Capítulo 4

58 7 2
                                    


Harry

Desde antes de que comenzara el año escolar Harry se había decido a mejorar en todo sentido.  La culpa que sentía por la muerte de Sirius, por haber caído en esa maldita trampa, le carcomía el cerebro y le oprimía el pecho. No sería capaz de soportar ver a otra persona preciada para él morir por un error suyo, por su incompetencia. 

Por ello, desde el primer día, en cuanto terminaba sus clases y hacía sus deberes con Hermione y Ron, se iba a la sala de Menesteres a practicar su magia. Quería practicar solo, tenía esa necesidad de mejorar por sí mismo, necesitaba demostrarse que podía con este destino que se le estaba imponiendo cada día que pasaba. Porque todos lo veían como "el chico que vivió, el mayor enemigo de quien-no-debe-ser-nombrado", pero al final Harry sabía que todo lo que logro en su vida fue a base de mucha ayuda y suerte, si somos realistas Hermione estaba mejor preparada que él para pelear en una guerra.

Pasaba horas enfocado en su entrenamiento,  leyendo libros de defensa contra las artes oscuras, practicando hechizos de ataque y defensa nuevos, entrenando para mejorar su percepción y control de magia, todo impulsado por una ferviente necesidad de luchar y no quedarse atrás. Además, al liberar su magia y lograr aprender algo nuevo, nacía en él un sentimiento similar al que tenía cuando recién se enteraba de que la magia existía, una mezcla de asombro y orgullo, que en cierta forma lo reconfortaba. Hubieron días donde incluso se olvidaba de cenar y salía después del toque de queda. Debido a eso, ahora siempre portaba su capa de invisibilidad y el mapa del merodeador. 

Un viernes, ya agotado de intentar reforzar su barrera de protección, Harry salía muy tarde de la sala de Menesteres y lo único en que pensaba era en llegar a su cama. Pero el nombre Draco Malfoy en el mapa lo distrajo, estaba en el baño de hombres. Harry no quería ir, trataba de evitar a Malfoy lo más posible para así poder olvidar lo que sea que éste le produjera y que le hacía sentir tan incómodo. Pero al final, la curiosidad mató al gato (o en este caso al león). 

A paso rápido se dirigió al lugar y cuando llegó, nuevamente se encontró a Draco llorando, hecho un ovillo en el suelo, en una esquina. La escena era muy familiar a la primera vez, este chico de nuevo estaba sosteniendo una carta con todas sus fuerzas, mientras farfullaba Merlín sabe que cosas. Pero esta vez, Harry no dudó, suficientes sueños había tenido con respecto a esto y ya se arrepentía mucho por no hacerlo la primera vez.

Lentamente  y tratando de  no espantarlo se acercó a él, quería prevenir que Malfoy se enojará y lo mandara volando con algún hechizo. Temeroso, lo rodeo con sus brazos e intentó decirle que todo estaría bien, la verdad es que tenía la mente en blanco y esas eran las únicas palabras que lograba sacar, así que solo se dedico a repetir aquello. 

Al contrario de sus expectativas, Malfoy se aferró a él con fuerza tirando la carta al suelo, a vista de Harry. No quería leerla, era parte de la privacidad de Draco, pero no pudo evitar vislumbrar un "no debes decepcionarnos" escrito en una refinada caligrafía. Se imaginaba de quien era la carta y eso solo lo hacía sentir peor, ¿qué clase de cosas le estaban exigiendo a su hijo para tenerlo en este estado? Porque por mucho que intentara obviarlo, Harry notaba la piel pálida del chico y como se notaba aun más delgado que los años anteriores.  Toda está situación le sacaba de quicio, no quería verlo deprimido, ni enfermo, ni llorando. Malfoy era el príncipe de Slytherin, su rival, él tendría que estar siendo altivo y arrogante, fanfarroneando por todos lados y riendo. 

No sabría decir cuanto tiempo habrá pasado cuando notó que Malfoy se había quedado dormido. Era tarde, estaba cansado y nervioso porque podrían pasar muchas cosas, una de ellas era que Draco despertará y se enojara con él o o que apareciera Filch o la Señora Norris y despertarlo, lo que los llevaría a la misma conclusión. 

Estaba pensando en miles de escenarios posibles,  hasta que bajó la mirada y vio la cara de Malfoy. De repente ya  nada de eso importaba, con mucho esfuerzo e intentando de que el rubio no se despertara, había conseguido apoyarlo en sus piernas y abrigarlo con su túnica. Con todo hecho, Harry no aguanto la tentación de acariciar el pelo del chico, que era tan suave como se lo había imaginado y que olía a vainilla, también observó fascinado su cara, con su lisa y blanca piel, sus largas pestañas, sus rosados y bien formados labios, y  un lunar que tenía en el cuello del que nunca se había fijado, todo en él le encantaba y era lo más ridículo del  mundo intentar negarlo, su corazón acelerado no lo permitiría, así que trato de guardar dentro de su memoria todo lo que veía, porque sabía que nunca tendría la oportunidad de verlo de nuevo tan de cerca, porque podría reconocer sus sentimientos, pero estos nunca saldrían de su boca. 

No supo en que momento se quedó dormido, pero esa noche, a pesar del frío y la posición incómoda en que se encontraban, los dos chicos durmieron mejor que en los últimos meses y sin ninguna pesadilla.



Es complicado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora