Capítulo 4.

40 1 0
                                    

—¿Estás bien?

—No se preocupe por mí, más bien discúlpeme por todo el desastre que he ocasionado.

—Hey, mírame —volvió a tomar mi rostro entre sus manos— tú no tienes la culpa de nada. No te culpes por lo que ese hijo de... —cerró una de sus manos con fuerza— dime una cosa, Clarissa.

Clarissa. Mi nombre pronunciado por él era tan bello.

—¿Él es el responsable del estado en el que llegaste hoy? —lo miré confundida—

—Yo pensé que...

—¿Que no me había dado cuenta?

Bajé mi cabeza avergonzada pero él en cambio la alzó con sus delicadas manos.

—Lo supe en cuanto te vi, y no sabes cómo me rompí la cabeza imaginando qué pudo haberte sucedido. Quién pudo haber sido capaz de maltratarte de esa manera.

—Yo... le agradezco mucho señor, no sé cómo voy a pagarle todo lo que hizo por mí. Pero de verdad, estoy muy apenada por lo que ha sucedido, usted no tiene por qué aguantar los problemas personales de sus empleados.

—Tú no eres una empleada cualquiera. Tú eres diferente.

***

—¿Tú eres diferente?

—Sí, eso me dijo.

—Yo siento que le gustas.

—No Karina, pienso que él sólo es amable conmigo. Tal vez sólo le doy lástima. 

—Por favor, ¿crees que un hombre maltrataría así a otro sencillamente por lástima? Es evidente que le gustas, que le atraes.
Yo que tú me dejaría llevar hasta descubrir qué es lo que le pasa conmigo.

—Claro, tú en eso eres especialista.

—Es que, a ver, es evidente que algo, por más mínimo que sea él siente por ti.

—¿Y si es casado? ¿Has pensado en eso? Todavía no sé nada de él.

—Pregúntaselo.

—Cómo crees, no me atrevería.

—Entonces deja de quejarte y sencillamente disfrútalo. Todo en su debido momento.

A la semana siguiente me preparaba junto a Isabel y a Diego para la conferencia en la que habíamos trabajado previamente durante los primeros días. Tenemos algunas propuestas para el manejo de algunas áreas específicas puesto que hemos identificado deficiencia en algunas de ellas. Al principio hubo de ser una charla pero hemos decidido darle un carácter más formal y representativo. Hoy vendría otra vez la familia del señor Daniel y estaría presente en la conferencia, eso en cierto sentido me pone nerviosa. 

Aproveché el horario del almuerzo para pasar por el departamento en el que vivía con Ian con la finalidad de buscar mis cosas más necesarias, aunque no tenía idea de cómo haría para entrar ya que mis llaves estaban dentro.

Es extraño pero desde lo sucedido aquella noche no lo he vuelto a ver. Es como si se lo hubiese tragado la tierra.

Karina insistió en acompañarme pese a que le aseguré que él no estaría ahí, los viernes viajaba para dar consultas en una clínica de Coatepec. Al llegar nos encontramos con una señora de unos 40 años que limpiaba y ordenaba un departamento amueblado totalmente diferente, parecía otro. Me pregunté qué estaría sucediendo así que llamé desde la puerta de afuera y ella amable y educada me atendió con una sonrisa.

Donde el alma sonríeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora