XI CAPÍTULO }{Y NO ESPERAR NADA }{

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Tenía uno minutos observándolo dormir, sonreí suave y jugué con su cabello. No se cómo, pero habíamos terminado; yo encima suyo y el agarrándome fuertemente sin dejarme irá ningún lado. Hacia rato cuando me desperté, quise levantarme, pero no pude, no, más bien... No me dejó. Reí en bajo por ello y bese su pecho aplastando mi mejilla en el, tire la vista a su hermoso rostro en suma tranquilidad y sin ningún problema que bueno, me termine quedando así
No sabia la hora, menos sí ha era de noche o algo por el estilo. Ya que solo nos alumbraba la luz de la lámpara al Aldo de la cama y nada más.

Era algo raro, Javier, tenía todo tapado, comenzaba a sospechar que era algún ser natural, un vampiro quizás o solo alguien que no le gustaba la luz. Sonreí está vez al saber que su nombre no era Javier, sino Guzmán, si, se llamaba; Guzmán Javier. Un nombre bastante lindo, cómo peculiar.

¿Quien en su sano juicio le pone un apellido como nombre a su hijo? Claro, aparentemente su madre y mi futura suegra, si es que rompiamos aquel tratado absurdo que nos habíamos auto impuesto.

Suspiré tratando de borrar cualquier rastro de confusión de mi mente, porque sino terminaría en las mismas preguntas de  siempre; ¿Que éramos? ¿Que estaba haciendo? ¿Javier solo jugaba conmigo?

—Oye—, susurré decidiendome en levantarle picando su nariz—, despierta—. Refunfuñe—, venga Guzmán.

—No me llames así—, WoW, Su voz era tan áspera, tan ronca y gruesa que hasta en balbuceos era jodidamente excitante. Sentí que con solo escucharle hablar, el bóxer que le había quitado para dormir estaba húmedo por mi coño que chorreaba por él, por el semental que estaba bajo mío.

Estaba realmente impresionada, puesto que apenas había oído su voz unas pocas veces y siempre me dejaba alucinando. Javier era un hombre casi mudó, digo casi porque eran contadas con una mano las veces que lo escuché decir algo y siempre fueron monosílabos. Según había investigado por mi cuenta, desde muy pequeño había presentado alergias y se quedaba afónico por días. Aveces presentaba infecciones en las amígdalas e incluso estuvo internado en una clínica a los 10 años por una gripe mal curada. Tanta eran las veces que su garganta dolía que decidió ser un niño de pocas palabras o bueno, eso eran lo que decían los medios.

—Vamos, cariño—, susurré—, arriba—, agregué y un atisbo de sonrisa surco sus labios. Yo sonreí grande mirándolo. Nunca lo había llamado así, bueno, poco era cuando hablábamos. Lo nuestro era sexo y nada más allá de eso nos comprometía o eso trataba de hacerme creer a mi misma en esos momentos—. Despierta—, hice morritos e involuntariamente bese su nariz. Luego de hacer aquello un temor se instaló en mi cuerpo, podría rechazar mi cariño espontáneo, sacarme de encima y capaz terminar en la calle sin mi ropa.

—No—, jadee al oírlo otra vez—, duerme...

—No, no, yo quiero jugar—, solté de repente y el abrió sus ojos arrazadores mirándome fijamente. Volvió a cerrarlos y nego, otra vez. Yo bufe—, por favor, hagamos algo... Necesito levantarme—, pedí como la niña pequeña que era.

Y así fue como por primera vez termine haciendo galletas con él, en su cocina y le muestre mis dotes culinarios. Aunque... Esta no quedo tan ordenada que digamos.


Ll.

ERÓTICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora