Ruleta de emociones

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Capítulo 5

Ruleta de emociones

Gaba no supo exactamente lo que pasó, solo que en cuestión de segundos había apartado a Romina de donde estaban los demás. Se sintió la peor persona del mundo cuando por un breve instante había mirado los ojos de Odette, después de que Romina la besara frente a la chica.
     —¡¿Qué pasa?! —le preguntó Romina.
     —Necesito que me esperes aquí —dijo Gaba mientras miraba hacia donde Odette seguía parada.
     —¿Porqué?
     —Es algo complicado.
     —¿Quiénes son esos chicos?
     —Son amigos de Mia —se apresuró a mentir—. Tuvieron un problema y necesitan ayuda.
     —Pues vamos a ayudarlos. —Romina sonrió feliz y se le echó al cuello.
     —Por favor, quédate aquí. Te busco ahora que se arregle todo, ¿si?
     Sin esperar a que Romina dijera algo, Gaba caminó hasta donde había dejado a sus amigos. El corazón golpeaba fuerte su pecho, ¡¿qué carajo le pasaba?! Antes de llegar hasta Odette, chocó con Mia.
     —¡¿Me puedes explicar qué diablos hiciste?! —preguntó la chica cruzando los brazos.
     —Eh...
     —¡¿Porqué Romina te besó?! ¡¿No se supone que estarías esperando a Odette?!
     —Yo... —Gaba se rascó la cabeza.
     —¿Te acostaste con Romina de nuevo? —susurró Mia.
     —Sí.
     —¡¿Estás loca?!
     —¡Creí que Odette ya no vendría!
     —¡Gabriella Espadas eres lo peor! —La chica giró sobre sus talones y dio unos pasos para alejarse de la azul.
     —¡Espera! —Gaba alcanzó a su amiga—. Por favor, ayúdame.
     —No. Cada vez que solapo alguna de tus tonterías, te hago daño. No apoyaré más tus locuras. —Su amiga siguió su camino, tecleó el código y se metió rápido a la casa de Franco. Gaba la siguió.
     —¡Mia, escúchame! Cometí un error, yo... ¡Carajo, no sé qué me pasa! —La chica azul se dejó caer sobre el sofá de la sala, mientras su amiga seguía de pie mirándola muy feo.
     —¿Por qué lo hiciste?
     —No lo sé. Yo... estaba esperando a Odette, lo juro. Entonces Franco dijo que seguro ella me había flechado ¡y por supuesto que no lo hizo! ¡Yo...! ¡Ella...! ¡No tengo nada con Odette y Romina estaba ahí! ¡Tenía ganas, coño!
     —¡¿Ganas?! ¡Siempre arruinas las cosas por tus malditas ganas! —Mia tomó un cojín del sofá y se lo estrelló a Gaba en la cabezota—. Te aterra tanto admitir que Odette te gusta de verdad, que vas y te metes con la primera tonta que cae en tus juegos. ¡Eres igual que Romel! ¡Una cínica desvergonzada! —A Mia se le quebró la voz—. ¡Tu puedes ser extraordinaria, pero te conformas con ser una más del montón! ¿Sabes cuántas personas hacen lo mismo que tú? ¿Sabes cuantos tienen amoríos sin importancia? ¡Miles! Solo los valientes se comprometen de verdad, solo los extraordinarios entregan el corazón. Creí que podrías ser una de esas personas, pero me equivoqué. —La castaña dejó que las lágrimas recorrieran sus mejillas.
     —Mia, lo siento... Tienes razón, yo... Chicas como Odette y como tú no merecen tener a un Romel o una Gaba cerca. Por favor, no llores. —La chica azul abrazó a su amiga—. No sé qué hacer, Odette... ella me aterra y... hay algo que...
     —Ella te flechó.
     —No sé lo que hizo, pero lo hizo muy bien.
     —Entonces deja de tontear. —Mia se despegó de Gaba y se limpió las lágrimas—. Vamos, yo distraigo a Romina y tú habla con Odette.
     —Tú... ¿Crees que le gusto?
     —¡¿No viste la cara que puso cuando Romina te besó?! ¡Apúrate! —Gaba sintió los empujones de su amiga. Corrió hasta la fiesta y se metió entre las personas, buscando a Odette. Solo vio a Franco.
     —¡¿Dónde está Odette?!
     —Ella y su majestuoso amigo se fueron —anunció Franco.
     —¡¿Se fue?! —Gaba sintió que el corazón se le hacía pedacitos.
    —Dijeron que tomarían un taxi a casa.
     Gaba corrió a la puerta, seguida por Mia.
     —¡Ahí! —gritó Mia. Odette y Santiago estaban subiendo a un taxi.
     —¡ODETTE, ESPERA! —Gaba pudo ver el rostro serio de la chica a través del cristal trasero del auto... pero el taxi arrancó—. ¡NO TE VAYAS!
     Gaba se quedó parada a media calle, viendo cómo el coche se alejaba.

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Después de la fiesta, Gaba le había dado un «levantamuertos» a Franco, pues necesitaba que el chico le dijera todo lo que sabía sobre Odette.
     —¡Haz memoria! —pidió desesperada en la habitación de su amigo.
     —No dijeron nada... solo... el bello adonis me dijo algo... —Franco frunció el ceño, pensando—. Quería saber si Romina era tu novia... ¡¿Puedes creerlo?! ¡Romina tu novia! —Su amigo soltó una carcajada.
     —¡¿Qué le dijiste?! —preguntaron Gaba y Mia a la vez.
     —¡Que no! ¡Que solo te la habías tirado en mi cocina porque Odette no había llegado!
     Gaba tomó una almohada de la cama de su amigo y se tapó la cara con ella para ahogar un grito. Todo había terminado... sin siquiera empezar.
     —Rayos. —Mia se sentó derrotada sobre la cama.
     —Esperen... eso fue malo, ¿verdad? —quiso saber Franco, aún desorientado.
     —¡De acuerdo! ¡¿Qué les parece si olvidamos el asunto?! —dijo Gaba eufórica—. ¡Solo hay que fingir que Odette no existe y listo! ¡Nunca la conocí, nunca miré sus bellos ojos, ni escuché su risa encantadora! —Una carcajada extraña salió de la garganta de Gaba.
     —Yo me encargo —le susurró Franco a Mia, parándose frente a Gaba—. ¡¿Estás loca?! ¡Ve por esa chica! —exigió su amigo arrojándola con fuerza sobre la cama. Gaba dio un volantín y cayó hasta el suelo. Ahí se quedó quejándose por varios segundos.
     —Aún se puede arreglar, ¡no te rindas! —Intentó animar Mia.
     —¡¿Cómo lo arreglaré?! ¡Ella sabe la clase de persona que soy!
     —¡Pero tú eres mucho más que una ligona! —debatió Mia.
     —¿Y cómo le haré ver eso? ¡Todo el mudo puede contarle algo malo sobre mi, ustedes son los únicos que podrían decir algo bueno y seguro no les creería!
     —Entonces tienes que decirle tú —dijo Franco.
     —No creo que quiera verme.
     —¡¿Y eso qué?! ¡La mitad de tus conquistas no te soportaban y lograste robarles el corazón! ¡Eres Gaba «rompe bragas»!
     —Ahora deberás ser solo Gaba, la verdadera —le aclaró Mia—. ¿Tienes el valor de ir por ella?
     Mia extendió la mano para ayudar a Gaba a ponerse de pie. La chica la miró mientras esa última pregunta retumbaba en su cabeza y recordaba lo que su mejor amiga le había gritado horas antes: «solo los extraordinarios entregan el corazón».

******* ********

Gaba tenía frente a sus ojos todo lo que había logrado averiguar sobre Odette. La chica tenía su misma edad y tres años atrás se había mudado a la capital del ducado junto a toda su familia. Su hermano mayor y el hermano de Franco habían sido amigos desde pequeños y en ese momento ambos estudiaban juntos en la universidad. Eso le daba la esperanza a Gaba de poder ver a la chica en cuanto ella también se mudara, al fin y al cabo, terminarían viviendo en la misma ciudad.
     La chica azul subrayó el número telefónico que Franco había escrito en la hoja que le había llevado a casa. Su amigo estaba muy apenado por lo que le había dicho a Odette, aunque Gaba no lo culpaba. Después de todo, los borrachos y los niños dicen la verdad y lo que Franco le había dicho a Odette era totalmente cierto.
     Tecleó el número en su teléfono y se quedó con el dedo a punto de presionar «llamar». ¿No sería mejor ir a la casa donde Odette se estaba quedando de visita? ¿La chica la recibiría? Gaba nunca había sentido vergüenza, pero en ese momento quería que la tierra se la tragara. Debía ser sincera con ella y hacer lo correcto por primera vez en la vida.

Tú tan buga, yo tan lenchaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora