Entre cadáveres

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Desde que paso aquello, los veo todos los días, al despertarme  yace a mi lado la señora Eduviges, con su enorme melena gris, salvo por algunos mechones castaños, que cada mes disminuyen en cantidad, y su arrugada piel que dice a gritos que pertenece a la tercera edad. Lo peor de todo es su mirada, esos negros y vivaces ojos negros que contrastan tan profundamente con el resto del cuerpo de la mujer a la que pertenecen, esos ojos que literalmente me gritan, me escupen en la cara "es tu culpa"; a pesar de que la veo tan nítida, basta con que cierre mis ojos con fuerza unos segundos para que la señora desaparezca.

Tras juntar fuerzas y ánimos, me calzo mis pantuflas y me dirijo a mi cocina, lo primero que hago en ese lugar es abrir el refrigerador y busco algo para acompañar mi muy austero desayuno, extiendo la mano para tomar el carton, y la mano de Esteban toma el carton de leche y me lo entrega. Al igual que Eduviges, el hombre apenas viste una delgada bata de hospital, la cual a duras penas cubre sus partes mas privadas, reconozco que las primeras veces que los vi grite hasta quedarme afónica, obviamente mis gritos alarmaron a mis vecinos, los cuales casi por instinto llamaron a la policía, me encerraron cosa de semanas en el ala psiquiátrica del hospital donde trabajo. ¡Que irónico! ¿No creen?.

Al igual que con Eduviges, cierro fuerte mis ojos y el hombre también desaparece, termino de desayunar y me dirijo al baño a hacer mis necesidades, sentada en el impoluto retrete veo a Kim, cuyo cuerpo esta cubierto de horribles quemaduras, las cuales a pesar del tiempo transcurrido desde que se las hizo, aun expelen ese extraño liquido tan transparente como el agua, irónico que a pesar de ser doctora no tengo idea del nombre clínico de ese liquido; haciendo acopio de todo mi valor, la alejo del retrete con un gesto de mi mano, literalmente la chica desaparece de mi retrete y vuelve a aparecer esta vez frente a mi, sigue desnuda como el día que nació, en el hospital las enfermeras la dejaron así, pues no había bata o ropa que se pusiera que no terminara manchado de aquel extraño liquido transparente, una vez mas repito la formula de cerrar fuerte mis ojos, al volverlos a abrir la chica desaparece, termino mis necesidades y un dato intrascendente acapara mi atención, cuando llego Kim al hospital, todo su vello corporal se chamusco al momento de sufrir las quemaduras, pero jamás volvieron a crecerle ni cejas , pestañas, vello corporal ni vello púbico siquiera.

Intento alejar aquel pensamiento de mi, para cuando lo logro, me doy cuenta que estoy aterrada, normalmente no necesito tomar esas malditas drogas tan temprano, pero el psiquiatra fue muy claro con lo que debía hacer si experimentaba estas alucinaciones. Tome un pequeño frasco de la repisa de mi baño, fácil de distinguir por su color naranja y por la etiqueta pegada al mismo, "En caso de verlos", lo abri con toda la calma que pude, saque dos pequeñas tabletas, me las lleve a la boca y trague, en cuestion de minutos me senti como si fuera otra persona, relajada, quizas alerta pero no asustada.

¿Quien diria que esa efusiva calma seria el preludio de algo peor?

Llevaba trabajando cerca de ocho horas casi continuas, no vale la hora que use para comer, varias veces intente comer rápido y atender alguna emergencia durante el tiempo restante de mi almuerzo, pero algún tipo de norma me lo impide, es algo contra lo que no puedo sola, y va en contra de toda logica, asi que desde entonces hago lo unico sensato que puede hacerse, bajar las manos y obedecer; terminando de comer segui trabajando; estaba terminando con una quejumbrosa paciente de diez años cuando senti un pequeño escalofrio, fue solo un instante pero basto y sobro para congelarme del terror, logre sobreponerme en el momento que una enfermera puso su mano, la cual llevaba un costoso manicure (señal inequivoca de su condicion de pasante), en mi hombro; sin embargo el escalofrio solo aumentaba con el pasar del tiempo

tic, tac, tic, tac.

El segundo escalofrio fue peor que su predecesor, si es que aquello es posible), tanto en su efecto sobre mi como en su duracion, la suficiente para compararlo con recibir una cubetada de agua muy helada, casi en su punto de congelacion.

Tic, tac, tic, tac.

Fue entonces que la vi, una persona que no he querido ver desde hace tanto tiempo, y a pesar de ello mi esquivo contacto con ella no disminuye con el tiempo, al contrario aumenta. Ahi estaba en medio del pasillo, de pie junto a una joven ncon un bebe en brazos, cuidadosamente envuelto en una colorida frazada, seguramente mexicana, al verla tan estoica solo pense aplaudir su valor al seguir a lado de tan horrida vision o tambien darle una energica bofetada por exponer a un bebe a semejante peligro, pues pese a ser la primera vez que veo a mi hermana en veinte años, el horror que siento al verla no ha disminuido ni un poco, deseo correr, alejarme de esa cara tan arrugada, pese a solo tener quince años cuando murio de progeria, siempre me culpe de haber causado su muerte, despues de todo ¿Quien deja a un paciente tan delicado a cargo de una niña de diez años de edad? Ese dia nuestros padres salieron por primera vez desde hacia tantos años, mi unico deber era darle sus pastillas a la hora indicada por el doctor, pero jamas recibio su medicina, ni esa que controlaba su diabetes, ni la de la presion arterial, ni la de su corazon.

Al llegar nuestros padres encontraron a los paramedicos llevandose a mi hermana a la morgue, cosas rutinarias supe años despues, varios policias y vecinos que trataban de calmarme, pues lloraba histericamente.

Se que es ironico que sea doctora padeciento esto, pero asi es.

Estaba congelada del miedo en medio de aquel pasillo, mi hermana me veia con sus ojos que brillaban por su juventud, en contraste con ese decrepito cuerpo, esos ojos me veian de forma acusatoria, parecian gritar ¡Tú me mataste! ¡Asesina! ¡Reconocelo! En ese momento no pude mas y mi mente comenzo a gritar, o eso crei pues dos minutos despues era escoltada al area psiquiatrica del hospital donde trabajo.

Solo la medicación y esa terapia me ayudan a seguir en una pieza, al menos ahora puedo ver a Eduviges, muerta hace diez años, mi primer paciente como pasante, y a Esteban, muerto hace solo cinco años, de mis primeros pacientes tras obtener mi titulo, y a Kim, constate recordatorio de mi fracaso en el pabellon de quemados, ya soy capaz de reconocer que murieron por mi culpa, pero mi hermana, es punto y aparte, creo jamas me podre perdonar por su muerte, ni espero que ella lo haga...

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