Un nuevo comienzo

2.2K 302 39
                                    

El pueblo era muy tranquilo, un lugar agradable y con bastante tolerancia.
Yelaím Wordik rápido se adaptó y se encontró siendo aceptado en la universidad local la cual tenía fama de ser una de las mejores y la cual ofrecía unas de las mejores becas del país.
Su vida no había sido fácil siendo un simple débil y tímido cambiaformas venado con una degeneración genética en los ojos, que había sido el colmo, pues eso lo apuntalaba como un grano maduro y asqueroso en el rostro.
En la ciudad donde su madre y él habían vivido toda su vida las cosas se empezaron a poner tensas cuando un grupo de matones de la preparatoria, comenzaron a hostigarlo.
Día a día durante tres años fue viviendo su propio infierno, cada día la bola de idiotas parecía encontrar una nueva forma de hacer su vida tan lamentable y él nada podía hacer, las cosas increíblemente empeoraron al saberse que era gay.

En un intento por parar las agresiones, se lo comunicó a sus maestros, Nunca lo hubiera hecho.

El colmo fue cuando después de clases fue atacado con salvajes golpes y degradantes insultos, los cuales fueron escritos en sus casilleros. Adjetivos como raro, deforme, monstruo, solo lastimaron su ya frágil autoestima
Un venado nada podía hacer para enfrentarse a un puma, un lobo, un jaguar y el peor de todos... Un oso grizzli.
Yelaím intentó acabar con tanto dolor cortándose las venas.
Su pobre madre, una sencilla mujer trabajadora, puso una denuncia, los culpables fueron encarcelados, pero el daño físico y emocional estaba hecho, cambiando su manera de percibir a los demás cambiaformas, no sabiendo en quien confiar.
Yelaím odiaba sobresalir, odiaba llamar la atención y por ningún motivo se relacionaba con cambiaformas más grandes que podrían lastimarlo.
Yelaím había sido roto más allá de lo posible.
No hablaba fácilmente, no le gustaba el ruido, odiaba los lugares oscuros y los lugares con mucha gente lo ponían muy nervioso.
Cuando su madre le dijo que había una pequeña comunidad en donde eran tolerantes y amigables, no lo dudaron, empacaron, vendieron sus pocas pertenencias y se trasladaron a ese lugar.
Disha, madre de Yelaím de inmediato se entrevistó con el alfa, quien pidió ver a la pequeña familia.
Khalé Renning, un cambiaformas gorila, la atendió y escuchó.
Rápido garantizó a Disha un trabajo y un modesto lugar para vivir y a Yelaím lo ubicó en la universidad que sin problemas y por sus excelentes notas fue aceptado, también gestionó sesiones con el psicólogo del pueblo, de apellido Blanco Fog, pues la madre de este le había platicado del penoso incidente y de las acciones de su hijo, —En mi manada no permito abusos, no permito discriminación, así que a los dos les digo, que si hubiera el más mínimo problema con alguien, no duden en manifestarlo.
Disha tenía lágrimas en los ojos. Su hijo por fin podría estar tranquilo, por fin podría ser feliz.
—Gracias alfa Khalé, Khalé sonrió a la mujer, —tú y tu hijo son bienvenidos, y muchacho, no dudes en acercarte a mí si necesitas algo, además deberemos entrevistarnos con frecuencia para saber cómo vas, no me gusta estar ajeno a mi manada, —Yo soy gay y mis padres siempre me inculcaron el respeto y ellos me amaron y protegieron, así que bienvenidos.

Yelaim sintió por primera vez en mucho tiempo que su miserable existencia podría tener un buen cambio, uno que de verdad valga la pena, así que se sentía un poquito más optimista, pues lo que había visto de la ciudad, le gustaba. La paz y la diversidad que se miraba era muy agradable.

— ¿Llevas todas tus cosas?, Disha terminaba de colocarse los aretes antes de salir para su nuevo trabajo como cajera en el supermercado.

—Sí mamá, Yelaím metía con calma el pequeño contenedor con el almuerzo que su madre le había preparado.
Disha sonrió y tomó su bolsa, —bien bebé, espero te vaya muy bien hoy.

Yelaím llegó a la universidad, sus gafas de metal pateado resbalaban un poco de su pequeña nariz, su cuerpo delgado y pequeño lo hacía ver como un adolescente de no más de dieciséis años y cuando tienes diecinueve, no quieres que te digan que eres tan lindo como un bebé.
Los jóvenes pasaban junto a él sin prestarle mayor atención.
Solo era cuestión de que Yelaím se acostumbre, sin embargo en ese preciso momento se sentía ansioso, incómodo era él adjetivo, aunque él sabía que no tenía por qué sentirse de esa forma, pues en ese breve momento nadie había reparado en su presencia.

— Hola, ¿eres nuevo?, Yelaím casi salta fuera de su piel, no sintió cuando la pequeña chica se acercó hasta él. Al mirarla sonrió.
Era pequeña, muy bajita, claro que él no era alto.
Los grandes ojos cafés lo miraban.

—Soy nuevo, sí.
La chica sonrió, me llamo Ginebra, girando los ojos Ginebra hizo un mohín, — mi madre cuenta que mi padre me puso ese nombre para honrar la bebida que más ama.
Yelaím la miraba desconcertado, no entendía, hasta que su nueva amiga le dio un puñetazo en el brazo.
—Mentira, es broma, así se llamaba mi abuelita. Yelaím sonrió nervioso.
Empezando a dudar de la estabilidad mental de esa pequeña cambiaformas.

—¡Woooow! Tienes unos ojos geniales, pareces un mutante.

—Por cierto, Bambi, no me has dicho tú nombre, la chica lo miraba fijo.

— ¿Bambi?, repitió incrédulo y cohibido Yelaím.
Ginebra rio, su risa tan fresca hizo sonreír al joven hombre.
—Sí, Bambi, eres un cambiaformas venado y yo una cambiaformas conejo.

Yelaím casi se carcajea, nunca en su vida le habían dicho que sus ojos eran geniales, nunca le habían comparado con un mutante y nunca le habían llamado como un dulce personaje de televisión.
—Me llamo Yelaím, Yelaím Wordik.
Ginebra sonrió aún más y con la confianza de una vieja amiga, la dulce chica se colgó del brazo de Yelaím.
—Bueno Yelaím Wordik dime que en que aula te tocó y yo te acompañaré y a la salida podemos irnos juntos.
Yelaím quería llorar, el maldito nudo se había instalado en su garganta, ¿hacía cuánto que no era tratado con respeto?
Yelaím aclaró su garganta y sonrió.
—Gracias Ginebra, aprecio eso.
Ambos amigos caminaron por los pasillos sobrepoblados. Por primera vez en un largo tiempo Yelaím aspiró el aroma a cambiaformas jóvenes y no tuvo ese sentimiento de opresión.
Durante su breve recorrido por los pasillos, varios cambiaformas los saludaron, Yelaím Pudo distinguir a varios búfalos, leones y hasta un tigre.
Su pulso se aceleró pero sus sentidos no percibieron amenaza, por el contrario algunos hasta le sonreían.
Esto era demasiado bueno para ser real, con aquel pesimista pensamiento, Yelaím llegó a su aula y con alegría descubrió que su nueva amiga Ginebra, también tomaba clases con él.


Las horas pasaron y tanto Yelaím como toda una horda de estudiantes de los primeros dos semestres, salieron a la misma hora.

Fiel a su promesa, Ginebra caminó a un lado de Yelaím, —Bien Yelaím ¿por dónde vives?, Yelaím acomodó su mochila y afirmaba bien los pies en el piso, pues eran empujados por un mar de hormonosos cambiaformas jóvenes.
—Vivo cerca del límite del pueblo.
Ginebra aplaudió feliz. —En ese caso andando, mientras te contaré brevemente algo de mi vida.
Yelaím caminó abriendo paso para Ginebra, no se explicaba aún como esa cosita en dos patas podía haber sobrevivido a esa imagen apocalíptica.

—Toda mi vida he vivido en este lugar, dijo Ginebra mientras se ajustaba su mochila, —verás que es un lugar muy pacífico y todos en general son muy amables, la ventaja que tenemos es que aquí el alfa Khalé no tolera actos de violencia o de acoso por parte de los cambiaformas depredadores, eso se debe a su voto en las nuevas legislaciones.

—El alfa es un gorila, dijo Yelaím como si Ginebra necesitara la información.

—Lo es, pero es alguien muy pacifico que no duda en usar las leyes, así que aquí ya no están permitidos los desafíos de ningún tipo.

—En donde yo vivía el alfa no estaba a favor de las nuevas legislaciones, así que la violencia y discriminación están a la orden del día. Dijo César mientras miraba a una familia diversa.

—Aquí no, mis padres son un conejo y una liebre, así que sabes que técnicamente no son lo mismo y en muchos lugares no están permitidos ese tipo de uniones, pero aquí sí.

Para cuando Yelaím llegó a su casa, ya sabía más de la vida de Ginebra, que de los héroes nacionales.
Y agradeció que su nueva amiga hablara por los dos y no le hiciera grandes preguntas, porque en ese momento Yelaím, no quería exponer algo de lo que había sufrido porque aún dolía, dolía mucho.


En las garras del amor, Libro 1 saga cambiaformas enamoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora