasmo por el torneo y la oportunidad de enfrentar grandes enemigos. Aún no era capaz de explicarle todo lo que sucedía, cuando ni yo mismo entendía todo el asunto.

En el par de días que transcurrieron de esta forma, esperaba encontrarme con alguna mirada burlona de Gajeel, incluso había preparado mi contraataque y estaba preparado para chamuscarle su cabello. Sin embargo, ningún comentario o risa se hizo llegar, por el contrario, pareció entender un poco de la situación sin necesidad de explicaciones y me brindó su silencioso apoyo.

En los momentos que Luce y Levy se reunían, el cabeza de metal asumía el papel de guardián de ambas, dándome tiempo para comer como Dios manda y relajar un poco la tensión que me recorría. Aunque deseaba mantenerme cerca de Luce todo el día, sabía que hacerlo solo la haría sospechar y lo último que ella necesitaba era sentirse en peligro.

Había intentado hacer las cosas de la manera correcta, había intentado cuidarla sin que se sintiera subestimada, y ahora intentaba con todas mis fuerzas no salir del lugar de espectadores para correr a defenderla. Sentía como si todos mis esfuerzos eran hechos pedazos, mientras en la gran burbuja de agua frente a nosotros solo quedaban Luce y la maga de Sabertooth.

Cuando una segunda explosión golpeó el cuerpo de Luce, maldije el momento en que se ofreció voluntaria para aquella competición. Entendía sus deseos por querer compensar la derrota del primer día, pero esto iba mucho más allá, de haber sabido que las cosas llegarían a este punto no la habría dejado participar.

Una tercera explosión, seguida casi al instante de una cuarta empujaron a Luce de un lado a otro.

¿Esto era todo lo que podía hacer? Cerrar los puños y observar cómo se desarrollaba una pelea desigual frente a todos. Sin sus llaves, la seguridad de Luce se veía en riesgo, pero tampoco podía interferir, hacerlo destruiría su confianza como maga.

Demonios. El anciano siempre dijo que existían situaciones en los que uno no podía quedarse solo observando, para mí esta era una de esas ocasiones.

La desagradable risa de la mujer pelinegra llegó a mis oídos justo en el momento en que encajaba una nueva explosión cerca de las costillas de Luce. Desde dónde estaba podía notar lo mucho que esa bruja disfrutaba lastimándola, mi pecho gruñía en respuesta y mi mente se aferraba a lo que me quedaba de sensatez para obligarme a no moverme.

Su aromaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora