La llegada de la Tormenta

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Tommy despertó como cada mañana, deseoso de dejar atrás su abrumadora habitación. Se sentía ansioso por ver qué nuevas vistas le mostraría la enorme ventana, y se llevó una gran sorpresa, no sabría decir si era buena o mala, de una gris, oscura y fría mañana. el cielo se miraba tormentoso. Relámpagos centellaban iluminando todo a su paso, como un dios enojado que mostraba el camino de manera hostil. Thomas no era perceptivo como su hermano, al contrario, ver aquella imagen lo llenaba de miedo que prefería, incluso, regresar a su cama, y ocultarse en el encierro que tanto le atormenta. 

Como si no fuera suficiente, se había percatado de algo que era inusual; el celador no se encontraba cerca, no parecía estar en su sitio donde solía vigilar a los gemelos, tampoco podía verlo sobrevolar vigilante las afueras de la torre en donde los mantenía cautivos. Aunque era un ser de poca carisma, Tommy se sentía seguro ante su presencia, no solo era su celador, pues él era quien los dotaba de provisiones, quien les había guiado en su educación, quien les llevaba libros, obsequios, juguetes y procuraba que nadie penetrara en la fortaleza, hasta ese día.

No podía hacer su rutina diaria, incapacitado por una fuerza extraña que lo controlaba, además del frio que hacía, obligándolo a correr con su gran velocidad de un lado a otro, esperando llegar al medio día completamente ileso. 

Durante toda la mañana había intentado comunicarse con Billy, pero le era imposible, parecía como si su hermano le ignorase todo el tiempo, pues sus pensamientos no eran percibidos como en otras ocasiones.  Ahí estaba Tommy, sentado ante la muralla que dividía la torre, con un tablero de ajedrez, esperando a que su hermano hiciera acto de presencia.

—Billy, ¿estás ahí? —Preguntaba sin esperar de verdad una respuesta. Pensaba que no desear algo era la manera perfecta para obtenerlo, y si lo deseaba ocurría todo lo contrario a esa idea—. Me siento solo.

Pero la voz con eco de su hermano nunca se presentó. Esa voz que solo podía escuchar en su cabeza, y ahora solo era un eco dentro de su mente, como si hubiese sido construida con su propia imaginación, creyendo precisamente eso: «Billy no es real, no tengo un hermano, estoy completamente solo».

Pero los deseos sobre su soledad estaban por terminar. Después del medio día, una potente alarma se escuchó en el exterior, y la iluminación como de torretas que coronaban los postes de alumbrado, parpadeaba con intensidad. Tommy ya conocía todo eso, era como los protocolos de guerra que veía en las películas que tenía en las estanterías, o como los libros antiguos que, en algunas ocasiones, disfrutaba leyendo, comprendía que era una alerta, algo que estaba fuera de lugar y que debía ser solucionado, y se preguntaba quién sería aquel que lo haría, pero lo que le llenaba aún más de intriga era saber quien lo causaba. Se acercó mirando a la ventana, posando su mano sobre el cristal y contemplando como centelleaban los relámpagos y las torretas al mismo tiempo, la vista era espectacular y aterradora al mismo tiempo. Era impresionante mirar ese cielo, pero al mismo tiempo imponía cierto poder sobre él por como se levantaba sobre todo el mundo. «Quien controle el cielo, nos controla a todos» pensó, esperando que su hermano le escuchase, pero, nuevamente, había sido un intento en vano.

Habiéndose acostumbrado al ruido de los relámpagos y de las sirenas de alarma, Tommy se tumbó frente al ventanal que le iluminaba mientras leía un poco aquellos libros que las sirenas le habían recomendado sin hacerlo realmente, como un mensaje que vivía oculto detrás de sus orejas. No había luz, pensaba que la tormenta había provocado el apagón, y aunque las sirenas ya no parpadeaban constantemente, el ruido de las sirenas podía escucharse en la lejanía, siendo la luz de los relámpagos su única iluminación. Había un cuarto pequeño y oscuro al final de un pasillo en donde encontraría velas para alumbrarle mientras leía, pero se rehusaba a entrar a un diminuto espacio como ese, pues ni en su habitación soportaba estar más que dormido, de ninguna otra forma.

La guerra de los universosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora