La Princesa perfecta... ¿o tal vez no?
Detrás de toda esa apariencia en televisión de un mundo perfecto, su madre la obliga a ser quien no es, estar con quien no quiere y hacer cosas que no le gustan...
Hasta que decide que es momento de que "la pr...
"Al final importa una mierda si las cosas no salen como queremos. Porque vale más tener una cicatriz por valiente que la piel intacta por cobarde".
—Bruce Lee.
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Entre las responsabilidades que se les dan a las portadoras de la Corona, estaba el saber controlar a su pueblo, siempre debías tener una imagen adecuada enfrente de ellos y mantenerla lo más posible, si no te quedaba más opción que parecer vulnerable, tenías que serlo para ganarte su simpatía, las personas aman a las Princesas con quienes se pueden identificar, ¿qué tan perfecta se podía llegar a ver la vida más miserable?
El despertador sonó a eso de las 6:30 de la mañana. Olvidé apagarlo para dormir un poco más, después de todo mi madre me había dado el día libre.
Me levanté de la cama aún con el vestido naranja puesto. Entré al baño y tomé una refrescante ducha, hice mis necesidades y lavé los dientes. Sequé mínimamente mi cabello y envolví mi cuerpo en una bata de baño color turquesa.
Si ya estaba despierta, debía arreglarme de la manera adecuada. Si salía del modo en que estaba, lo más seguro es que a mi madre le diera un ataque y terminara por castigarme con lo poco que todavía podía quitarme.
Entró una de las ayudantes a mi habitación. Secó bien mi cabello, lo alisó y peinó en uno de los estilos más comunes en mí. Cuando terminó, comenzó a maquillarme ligeramente, tal como lo hacía todos los días.
Mi madre era una fanática de la perfección y si yo no era una viva imagen de ello, solía enfadarse demasiado. Por eso a diario tenía a alguien que debía encargarse de hacerme lucir tan hermosa como inalcanzable.
Qué cosas.
Cuando terminó conmigo, había pasado más de una hora después de despertar, fui directamente al armario en donde elegí un vestido gris con un cinturón negro el cual acompañé con zapatillas del mismo color.
Ni siquiera recordaba qué se sentía usar zapatillas de piso, pero de seguro era como estar en las nubes a diferencia del dolor casi soportable que se sentía en los pies después de un largo lapso de solo usar tacones por tanto tiempo.
Bajé las escaleras de mi casa para encontrarme con Patrick, el chofer de mi madre quien parecía una marioneta más, así como yo lo era la mayoría de tiempo.
—Buen día, señorita. Su madre ha dado órdenes de que la llevemos a las oficinas del Grupo Terson —alcé las cejas con sorpresa que no debería estar reflejando, pero me había tomado desprevenida.
¿Qué yo fuera hacia la empresa de los Bergström?
No es por parecer odiosa, pero el del error fue Acker, es quien debería de estar rogando que no se rompiera el compromiso, sin embargo, yo era la que estaba siendo llamada para el encuentro.