Juego de hockey

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Capítulo 3

Juego de hockey


Los siguientes días fueron muy aburridos para Gaba, pues solo podía estar acostada en casa haciendo algunas animaciones en su lap o viendo en su celular fotos de todos sus amigos en la playa, disfrutando esos meses de vacaciones.
     El dolor ya casi había pasado. Solo sentía punzadas si hacía movimientos fuertes. Después de mucho posponer ¡al fin Franco haría la fiesta el fin de semana! Su amigo y ella solían organizar fiestas increíbles y cobrar el cover, de esa forma ambos tenían dinero siempre en el bolsillo. Así era como Gaba había logrado conseguir unos buenos ahorros, además de que cuidaba y paseaba a los perros de los vecinos, incluido Titán, el maldito chihuahua de Mia.
     Algo llamó su atención. Abrió la foto para verla mejor. Habían etiquetado a uno de sus amigos en una publicación donde, al fondo, estaba Rommel abrazando a una chica. Mia le había dicho que Rommel pasaría ese verano en casa de su abuelo, pues el anciano se había sometido a una cirugía y necesitaba ayuda... Entonces, ¿qué hacía Rommel vacacionando con una chica que no era Mia? ¿Era prudente enseñarle esa foto a su amiga? ¿La chica ya la habría visto?
     Gaba frunció el ceño y guardó la foto en su celular. Esperaba que aquello no fuera lo que estaba imaginando. Rommel era un troll, pero Mia era feliz a su lado y eso era lo que más le importaba a Gaba.
     Su celular empezó a sonar y en la pantalla pudo ver el rostro de su mejor amiga.

     —Hola, querida monja enclaustrada —se escuchó al otro lado de la línea.
     —Hola chica disney. ¿Llamas para hacerme enojar? —Gaba salió de la cama y arrojó a su closet la ropa que tenía tirada por todas partes.
     —Te llamo porque soy generosa y quiero invitarte a salir justo ahora. ¿Vas? ¿O te quedarás a decir oraciones?
     —¡Voy! —dijo Gaba sin pensarlo demasiado.
     —Te veo en la puerta en diez.
     Apenas se cortó la llamada, Gaba buscó algo adecuado para ponerse. ¡Al fin se quitaría esos shorts de diario! Más feliz que lo que había estado en semanas, la chica azul se colocó con cuidado la ropa, tomó algo de dinero y salió de casa.
     Desde la mañana anterior no había visto a su amiga, ya que Mateo, su hermano, había llegado para pasar unos días en la ciudad. Cuando salió a la calle, el ridículo coche rosa de Mia tenía el motor encendido. De pie junto al auto, estaba un hombre de unos veinticinco años.

     —¡Hey!
     —Hola, extraño —Gaba se acercó a abrazar a Mateo.
     —Supe que casi te parten por la mitad.
     —Casi, ¿cómo estas?
     —¡Ustedes dos, ¿van a subir?! —La chica disney los observaba desde el interior del auto.
     —¡No! —respondió Mateo—. Mejor nos vamos en mi coche. —Entonces Gaba se fijó en el mazda aparcado al fondo del garage de sus vecinos—. Es más varonil que ese tonto coche de barbie —le susurró Mateo a Gaba.
     —¡Déjate de tonterías! ¡Suban ya!
     —Vas adelante —dijo Mateo antes de ponerse gafas oscuras.
     El hombre movió el asiento del copiloto y trepó a la parte trasera del vehículo. Gaba no tenía problemas en ir adelante. Ya estaba acostumbrada a pasear por la ciudad en ese coche.
     —¿Qué te parece esto, querido? —le preguntó Mia a su hermano, presionando un botón para que el techo se quitara y diera paso a un beetle descapotable.
     —¡Solo conduce ¿quieres?! —Mateo se hizo chiquito en el asiento.
