0.

244 22 4
                                    

La lluvia golpeaba desesperadamente todo lo que tuviera a su alcanse, la noche era oscura, la luna media llena le generaba una incertidumbre a cualquiera que la viera tras las nubes grises teñidas por la luz apasionada de la oscuridad de la tierra.

El aliento del joven se congeló viéndose como humo saliendo de sus finos labios temblorosos. Corría ya sin fuerza escuchando a su perseguidor a la distancia, rompiendo las ramas que cubría con sus botas oscuras.
Las lagrimas se congelaban al correr por sus mejillas.
Las fuerzas se desvanecían.
Su cabello se movía plácidamente sobre su rostro siendo atraído a su boca por la humedad que generaba su ya congelada garganta que luchaba por seguir circulando aire por sus pulmones.

¿Era el fin?
¿Iba a morir así?
Era demasiado hermoso como para morir, y quizás esa fue una de las razones por las que había terminado allí, por la que sus días terminarían ahí.

¿Por qué? ¿Por qué?
Sus pupilas dilatadas hacían notar su dolor, su miedo, su situación nefasta, pero mortífera.

Se permitía a duras penas tomar pausas escuchando suplicas calladas que admitían que no tenía oportunidad, ahogando sus gritos en su propia garganta generando que nadie las oyera y solo murieran en su propia consciencia.

(. . .)

El cielo nublado era poco placentero para Kou; caminaba a su secundaria de manera aburrida, vaga, casi sin energía mientras la música se desplazaba por los cables de sus audífonos hasta conectarse en sus oídos donde liberaban el sonido.

Caminaba encorvado, con sus manos escondidas en los bolsillos de su buzo que ayudaba a que el frío de otoño no tuviera contacto con su pálida piel, tal como aquel cubreboca oscuro que cubría la interfase entre su mentón y cuello.

Tararear no lastimaba a nadie, al menos eso quería pensar.
Deseaba ensordecedor al mundo en su propio sonido intencional, volverse invisible para aquella secundaria que solo lo trataba como un saco al quien torturar por diversión.

El aire que desprendió su boca se congeló al instante tiñendo se de aquel blanco que era satisfactorio de gozar mientras podía en aquella caminata para ir a su prisión.

Los televisores en aquella tienda en la que nadie compraba sonaban, sin que el rubio le diera suficiente importancia a la mujer dentro de ellos, acostumbrado a la publicidad de cosas inútiles o las simples comedias patéticas de la que las personas se reían recostados en un sillón engordando con comida chatarra creyéndose lo mejor del universo por simplemente gastar oxígeno.

"Joven des..."

Sus pies eran continuos, acostumbrado a ponerse el uno frente frente al otro por pura inercia para avanzar entre las calles hasta llegar a la secundaria donde pasaba 9 horas diarias sin prestar atención.

Los pasillos se llenaban de murmullos, a medida el joven avanzaba los notaba cada vez más como si las voces bajas lo acorralaron contra el muro.

-Dicen que él es el novio de ese chico...

-Esos raritos...

-¿Creen que la este pasando mal?

-Debe de estar tan muerto por dentro como ese chico pelirrosa.

Music Phone. ; MitsukouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora