Destino o casualidad

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Samantha estaba como la noche, nublada. Necesitaba dar un paseo, tomar el aire con tal de aclarar su mente. Se sentía una completa idiota por haber actuado de ese modo, pero Flavio y Javy tampoco estaban siendo ejemplares. Se limitó a caminar por la zona dando vueltas pues le daba miedo alejarse en una ciudad desconocida y encima de noche. Aunque cuando verdaderamente sintió temor fue al darse cuenta de que una silueta la seguía. Tenía que ser a ella porque no había nadie más en unos metros. Para asegurarse, aceleró la marcha y el individuo la imitó. Utilizó la cámara del móvil en modo selfie para ver la cara del perseguidor. Sin embargo, llevaba capucha, gafas de sol y un pañuelo cubriendo su boca. Solo se fijó en su baja estatura.

La rubia corrió hasta la casa de Maialen para sentirse a salvo. Lo cierto es que Mai siempre es considerada la amiga mami y con ella se sentiría a salvo. Llamó al timbre sin importarle si despertaba a sus padres. Silencio. Tras un rato, una voz dulce preguntó quién era por el interfono y al reconocer el "yo" de Samantha abrió sin dudarlo. Nada más verse, se fundieron en un abrazo.

—Salamandra, shh... Ahora está todo bien. ¿Quieres una tilita y me cuentas qué ha pasado? —Dejó un beso cariñoso en la frente de su amiga.

—Sí, gracias. —Contestó Samantha antes de echarse a llorar.

Mai iba camino a la cocina cuando su madre se presentó en el salón preocupada. Debido a su sueño ligero, se había despertado en cuanto escuchó el portero. Su padre, por el contrario, dormía como un tronco.

—Ah, buenas, Samantha. —Saludó al ver a la joven en el sofá. Al verla agitada, se dirigió a su hija—. ¿Qué pasa, Maialen? ¿Hay qué llamar a la policía?

—Mami, no es nada... Acuéstate que ya me encargo yo.

—¿Seguras? Cualquier cosa me decís.

Se despidieron de ella, con un beso Mai y con un ademán Sam. Ahora sí, calentó agua y se la sirvió en una taza junto a una cuchara, el azucarero y una bolsa de tila. Mientras Samantha se preparaba la infusión, la anfitriona se puso a cantar Ilargia. Sabía que su amiga no entendería nada, pero al menos la relajaría.

—Suena muy bonito... —Liberó un suspiro antes de ir al grano—. Fui a hacer las paces con Flavio y me enfadé más. Necesitaba despejarme dando una vuelta por aquí cerca. Todo bien hasta que me di cuenta de que alguien me seguía, alguien bajito. Lo último que recuerdo es huir hacia tu casa.

—¿Estás segura? ¿No pudiste ver más?

—Estoy segura, pero no pude ver más, no. Iba con capucha, gafas oscuras y un fular o algo así...

—Te creo, ¿vale? —Acarició su espalda de forma reconfortante—. De hecho, si se cubrió tanto es porque lo tendría planeado. Así que nada de volver a escaparte sola.

—Este viaje no me está gustando un coño. Quiero volver a Madrid.

—A mí tampoco. Además, estoy preocupada por Bruno.

—¿Bruno? —Abrió mucho los ojos al escuchar ese nombre—. ¿Qué pasa con él?

—No ha dado señales de vida desde lo del otro día. No responde mis mensajes y cuando llamo da apagado.

—¡¿Qué dices, tía?! Igual lo que nos dijo era una excusa para librarse del compromiso.

—No. No puede ser. —Negó segura con la cabeza para poner más énfasis—. No es algo que él haría. Empiezo a pensar que le ha podido pasar algo.

—¿Tampoco tienes el teléfono del padre?

—No.

Samantha sentía que su problema era mucho más pequeño comparado al de su amiga. Sentía que tenía que permanecer fuerte por ella. La abrazó.

—Siempre podemos presentarnos en su casa y pedir explicaciones.

—No es buena idea.

—¿Y qué propones, poner una denuncia?

—Prefiero hablarlo también con Javy. Es periodista, ¿no? Seguro que sabe qué hacer. Pero por ahora deberíamos descansar. ¿Duermes conmigo?

Samantha se terminó la tila y se levantó para seguir a la navarra a su habitación. Sacó de su armario un pijama que prestarle, el cual le quedaba corto a la chica por la diferencia de altura. Se tumbaron en la cama y después de un rato jugando a dibujar cosas en la espalda ajena para adivinar, cayeron como bebés en un profundo sueño.

Al día siguiente, se reunieron los cinco. Llegó el momento de sincerarse. Empezó Mai con lo de Bruno, la siguió Sam contando lo de anoche. A Flavio y a Javy no les quedó más remedio que soltar prenda acerca de sus investigaciones. Aunque si fuera por el segundo, seguiría siendo un secreto.

—Joder, tío. Yo nunca me entero de nada. —Se quejó Nick—. Es que estoy flipando. Prometed que a partir de ahora vais a contar todo.

Maialen fue la primera en aceptar la propuesta y estiró su mano con la palma hacia abajo. Todos se le fueron uniendo colocando una encima de otra.

—No más secretos. —Declaró Sam. —¿Cuál es el plan?

—Podemos utilizar el teléfono que le dio la monjita a Flavio para pedirle ayuda. Tenemos que volver a Benidorm. Ese tal Roberto oculta algo, así que, no nos podemos presentar en su casa y preguntar. Necesitamos pillarle con la guardia baja. —Sugirió Javy—. Voy a avisar también a mi contacto estrella para que nos eche una mano. Cualquier ayuda es poca.

—Un momento... ¿Por qué no lo dejamos estar y ya? Soy muy joven y guapo para morir. —Intervino Nick.

—Porque ya estamos metidos en el ajo sea lo que sea. Si me siguieron el otro día fue por algo. Más después de saber lo que hicieron aquí Epi y Blas. —Sentenció Samantha.

—Entonces, ¿queda claro? Contactamos Flavio y yo con la gente y quedamos en Benidorm para mañana. Nosotros volvemos esta tarde para instalarnos y demás.

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