     —Los hombres y sus complejos de virilidad —comentó Mia con una sonrisa burlona. Gaba la observó unos segundos. Su amiga se veía muy tranquila. Si ya hubiera visto la foto sospechosa que circulaba en la red, Gaba estaba segura de que su amiga castaña tendría una actitud muy muy pero muy diferente.

******** ********
El destino fue la plaza comercial favorita de Mia. Por un momento, Gaba y Mateo creyeron que la chica castaña los había llevado ahí para hacerlos sufrir mientras ella compraba ropa, pero no.
     Fueron al local de juegos. En su adolescencia, Mateo había sido una especie de campeón de las máquinas de baile y era muy famoso aún por ahí.
     —¡Aquí está el hombre! —Rocky, el tipo que atendía el lugar, se acercó.
     —Hola, bro —lo saludó Mateo.
     —Me alegra verte aquí, ¿cuando llegaste?
     —Ayer.
     —¿Te quedarás mucho?
     —Solo un par de días más
     —Escuché que tienes un gran trabajo en la capital.
     —Algo así —respondió Mateo sin dar más explicaciones.
     —¡¿Qué te parece si hoy juegas gratis?!
     —¡Soberbio! —Mateo se frotó las manos mientras pasaba los ojos por todas las máquinas a su disposición.
     —Y... ¿te molesta si le llamo a algunos amigos? —Rocky enseñó su celular, esperando su aprobación.
     —Quieres un torneo express, ¿no?

********
El local se había llenado en cuestión de minutos. Mia y Mateo bailaban en una máquina, recibiendo los gritos de apoyo de los presentes. Gaba bebía un refresco mientras le echaba miradas a una chica que estaba al otro lado del local. Aquella hermosa joven había llegado con unas amigas más, y soltaba risitas cada vez que sus ojos se conectaban con los de Gaba.
     —Resucitó, ♪ aleluya ♫, aleluya ♫, resucitó ♪ —La chica azul volteó al escuchar esa voz. Franco se acercaba a ella con las manos arriba, moviéndolas de un lado al otro al ritmo de su cántico.
     —Creí que ya no vendrías. Te marqué hace más de una hora.
     —Lo siento, es que... —el chico se acercó a Gaba, como para evitar que alguien más escuchara lo que iba a decirle—. ¿Recuerdas a Andrés?
     —¿El maldito que llega cada mes?
     —¡No, boba! ¡Mi vecino! Ese suculento y escultural humano, tallado por Zeus para mi deleite visual.
     —El chico que limpia la alberca de tu casa, ¿no?
     —Ese lindo y perfecto ser.
     —¿Qué pasa con él?
     —Pues estaba haciendo ejercicio... ¡en boxer! —A Franco se le escapó un grito de niña—. Si lo hubieras visto... esos músculos, su forma de cargar las pesas...
     —A veces creo que eres demasiado gay —se burló Gaba.
     —Lo dice la que tiene diez carpetas de porno lésbico en su laptop. ¿De qué me perdí?
     —Básicamente, Mateo y Mia le están pateando el bailarín trasero a todos y yo me ocupo de coquetearle a la chica de ahí.
     —¡¿Cuál?! —Su amigo volteó rápido.
     —¡Me estás avergonzando! —reclamó la chica azul.
     —Oh... —Franco examinó a la susodicha—. Ya sé quién es. Querida amiga, tienes un porcentaje de anotación muy bajo.
     —¿Es buga? —¡Di que no, par favar!
     —No. Pero es una chica dura. No te dará ni el saludo.
     —Me ha mirado desde hace rato.
     —¡Ja! ¿Apostamos?
     —Si consigo una cita con ella tendrás que besar a... —Gaba miró a su alrededor—. A Rocky.
     —¡¿Ese sujeto?! —Franco señaló a alguien de espaldas.
     —¡Esa es una señora! ¡Aquel! ¡El que está detrás del mostrador! —Al chico le empezó a saltar el párpado cuando vio al posible besado.
     —¡Que asquerosidad, Gabriella!
     —¿Te rajas?
     —Está bien. Hagamos esto en serio... si no consigues la cita, lo besarás tú.
     —Hecho. —Gaba dejó su bebida sobre una máquina y giró la cabeza para hacer tronar su cuello.
     —Acábala, bebé —se burló Franco.
     Gaba se acomodó la gorra y el cabello antes de dar unos pasos en dirección a su blanco. La chica volteó el rostro hacia otro lado en cuanto la vio acercándose.
     —Hola —saludó Gaba, poniendo su sonrisa más coqueta.
     —Hola —dijo aquella sin mirarla.
     —¿Jugamos? —Gaba señaló el hockey de mesa a su lado.
     —No.
     —¿Porqué? ¿Tienes miedo?
     —¿De ti? ¡Por favor! —Al fin la chica la miró. Tenía unos hermosos ojos miel.
     —¿Nos conocemos? —La chica azul observó con atención el rostro de su interlocutora.
     —No. Pero sé quien eres.
     —Entonces soy famosa. —Gaba sonrió al ver la cara de enfado de la chica—. ¿Cómo te llamas?
     —¿Eso para qué lo quieres saber?
     —Para comprobar si tu nombre es tan lindo como tú. —La azul pudo notar un gesto parecido a una sonrisa.
     —¿Eso les dices a las chicas?
     —Solo a las que reto a partidas de hockey. Vamos, no voy a invitarte a salir. Solo quiero jugar un rato. —Gaba se esforzó en poner su expresión más indefensa.
     La chica frente a ella miró un segundo a sus acompañantes y luego le habló de nuevo:
     —De acuerdo.
     Gaba se apresuró a sacar la tarjeta de su bolsillo y activar la máquina.
     —¿Me dirás cómo te llamas?
     —Odette —dijo al final la chica—. Tú eres Gabriella, ¿no?
     —Si. ¿Cómo sabes? —preguntó Gaba al tiempo que golpeaba el primer disco.
     —Vi lo de tu accidente. —Odette respondió el golpe.
     —¿En serio?
     —Te atropelló tu ex novia, ¿no? Dicen que fuiste terrible con ella.
     —Creo que con lo que me hizo, quedamos a mano.
     —Eso depende... —Odette hizo rebotar el disco en la orilla y lo clavó en la portería de Gaba.
     —Tuviste suerte. —La azul sacó el disco y lo puso a circular de nuevo—. ¿Sales con alguien?
     —¿Esa información para qué la necesitas?
     —¡Solo es una charla!
     —Soy una chica linda. Si Gaba Espadas se acerca a mí, debo estar a la defensiva, ¿no crees?
     —En serio sabes quien soy. —Odette volvió a anotar—. Te propongo algo: la primera en llegar a diez puntos le podrá pedir lo que sea a la otra. ¿Te parece?
     —¿Lo que sea? ¿Podría pedirte que caminaras desnuda por este local?
     —Si quieres verme desnuda, no es necesario que ganes la partida. —Gaba le hizo un guiño a la chica.
     —Quisieras. —Odette la fulminó.
     —¿Aceptas?
     —De acuerdo. —La chica se puso aún más seria y se concentró en el disco. Pocos segundos después, Odette anotó otro punto—. Tres a cero. Creo que será divertido.
     —También lo creo. —Gaba se colocó la gorra hacia atrás y respiró hondo.
     Odette no supo lo que pasó, pues en menos de cinco minutos, Gaba ya había anotado los diez puntos.
     —¿Cómo hiciste eso? —La chica no podía creer lo que acababa de ocurrir.
     —Creo que a la base de datos que tienes sobre mi, le faltó algo: soy campeona de hockey de mesa.
     —¡Pero...! —Odette miró hacia la pared con las fotos de los campeones.
     —Pedí que la quitaran —dijo Gaba victoriosa.
     —Si me pides una cita, déjame decirte de una vez que eso nunca pasará. Sé muy bien la clase de chica que eres y no caeré en tus jueguitos...
     —No te pediré una cita —interrumpió Gaba muy seria.
     —¿No?
     —¡Por supuesto que no! ¡Mírate! Eres preciosa, divertida, perspicaz. ¡No tengo oportunidad contigo! ¿Que si me gustas? ¡Claro que sí! Pero tú lo has dicho: sabes el tipo de chica que soy y yo veo el tipo de chica que eres. Alguien como tú... bueno... sé que no merezco que tengas fe en mi.
     —Si crees que me estás chantajeando... —Odette la miró feo.
     —Eres muy lista como para caer en un chantaje así. Lo que digo es verdad. —Odette se quedó callada un momento.
     —Entonces, ¿qué quieres?
     —Quiero que mi amigo bese a Rocky, el tipo que atiende. —Odette localizó a Rocky con la mirada.
     —¡Está horrible!
     —Precisamente.
     —¿Y cómo haré eso?
     —Solo tienes que sonreír un poco, darme tu número y un beso...
     —¡¿Un beso y mi número?!
     —¡Espera a que termine! Puedes escribir cualquier número aquí —Gaba le entregó su móvil—, y el beso puede ser en la mejilla. A menos que quieras besarme los labios.
     —Jamás.
     —En ese caso... —Gaba señaló su celular para darle ánimo a la chica.
     —¿Y por qué quieres que tu amigo bese a ese tipo?
     —Diversión.
     —Me gustaría verlo —dijo Odette mientras tecleaba.
     —Puedes quedarte conmigo un rato. Compro unas palomitas, nos sentamos y nos reímos juntas de Franco. —Odette frunció el ceño—. No es una cita —aclaró rápido Gaba—. Solo nos sentaremos a burlarnos de la misma persona mientras compartimos comida chatarra.
     —De acuerdo.
     —Te falta la sonrisa y el beso. —Odette lo hizo. Gaba sintió unos suaves labios presionar su mejilla y un extraño cosquilleo en el estómago—. Gracias. Espera aquí, ya vuelvo con la comida.
     Gaba caminó hacia Franco y le enseñó la pantalla de su celular.
     —¿Lo conseguiste?
     —Sí. Saldremos esta noche, ¿viste que me besó? Ahora a ti te toca besar a Rocky.
     —¡¿Qué?! ¡No, no, no!
     —¿O sea que eres un torzón? —Franco volteó a mirar al sujeto. Gaba le dio un empujoncito en la espalda y luego le hizo una seña a Odette para que la alcanzara en la barra.
     —¿Lo hará? —La chica reía mientras seguía con la vista a Franco.
     —Por su bien, espero que sí.
     Gaba pidió palomitas y refrescos, y se sentó junto a Odette en una de las banquitas en el centro del local. Ahí se podía ver perfectamente todo. Franco caminaba paso a pasito hacia Rocky, que estaba parado viendo como Mateo y Mia vencían a sus oponentes en la semifinal del torneo express de baile de parejas.
     —¿O sea que apostaste con tu amigo a que conseguías mi número?
     —Una cita.
     —¡Pero no la conseguiste!
     —Él cree que sí. Si ves a alguien sonreír, besar y darle su número a otra persona, tu mente cree que hay algo ahí.
     —¡Eres malvada! —dijo divertida Odette mientras tomaba más palomitas.
     —¡Rayos, lo hará!
     Franco estaba de pie junto a Rocky, que continuaba con los ojos clavados en Mia. Gaba siempre había sospechado que el sujeto moría de amor por su mejor amiga. De un solo movimiento, Franco jaló la cara del hombre hacia él y le plantó un beso en la boca, para después correr como loco hacia la salida. Rocky corrió detrás del chico, pero se quedó de pie metros antes de salir del local y miró avergonzado por todas partes, viendo si alguien tenía los ojos en él.
     —¡Que asco! —Odette se tapó la boca, tratando de controlar su risa. Gaba la observó mientras tanto. Esa chica no solo era bellísima, sino que tenía algo que la azul no podía explicar, pero que la inquietaba.
     —Gracias por ayudarme. Ver a Franco haciendo estupideces siempre alegra mi día.
     —De nada. Fue divertido. —Odette tomó más palomitas y se puso de pie—. Tengo que irme.
     —Claro. —La chica se dio la vuelta para marcharse—. ¡Odette, espera!
     —¿Sí?
     —¿Me das tu celular un momento? —Odette dudó unos segundos, pero luego le dio el teléfono a Gaba, que apuntó rápido—. Te he anotado la dirección de la casa de Franco. El sábado daremos una fiesta... por si quieres pasar un rato. Pondré tu nombre en la lista de invitados. 
     Odette no dijo nada más. Solo clavó sus ojos en la dirección anotada en su celular, miró a Gaba por última vez y se marchó.
     Gaba sonrió de lado. En serio esperaba que esa chica asistiera.

****** *******
Mia hizo girar el volante y se estacionó para controlar el ataque de risa. Gaba acababa de contarles a su amiga y a Mateo lo que Fraco había hecho, y les había enseñado un video del chico gritando mientras se lavaba.
     Después de que Odete se fuera, Gaba había ido al baño de chicos pues sabía que Franco estaría ahí haciendo un drama. Y sí. Su amigo se había lavado la cara, la boca y hasta la lengua con el jabón de manos. Franco gritaba que se sentía como «una sucia prostituta», mientras tallaba con fuerza su boca.
     —¡Y me lo perdí! —A Mia le salieron lágrimas de los ojos.
     —¡¿Y besó a Rocky?! —Mateo puso cara de asco—. ¡Ese sujeto ni se baña!
     Gaba estaba feliz de haber salido por fin y pasar esas horas con sus amigos. Cuando llegaron a casa de Mia, la chica le propuso ver una película en su habitación, mientras Mateo se apresuraba a ir a arreglarse pues había quedado en salir con una antigua novia de preparatoria.
     —Por favor, que no sea una cursi —le pidió Gaba a Mia, que revisaba el catálogo de películas.
     —Estaba pensando en la de una mujer fuerte e independiente que tiene que luchar por mantenerse en el país antes de que la deporten...
     —No quiero ver La Propuesta —interrumpió Gaba. Mia le sacó la lengua, molesta—. ¡Pon 300! dijo la chica azul emocionada cuando vio la miniatura de la película en la smart-tv de la castaña.
     —¿Estás loca? ¡Es pura masacre! ¿Qué te parece una de Anne Hathaway?
     —Mm, es linda. —Gaba se acomodó mejor en la cama, lista para deleitar sus pupilas con la Anita—. Hablando de chicas lindas, la que conocí hace rato en verdad lo es.
     —¿En serio? —Mia seguía con los ojos en la pantalla, configurando todo para empezar con la película.
     —Se puso algo odiosa al principio, pero al final gané.
     —¿Le aplicaste tu discurso barato de que ella es fascinante y tú un asco?
     —Sí. Aunque ella es... no sé qué palabra usar.
     —¿Sabrosa? ¿Comestible? Con la última usaste «demasiado buena como para no repetir». —Mia pensó lo que acababa de decir—. No sé por qué soy tu amiga, eres todo lo que detesto.
     —También soy lo más divertido de tu vida.
     —Entonces, ¿cuál es la palabra para ella?
     —Odette es... —Gaba sonrió al recordar el rostro de la susodicha—. Única —terminó sin meditar su respuesta.
     —¡¿Única?! —Mia se acercó y la miró extraño—. ¡¿Quién eres?!
     —¿De qué hablas?
     —¡Cuéntame todo sobre Odette! —Mia se sentó sobre el colchón con las piernas cruzadas.
     —¿Por qué te emociona tanto?
     —Es la primera vez que muestras humanidad al hablar de una chica. ¡Ella te encantó, ¿verdad?!
     —¡¿Qué?! ¡¿Encantarme?! ¡Claro que no! Vamos, Mia. ¡¿En serio crees que me clavaría con alguien solo por hablar durante un tonto juego?!
     —Pero dijiste que es única...
     —¡Sí! La cereza perfecta para mi pastel de sexo. Estoy segura de que irá a la fiesta ¡y boom!
      —¡Eres un monstruo! ¡Y yo guardando esperanza de que al fin te enamoraras!
     —Solo los tontos se enamoran —dijo Gaba sonriéndole a la chica disney.
     —Pues esta tonta enamorada te romperá la cabeza. —Mia tomó su ropa para darse una ducha. Gaba escuchó que seguía despotricando sobre su actitud—... yo no sé porqué no te arriesgas a sentir algo...
     La puerta del baño se cerró y Gaba se quedó acostada en la cama, escuchando cómo el agua de la ducha caía. La azul se estiró sobre el colchón. Le gustaba mucho estar en ese cuarto, aunque siempre discutía con Mia sobre quitar los peluches, el póster de Frozen y más que nada, sobre su vida sexual. Se colocó boca abajo abrazando la almohada. Olía al perfume de su amiga. Gaba se sentía tranquila cuando sentía aquel aroma. Ahí se notaba paz y calma, mientras que en su casa solo había tensión. Adoraba la idea de mudarse con Mia en algunas semanas más. Sería un nuevo comienzo para ella. Entonces, Gaba dio un salto en la cama, sintiendo una punzada de dolor en sus costillas. Había recordado lo de la foto de Rommel. Estaba debatiendo cómo decírselo a la chica, cuando Mateo entró a la habitación.
     —Entonces, ¿se quedarán aquí?
     —Sí, noche de películas. Ya sabes.
     —En ese caso me iré tranquilo sabiendo que no se meterán en problemas. —Mateo de repente se había quedado muy serio.
     —¿Qué pasa? —Mia había salido de la ducha. Tenía el cabello mojado y ropa para dormir aunque eran apenas las siete de la tarde.
     —Nada, solo... —Mateo sacó un sobre del interior de su chamarra—. Gaba, esto es para ti.
     —¿Qué es?
     —Tu hermana lamenta no haber podido venir a visitarte y cómo no le respondes las llamadas, te envió esto. —Gaba frunció el ceño—. Ella se preocupa por ti.
     —No lo hizo cuando se fue.
     —¡Siempre lo ha hecho! —objetó Mateo.
     —¿Te paga por defenderla o qué? —Gaba se había enfadado.
     —Ella es mi mejor amiga y tú eres como mi hermana menor. No me gusta verlas así. Sé que estás enojada, pero entiende que ella también la pasó muy mal... tenía que salir de aquí.
     Mateo dejó el sobre en el colchón, pues Gaba se negó a recibirlo.
     —Yo me encargo —le dijo Mia a su hermano.
     —Volveré más tarde. —Con una última sonrisa, el joven se marchó.
     —Tira esa cosa. —Gaba le dio la espalda al sobre, pues era incapaz de seguir viéndolo y mucho menos de tocarlo.
     —No —dijo Mia con firmeza—. Debes darle una oportunidad.
     —No quiero.
     —Gaba, en unas semanas nos mudaremos a la misma ciudad donde ella vive. Sería bueno que aprovecharas eso para perdonarla. ¿Qué te parece si guardo esta carta aquí y cuando te sientas lista la lees? —Mia metió el sobre en su buró.
     —¿Por qué eres así? —Gaba clavó sus ojos en los de Mia.
     —Porque te quiero, tonta.
     —Es que... —La chica azul se sentó en la orilla del colchón.
     —Sé lo que pasa en tu retorcida mente. —Mia se sentó a su lado y le sonrió—. Pero creo que ambas merecen tener una familia amorosa. Cindy quiere arreglar las cosas contigo, ¿porqué no aceptas?
     —Lo pensaré. Y... yo también te quiero.

Tú tan buga, yo tan lenchaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora