El último día

294 36 12
                                    

Sinopsis: El último día se estaba acabando y el sol estaba cayendo. Eijiro no tenía ni idea de si iba a volver a ver otro amanecer.

Día 4: Dystopia AU / Team.

***

But why'd we have to stay?
'Cause even heroes
Get the blues
Or any misery you choose
You like to watch
We like to use
And we were born to lose

Fake Your Death, My Chemical Romance

***

El último día se iba acabando conforme caía el sol. Eijiro había decidido bautizarlo así porque no sabía si iba a ver el amanecer. Tenía un cigarro entre las manos.

—No lo prendas —sonó la voz al fondo.

Por supuesto. No iba a dejarlo fumar con tranquilidad ni en el último de todos los días posibles. No iban a salir los mismos de la planta All For One y lo sabían. Bien podía buscar un encendedor entre sus cosas y prenderlo. Darle caladas lentas, saborearlo hasta el final. Era un vicio aprendido de los nervios. No había sido su culpa que Hawks le hubiera extendido uno una noche y le hubiera dicho «esto calma». Desde entonces Katsuki se había dedicado a mojar cajetillas y arrebatarle cigarros. «Te jode los pulmones», decía, «te atrofia la condición, deja ese puto vicio». Desde entonces Eijiro intentaba fumar donde Katsuki no lo viera. Era siempre más práctico.

—Déjalo para la mañana —insistió Katsuki.

¿Qué mañana?

Era el último día y el último anochecer se estaba cerrando sobre ellos. Nadie sabía lo que planeaban. La estupidez les había entrado al cuerpo y los había convencido de que su temeridad era la única manera de salvar a la Organización Yuei. Los rebeldes, los llamaba el gobierno. Los justicieros, se llamaban ellos.

—Es el último —dijo Eijiro.

«Ya no hay y no habrá más».

Ya estaban menos jóvenes que cuando se habían conocido. Tenían más de diez años sobre su espalda. Él tenía quince, Katsuki estaba por cumplir dieciséis. En ese entonces a Katsuki lo seguía Izuku pegado como lapa a la espalda. Eijiro recordaba sus «¡Kacchan! ¡Kacchan!» que seguían a Katsuki por todos partes, por todas las calles abandonadas, por todos los túneles de la ciudad subterránea.

Ya no eran lo que habían sido.

Había más calma en la voz de Katsuki que más de diez años atrás, cuando lo había agarrado por el cuello de una playera desgarrada y lo había aplastado contra la pared y le había preguntado que qué hacía siguiéndolos por la ciudad subterránea.

Como única respuesta, Eijiro se había endurecido.

Katsuki lo había soltado en el momento.

—¿También tú? —había preguntado.

—Sí —había respondido Eijiro—. ¿Y tú?

Katsuki había alzado la palma de sus manos y la había hecho explotar.

Que lejos aquel tiempo en el que la voz de Katsuki puros gritos que amenazaban con destrozarle la garganta y su furia era limpia. Antes de que tuvieran todos las manos manchadas de sangre.

No se las habían manchado por gusto, se recordó Eijiro.

Para él todo había empezado el día que se hizo la cicatriz del ojo, la primera vez que sus brazos se endurecieron. Se suponía que no debía de hacer eso. Su madre se había quedado congelada. Se la habían caído los platos en cuanto él había empezado a llorar y había acabado llorando con él. Todo el mundo sabía lo que le pasaba a la gente que tenía esos poderes.

En este mundo o cualquier otro [Kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora