(Cuatro años después)
- Y por eso se dice que la espada es el alma del samurái, ya que no era el guerrero quien elegía, sino la espada la que decidía si quien iba a portarla era merecedor o no de ella. Quiero que ahora, por grupos, os paseéis por la sala y apuntéis en las fichas los nombres de las estampas que más os hayan gustado, sobre cualquier tema del que hayamos hablado hoy ¿vale? Cuando acabéis os acercáis aquí de nuevo y os terminaré de contar la historia de antes.
Los chavales se agrupan y se marchan a toda prisa en busca de los ukiyo-e, que más han gustado. Kei sabe cuáles van a ser las respuestas, las mismas que con todos los grupos escolares que vienen al museo, sin embargo, hoy tiene una sensación diferente, se siente nervioso, inquieto. Probablemente sea porque se acerca el fin de semana y va a volver a verlos. Está a punto de sacar el teléfono para mirar la hora cuando un grupo se acerca hasta él agitando un papel. Escucha atentamente y se ríe al ver las hipótesis a las que ha llegado la que parece ser la capitana del grupo, aunque los otros dos, con los brazos cruzados, asienten vehementemente todo el tiempo, mostrando su apoyo.
- ¿Entonces podría pasar? Aunque se quisieran mucho... ¿tendría que matarle?
Kei no sabe cómo responder a ello. ¿Qué puede decirles? Hace unos años no habría dudado en responder que todo eso era una tontería y que no podían pensar en ello así, pero ahora... y a unos niños. ¿qué va a decirles? Son niños llenos de esperanza, con las mejillas sonrosadas de haber corrido por el museo, aunque su profesor les ha repetido una y otra vez que no podían hacer eso y que les iban a echar del centro, con los ojos brillantes ante su deducción, ante la posibilidad de una historia de amor mucho más increíble que la que han visto en las películas.
- Tendrían que perdonarse. No es justo.
La vida no es justa, quiere decirles, pero no es quién para hacer eso, no es quién para quitarles la esperanza y no quiere vivir con ese remordimiento. No sabe bien qué responder, abre y cierra la boca en repetidas ocasiones y su cabeza va a mil por hora, intentando pensar algo, cuando lo escucha. Esa voz. No puede ser. Está seguro de que se lo ha imaginado, no sería la primera vez que confunde su voz con otra, pero no puede evitarlo, se da la vuelta.
Siente que se le escapa el aire, que se desinfla como un globo, de pronto le tiemblan las rodillas, está nervioso y empiezan a sudarle las manos. Ya no escucha el ruido de las risas a su alrededor, ni las preguntas que la chica sigue haciéndole a su lado, sólo tiene ojos, oídos para él. Sólo le importa él.
Él, con su estúpido traje negro, con la americana colgada al hombro, con su estúpida corbata a rayas rojas y blancas, mal anudada, él, con su estúpido pelo, con su estúpida sonrisa y con la forma en la que parece que abre los brazos para atraparle en un abrazo. Kei está trabajando, Kei está siendo observado ya no sólo por un grupo de tres niños, sino que muchos han terminado ya el ejercicio y vuelven a su lado, Kei está siendo observado por el profesor de los niños, que sonríe ampliamente y saluda al hombre que acaba de hacer acto de presencia en el museo mientras levanta el pulgar, todo ha salido bien. Kei no puede evitarlo y le da igual estar en su lugar de trabajo y ser el centro de atención porque necesita ese abrazo más que respirar.
Y Kuroo está ahí para agarrarle cuando se lanza hasta él. Por todos los dioses, cuánto lo echaba de menos. Dos meses, sólo han sido poco más de dos meses separados y parece que lleven una eternidad sin verse. Pero la verdad es que ha sido duro para ambos. Complicado porque la última vez que estuvieron tanto tiempo sin verse fue hace mucho, cuando discutieron todos, cuando Kei desapareció, y desde entonces Kuroo se prometió que no volvería a pasar por eso, pero el trabajo es el trabajo y él necesitaba hacer ese viaje, necesitaba dar esas ponencias en las universidades europeas, necesitaba conocer más y seguir investigando. Desea poder volver a ponerse la bata blanca y volver a su hospital, pero sobre todo desea volver a casa.
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Dancing in the Moonlight. (Bokuaka, Tsukkikuro)
FanfikceTsukishima Kei no lo tiene muy complicado, al menos eso cree. Lo único que debe hacer es dejar de pensar en el estúpido excapitán del Nekoma que le manda mensajes cada cinco minutos (con muchos más emoticonos de lo que en verdad le gustaría admitir...