Me quieres

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Brandon descansaba tranquilo en un claro del bosque. Después de una buena carrera su oso se sentía feliz y sus músculos agradecidos por el ejercicio vigoroso de una carrera. Sus duros músculos estaban calientes y trabajados, pero su mente era un caos total, su cuerpo estaba cansado, las patas le dolían, su pecho subía y bajaba violentamente mientras esperaba ralentizar su respiración.

Su cuerpo necesitaba un descanso y estaba sediento, por primera vez no se sentía en su elemento, por el contrario, se sentía con más preguntas que respuestas. Ese torpe muchacho parecía seguirlo en su pensamiento como un niño que persigue un oso salvaje creyendo en estúpidos cuentos infantiles de amor y amistad eternos.

Él no era el maldito Pooh que decía Altaír, era el tipo que estaba solo porque involucrarse demandaba paciencia y si bien sus madres se amaron con todo su ser, ellas eran el amor de la otra. Los pocos casos de parejas felices le hacían ver que el amor era la presa más difícil de alcanzar y era la sensación más plena pero probablemente no era para él.

Sediento decidió caminar hasta el riachuelo y beber. Necesitaba apagar su sed porque su maldito cerebro estaba trabajando a mil revoluciones por minuto y si no paraba se volvería loco.

Tan inmerso estaba en su silencio introspectivo mientras bebía que no sintió que era observado y tampoco escucho las sigilosas pisadas hasta que frente a él estaba el depredador más engañosamente inofensivo, un hermoso venado joven de pelaje café reluciente que lo observaba como sí este hubiera decidido que su último aliento estaba cerca.

De forma amenazante Brandon se colocó en dos patas y gruñó, esperaba asustar al joven venado, quien lejos de huir aterrorizado olisqueo el aire y se acercó un poco más, y supo de quien se trataba.

El oso gruñó y el joven venado barritó sin la intención de ser amenazante, sino de calmar al gran oso.

Yelaím sabía que Brandon no le dañaría, poco sabia el joven venado que quien tenía todo el poder de dañar, de reparar de sanar al oso era él.

Contrario al movimiento natural de los animales y cambiaformas Yelaím no se agachó sumiso, no escapó, solo se acercó con cautela, pero cada paso era más seguro que el otro.

El gran oso aun en sus dos patas lo miraba, su olfato no absorbía el miedo de Yelaím, no captaba la sumisión natural de un animal menor ante un depredador, pero para horror de Brandon el sí exudaba miedo.

Yelaím fingió no sentir ese aroma, pero su porte dominante le hacía ver al oso que este no se iría sin dar una buena batalla, y que el venado sabía que tenía el poder en ese momento.

El joven venado rodeo al gran oso que se dejó caer en sus dos patas delanteras mientras su hocico se acercaba ala gua. Su mirada no dejaba de seguir a Yelaím que se colocó a su lado y bebió. La mirada periférica del venado estaba nula, solo y confiadamente bebió con calma, bebió sintiendo un poder que nunca creyó concebir, de alguna forma humillante Brandon se sintió inseguramente seguro y bebió con el pequeño venado a su lado. Brandon a diferencia de Yelaím si lo miraba de reojo.

Una vez saciada la sed de ambos animales, Yelaím dio un paso a la orilla del río para remojar sus patas, el agua era calmante.

Brandon solo lo miraba entre el éxtasis y curiosidad. Muy pocos animales permanecían cerca de él, solo Khalé y Altaír eran lo demasiado cercanos para hacerlo, y si se acercaban otros cambiaformas, normalmente era porque estaban en grupo.

Con movimientos elegantes y parsimoniosos Yelaím se retiró de la orilla y fue a comer los brotes de tiernas ramitas. Dando la espalda totalmente al enorme oso que solo lo observaba emitiendo pequeños gruñidos que intentaban ser amenazantes pero que para Yelaím solo eran berrinches de un oso testarudo.

Después de haberse llenado Yelaím se recostó debajo de un frondoso árbol, se enroscó y decidió dormitar un minuto, sabía que Brandon no lo dejaría solo.

El gran oso frustrado por no poder deshacerse de ese tipo se alejó unos pasos en busca de vallas. Sus sentidos estaban alertas al doble pues el desfachatado venado se había quedado dormido cual animal sedado y tal parecía que a él le tocaría ser quien cuidara del bello durmiente.

No pasaron muchos minutos cuando Brandon escuchó ruidos.

El joven venado se despertó y se levantó de golpe, todo confundido, como si hubiera perdido la noción de donde estaba y con quién.

Brandon lo miró molesto y le dio un gruñido el cual le indicaba que se mantuviera en silencio y cerca.

Yelaím se colocó a un lado del oso quien de forma discreta quiso darle un empujón protector para que el venado se colocara detrás de él, pero el testarudo animal se mantuvo a su lado. Brandon quiso gruñir mientras sentía una contradictoria alegría, pero no era el momento, el aire empezó a desprender el aroma a testosterona de una manada diversa.

Un oso negro, un toro de lidia, una pantera y un lobo, todos ellos olían febriles, como si quisieran pelear o joder, todos ellos eran más jóvenes que Brandon y más cerca de la edad del venado y el oso grizzli reconocía esos aromas, cuando la manada estuvo frente a la pareja se hizo un silencio sepulcral.

Pero fue el lobo que temerario traspasó el riachuelo hasta quedar frente a Brandon y untarse de forma sumisa y entregada sin siquiera reparar en el insípido venado que miraba todo aquello en silencio.

Brandon miró al sensual lobo que en una forma posesiva intentaba marcar al enorme oso con sus feromonas.

Yelaím se sentía nervioso, no quería pelear, él era sensato y no podría pelear en su forma de venado y salir vencedor cuando había una manada mirando aquello.

Tampoco estaba seguro de la relación de Brandon y el lobo, pues varias veces los había visto juntos en el trabajo.

Ese no era su lugar, ese no era su oso, era el de alguien más, pero no de él y de una manera completamente sumisa el lobo se ofrecía al enorme oso que parecía excitarse con aquella muestra de afecto ignorando a Yelaím mientras el lobo con total provocación seguía en el ritual de marcar a su pareja con sus feromonas.

Era una directa amenaza al venado que sin más salió corriendo de ahí dejando a Brandon y a César solos.

El oso se dio la vuelta y el lobo lo siguió unos pocos metros, al darse cuenta de que el lobo le seguía Brandon se volteó y gruño de forma nada amistosa al joven e insistente lobo.

Para un oso con tan poca paciencia, todo se le había salido de control, el joven venado le gustaba, ahí estaba, y el lobo lo deseaba, pero sabía que con el lobo solo sería una relación volátil y problemática. César nunca se preocupaba por él y era lindo sentirse vulnerable y cuidado.

Con un gruñido muy amenazante asusto al lobo que temerario se le enfrentó mostrando los dientes, el oso rugió una vez más mientras avanzaba amenazante hasta César quien solo gimió, bajo las orejas y metió la cola entre las patas, sabiendo que su oportunidad, si es que la tenía, estaba perdida.

Brandon llegó hasta donde estaban sus ropas, su oso había seguido la pista del venado, pero este ya había dejado el bosque. Con rapidez se vistió, ya era la madrugada y le tocaba ir al café a trabajar, su mente ahora era más caótica que un pueblo después de un huracán categoría seis.

Yelaím le gustaba, le gustaba mucho lo dócil que este era sin ser sumiso. Le gustaba lo dominante que el joven venado podía ser y lo seguro e imponente que se veía cuando estaba a su lado.

Brandon se subió a su moto, mientras se dirigía a casa, una decisión ya estaba instalada... Yelaím era suyo y se aseguraría de que el joven lo supiera.

En las garras del amor, Libro 1 saga cambiaformas enamoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora