capitulo 2

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Toni aún se sentía incomoda por la forma en que había perdido los estribos y se apresuró a llenar aquel embarazoso silencio.

– ¿Dices que naciste en Inglaterra? – Comentó.

– Sí – contestó Steve -. Mi padre era inglés y mi madre americana. Murieron en un accidente de esquí cuándo yo tenía once años, así que me fui a vivir a Nueva York con mis abuelos maternos.

– Debió de ser muy duro perderlos a los dos – dijo Natasha acordándose de su madre.

– Sí, pero mis abuelos, que eran excepcionales, me recibieron con los brazos abiertos. Compartieron mi pena sin dejarse abrumar por ella. Tenían los pies en la tierra. Aunque habían dirigido un próspero negocio durante treinta años en Nueva York, provenían de Alaska, donde se habían conocido y se casaron. Mi abuela, se llamaba Sarah, mi madre se llamaba igual, y le prometí que mi primera hija se llamaría así también – añadió con una mueca.

Natasha estaba a punto de preguntarle si estaba casado, pero él siguió hablando.

– Mis abuelos se querían mucho y su única pena era haber tenido solo una hija. Siempre quisieron tener una familia numerosa, y mi abuelo siempre deseó un hijo para continuar con el negocio familiar...

– Y tú ocupaste el lugar de aquel hijo – añadió ella.

– Así es.

– ¿Aún viven? – pregunto Tasha.

– Mi abuelo sí, y aunque tiene setenta y nueve años todavía va a la oficina todos los días y trabaja más horas que la mayoría de la gente.

– ¿No piensa jubilarse?

– Por el momento no. Quizás lo hubiera hecho si mi abuela viviera, pero ahora no tiene ninguna razón por la que jubilarse.

Justo cuando terminaba de hablar, la puerta se abrió y entró Natalia. Maravillosamente vestida y maquillada, y con el pelo rojo perfectamente peinado, estaba muy elegante.

Ante ella Natasha se sintió desaliñada y vulgar.

– ¡Steve, cielo! ¡Qué alegría verte! – exclamo Natalia con sus ojos verdes iluminados.

– ¡Natalia! – contestó Steve dejando su vaso sobre la mesa y poniéndose de pie.

Natalia le tomó ambas manos y lo beso en los labios, después se sentó en el sofá e hizo que él se sentara a su lado.

– He ido a ver a mi hermana, ¿te acuerdas de Wanda? Si hubiera sabido que venías hoy habría regresado antes. Pero ahora cuéntame todas las noticias. ¿Qué ha pasado en Nueva York desde la última vez que te vi? Parece que fue hace una eternidad.

– Si me disculpan- dijo Natasha recogiendo sus papeles.

– La cena estará lista a las ocho menos cuarto – le dijo Natalia a su hijastra.

– No cenare aquí – dijo Natasha -. Tengo una cita.

Era mentira, pero los celos habían hecho presa en ella y necesitaba alejarse.

– Entonces, buenas noches – dijo Steve.

– Buenas noches – contestó ella.

Natasha se encontró con sus ojos azules, y percibió en su brillo que él se había dado perfecta cuenta de la situación.

Durante la siguiente semana Natasha no vio a Steve a pesar de que vivían bajo el mismo techo y de que ella se levantaba temprano. Steve era aún más madrugador, y por la noche se acostaba antes de que él volviera.

Matrimonio por encargo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora