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Septiembre 2022


Carolina

Hoy hace un día fabuloso en Londres para ser ya septiembre. No hace frío todavía y el viento de la semana pasada nos ha dado una tregua. Es un final de verano bastante tranquilo para ser Inglaterra.

Juego con mi anillo de casada, ese que está en mi dedo desde hace pocas semanas, junto al de prometida. Ambos me recuerdan etapas de mi vida que no quiero olvidar. Porque nos ha costado llegar a donde estamos pero lo hemos conseguido, y esos anillos son un recordatorio constante de lo fuertes que somos y lo mucho que podemos hacer por amor, la mayor fuerza que mueve el mundo. Alex y yo nos queremos, siempre lo hemos hecho, desde el mismo día en que nos conocimos, en ese puente a la salida del Globe. Nos queremos, nos hemos querido y nos querremos toda la vida, le pese a quien le pese. Y ese amor es el que nos hace saber que, pase lo que pase, vamos a conseguir todo lo que nos propongamos. Juntos, como una familia que se adora...

Aunque a ver, si Alex y Robert siguen con el drama de hoy, creo que no voy a conseguir ni terminar mi desayuno, por mucho que les quiera a ambos.

—Pero a mí me gusta Colin —se queja Robert, dando vueltas a la leche una y otra y otra vez.

—Lo sé, colega, lo sé —le secunda Alex—. Si yo querría que te quedaras en casa con Colin pero...

—Me dan miedo los niños —reconoce Robert—. Siempre dicen cosas de vosotros y yo no quiero que me digan cosas...

—A mí también me dan miedo —le contesta su padre—. Es que te dicen cualquier cosa y ni se inmutan, oye.

—Y seguro que hay pesados, papi —le dice, refiriéndose a los paparazzi—. Y ellos también me dan miedo.

—Es que ellos dan más miedo que los niños.

—Bueno, a lo mejor igual... —le responde su hijo, pensativo.

—Pues yo creo que más los pesados —sigue insistiendo Alex.

—Seguro que los niños son amigos de los pesados —y la voz de Robert cada vez es más dramática.

—No me extrañaría nada, porque lo malo siempre se junta y...

—Vamos a ver —intervengo de nuevo—. O cortamos este drama o tendremos que cancelar el viaje del finde a Escocia.

—¡No, por favor! —me pide Robert, juntando sus manitas y poniendo voz desesperada—. ¡Yo quiero ir!

—¡Por qué tendríamos que cancelarlo! —se queja casi con el mismo tono Alex, indignadísimo con mi amenaza.

—¡Yo quiero ver a Seelie! —exclama el pequeño caballerete, medio lloroso ahora ante la perspectiva de no ver a su querida amiga.

—¡Y yo a George! —vuelve a quejarse mi niño grande, pensando estar otro fin de semana sin su mejor amigo.

Ambos se abrazan, lamentándose de su suerte. Vuelvo a tocar mis anillos, buscando que me den fuerza para el día de hoy; la voy a necesitar.

—A ver, a ver —les corto el drama de nuevo—. Habrá fin de semana en Escocia si acabamos de desayunar tranquilamente y nos vamos para llegar a tiempo.

—Pero es que los niños... —vuelve a insistir de nuevo Robert, aunque algo más calmado.

—Y los pesados —le dice ahora su padre—. No te olvides de los pesados...

—Los niños van a quererte mucho, cariño —le explico a Robert, acariciando su barbilla con dulzura y haciendo que me preste atención a mí y no al dramático de su padre—. No te van a decir nada porque si lo hacen, yo misma en persona iré a decirles que con mi niño nadie se mete.

Robert asimila mis palabras y se le va pasando poco a poco el berrinche.

—¿Y los pesados que...? —insiste aunque ya más tranquilo.

—Tu padre y yo hemos hablado con los pesados para que no te molesten. No va a haber pesados a tu alrededor, porque siempre vamos a defenderte de ellos. Prometido.

Robert mira a su padre, que asiente con convencimiento.

—Pero es que... —vuelve Robert a insistir.

Y creo que tengo que ir con toda la artillería o esta batalla la voy a perder.

—Iba a esperar hasta salir de casa para daros una cosa pero en fin... —les anuncio, levantándome de la mesa y dirigiéndome en silencio al hall de entrada. Abro mi bolso y saco de allí una bolsa que ambos miran con curiosidad en cuanto vuelvo con ella a la mesa, sentándome y pasándosela al propio Robert—. Cris me lo envió hace un par de semanas y me pareció perfecto para hoy.

Y en cuanto ambos ven lo que es, empiezan a gritar, emocionados. Sabía que les gustaría. De vez en cuando nos hacen llegar regalos y, entre ellos, se está popularizando la ropa igual para Robert y Alex, algo que desde el principio les fascina a ambos. En esta ocasión, Cris me hizo llegar un par de camisetas negras de temática rockera que pone en letras blancas School rocks, con símbolos propios de una banda de rock. Me pareció algo que podrían llevar los dos para el primer día de colegio de Robert y estuve guardando el secreto hasta hoy. Y parece que he acertado. Ambos ya se están cambiando su camiseta por esta otra, emocionados y mucho más animados que antes. Ahora ríen y Alex le enseña a hacer un gesto rockero con las manos mientras repiten los dos en alto la consigna de la camiseta. De repente a mis dos chicos les gusta la idea de ir al colegio, uno a empezar su etapa escolar y otro a acompañarle.

Y deciden que me he ganado los besos que tanto uno como otro han empezado a darme como locos.

Miro de refilón mis anillos y sonrío. El amor sigue funcionando para resolverlo todo en nuestra familia.

School rocks!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora