Día 2: AU Fantasía

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AU Alicia en el país de las maravillas.

Kirishima estaba cansado de estar siempre igual, de fiesta en fiesta

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Kirishima estaba cansado de estar siempre igual, de fiesta en fiesta. Sus padres le obligaban a ir a fiestas de sus amigos para mantener un status, ridículo para él. No le atraía nada ni nadie, le parecía aburrido todo lo que se encontraba. No jugaba en el colegio, no le gustaban las matemáticas, tampoco las multitudes y mucho menos la actitud tan exuberante que pretendían tener.
Estaba en un casamiento, en una mesa alejada del resto, carecía de interés sobre la ceremonia, aunque también sobre la mayoría de cosas. Mientras observaba con atención cada pequeño detalle del lugar, recorriéndolo, se encontró con un conejo. Este le atrajo una pizca de curiosidad, así que decidió seguirlo. El peliverde conejo corría bastante rápido, de su boca producía un sonido extraño, que Kirishima pudo entender. Más ganas de seguir al conejo le dieron cuando escuchó salir un -¡Rápido! ¡Estoy llegando tarde!- de su boca, según lo que le habían enseñado en el colegio los animales no hablaban, ya que la mayoría no tenía un cerebro pensante y porque se supone ninguno sabe la lengua humana. Dejando un poco de lado sus pensamientos y dudas, siguió corriendo al conejo, que se metió en un hoyo que había en un árbol alejado de todos los humanos yacentes en esa casa. Sin pensarlo dos veces el pelirrojo saltó para adentrarse en el agujero, cayendo por un túnel muy largo.

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Cayó en un cuarto muy bonito, paredes de un blanco-crema, piso con azulejos intercalados blancos y negros, una gran cortina de terciopelo rojo, tres puertas y una pequeña mesa. Encima de la mesa había una llave, supuso que habría alguna de esas puertas, así que se acercó para probar. Giró la llave en la primera puerta, no abrió. Hizo lo mismo con la segunda y tercera, obteniendo el mismo resultado.
El pequeño se largó a llorar pensando que nunca podría salir de esa habitación, en un momento volteó su mirada hacía la pared, encontrándose con una puerta lo suficientemente pequeña para que sus extremidades no cabieran bien. Se acercó a mirar por el rabillo de la cedurra, viendo un hermoso jardín que estaba seguro de que quería visitar. Giró su cabeza hacia la pequeña mesa, observó que se encontraban una botella de algún jugo frutal con una etiqueta que decía "drink me", también yacía un pedazo de pastel de lo que parecía el mismo sabor. Se acercó dejando la llave en la mesa, agarró la botella, apreciando cada detalle de esta, y decidió tomarla.
Cuando se dió cuenta el chico estaba en el piso, encogido como una hormiga. Estaba emocionado, ya que podría pasar por esa pequeña puerta que se había encontrado antes, pero se dió cuenta de que no traía la llave consigo, sino que estaba en la mesa, ahora demasiado alta para él, lo suficiente como para que sea imposible escalarla. El pelirrojo se puso a llorar de nuevo, culpándose por olvidar un detalle tan tonto como ese. De nuevo giró la mirada, esta vez encontrándose con la mesa de nuevo, y vio como el pedazo de pastel estaba tirado en el piso, entero e intacto. Se acercó a agarralo y le dió un buen mordisco. De repente todo se hizo pequeño y él se sintió demasiado grande. Comenzó un mar de lágrimas por tercera vez, ahora era demasiado grande. Entre lágrima y lágrima notó que la botella que había ingerido anteriormente estaba en la pequeña mesa con, todavía, líquido dentro. La agarró y le dió un gran sorbo, no sin antes asegurarse de agarrar la llave. Para cuando había vuelto a su tamaño normal estaba dentro de la botella navegando en los mares de lágrimas que él mismo había hecho cuando era gigante. De una fuerte corriente pasó la pequeña puerta, cayendo.

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