A-066

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Samantha, Javy y Maialen, los de siempre y para siempre, esperaron frente a la puerta de la dirección que les había dado Anne mientras ésta pensaba ya que no vendrían nunca. Y es que apenas había relación entre ellos y Anne. ¿Por qué iban a querer ayudarla? Sin embargo, al presentarse allí, aprendió la lección. Javy, que tenía muy buen ojo para ese tipo de cosas, notó los nervios de Eva. Desde luego, no era una secuestradora al uso. La propia Eva fingió una sonrisa ante los rehenes. O invitados. Nadie sabía muy bien cómo tomarse la surrealista situación.

—Hola, soy Eva. Esperadme en la sala de estar que voy a buscar a Anne.

No les dio tiempo a darle una contestación pues ya había desaparecido por el pasillo. Los tres amigos se sentaron en el mismo sofá de la sala de estar y enseguida aparecieron las dos chicas. La cara de Anne se iluminó al verlos, pero no precisamente por Javy. Cuando Anne hubo tomado asiento en un sillón individual, Eva se puso frente a ellos. La joven no se sentía tan angustiada desde las exposiciones del instituto o la universidad.

—En honor a Anaju voy a hacer una pregunta y quiero que me convenzas. ¿Por qué no debería dispararte? —Preguntó Javy con rabia en la mirada a lo que Eva alzó las manos.

—¡Uoh, uoh, uoh! No me digas que habéis venido con pistolas.

—No, pero desarmados tampoco. Pim, pam, pum, tengo una pistola. Pim, pam, pum, que dispara sola. Pim, pam, pum, tengo un revolver. Pim, pam, pum, que dispara doble. —Añadió Sam dando palmas, más que para romper el hielo para romper la tensión.

—Lo capto. Lo cierto es que no deberíais dispararme porque entonces no habría nadie dispuesto a velar por Flavio. —Según hablaba, Eva miraba a cada uno de los presentes, cuyas caras eran todo un poema.

Silencio. Era el turno de mirarse entre ellos. Javy se levantó rápido y con una llave, inmovilizó a Eva, cabeza contra la mesa y brazos tras la espalda con el agarre del único hombre presente. Maialen se llevó las manos a la boca escandalizada. Debía detener la escena en cuanto antes.

—Javier, ¿se puede saber qué estás haciendo? Puede que la chica no haya hecho las cosas bien, pero la tuya, tu forma... No es la mejor forma de hacer que hable. Déjala. Deja que se siga expresando... —Dijo Maialen pausadamente y se acercó a separarlos, ya que, Javy mantenía el agarre, pero no opuso resistencia a la mediación de su amiga y dejó a Eva libre.

—A esto se refería Sam con que desarmados tampoco veníamos. Artes marciales. —Escupió Javy antes de regresar al asiento.

Eva se puso de espaldas a ellos porque la situación había llenado de lágrimas sus ojos. Se sentía débil como tantas otras veces en su vida. Cuando logró ponerse la expresión neutra, se volteó y aclaró su garganta.

—Lo que he dicho no es ningún disparate. Soy la única que arreglaría a Flavio, que lo curaría de una forma desinteresada...

—Pero Eva de mi vida y de mi corazón... —Intervino Maialen—. Samantha tiene sentimientos por él y le ayudaría en lo que fuese. No harás todo esto por celos, ¿no? Porque entonces ya sí que me cago viva que las personitas tóxicas me dan mucho miedo.

—¿Qué? No, no. No es cuestión de que me guste ni nada por el estilo. Es que yo soy la autora de todo lo que es él. —Corrigió Eva dispuesta a resolver pacientemenete todas sus preguntas y dudas.

—¿Y qué es él? —Se interesó Anne.

—No me gusta el término pero es un androide. —La supuesta explicación de Eva trajo consigo alguna que otra risa por parte de los presentes.

—Pero vamos a ver, chiquilla, ¿qué película nos estás contando, Blade Runner? —Bromeó Javy.

—No, y además que se está autocomparando con Dios creador. —Replicó Anne con el morro torcido.

Samantha era la única que no había abierto la boca desde hacía ya un rato. A ella no le hacía gracia lo que estaba escuchando, tanto era así que se había quedado sin palabras una persona habladora como ella. Era la única que parecía creerse a Eva, quien también presentaba una expresión seria.

—Sam, ¿tú no vas a decir nada? —Cuestionó Maialen.

—Quiero seguir escuchando a Eva.

—Gracias. No sé si Flavio os habrá hablado en alguna ocasión sobre mí, pero para él soy solo su compañera de piso. Él no sabe nada de su propia naturaleza y por ello pedí que no viniera. Me gustaría que siguiese feliz como hasta ahora. No le tratéis diferente, por favor. A pesar de todo, es tan humano como nosotros...

Un golpe fuerte en la puerta principal asustó a todos. Al golpe lo siguieron un par de bombas de humo tiradas en la sala de estar por un grupo de cuatro hombres con uniformes de seguridad. Entre la humareda apenas se podía distinguir nada, cosa que aprovecharon los recién llegadoas para retener a uno cada uno. Cuatro contra cuatro. Significaba que alguien había usado también la poca visibilidad en su favor y ese alguien fue Anne, que consiguió escapar.

El resto intentaban pelear contra los tipos. Estaban bien entrenados y no consiguieron más que hacerse daño, incluso el que presumía de controlar de artes marciales. Quien sujetaba a Eva parecía el líder de los cuatro pues fue el que ejerció de portavoz.

—Eva Barreiro, veintitrés años. Maialen Gurbindo y Samantha Gilabert, veintisiete años ambas. Javier Ramírez, veintiséis años. ¿Sigo? Os tenemos más que identificados y localizados. Habéis cometido varios delitos, entre ellos robo de mercancía u omisión de información. A pesar de todo, os dejaremos tranquilos si nos entregáis a A-066 y no volvéis a meter las narices donde no os llaman. Si cumplís vuestra parte del trato, nosotros cumpliremos con la nuestra.

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