V

22 8 31
                                    

Carolina

En cuanto Robert ha salido de clase y nos ha visto a su padre y a mí, su rostro se ha iluminado y ha comenzado a correr hacia nosotros, ya agachados a su altura para recibirle con un gran abrazo. Le hemos inundado de besos y él ha hecho lo mismo con nosotros. Y estoy segura de que Alex siente la misma felicidad que yo al ver que Robert sale tan contento de su primer día de colegio.

—Y otro se llama Charles —nos va contando Robert en brazos de su padre mientras salimos de aquí—, y les he dicho que papá hacía de un policía que se llamaba así y entonces nos hemos puesto a jugar a policías y Thomas ha dicho que quería ser el ladrón internacional de joyas pero entonces Mary le ha detenido antes de que huyera y nos hemos caído todos en la alfombra, ¡pero la miss nos ha ayudado a levantarnos a todos!

—¿Habéis jugado a todo eso? —pregunta Alex, que no es capaz de meter casi baza con todo lo que su hijo nos está contando, emocionadísimo.

—¡Sí! Pero también he aprendido mucho, papi. Sé decir una nueva palabra en escocés y también en francés. Y además voy a prepararos unos dulces... ¡De verdura! ¡Y están ricos!

—¡No me digas! —exclama su padre.

—¡Sí! Y también hemos pintado mucho, y hemos aprendido a escribir nuestro nombre, pero yo ya sabía y se lo he dicho a la miss y ella me ha dicho que entonces aprendiera a escribir otros nombres.

En ese momento Robert saca algo de su bolsillo. Un papel arrugado. Nos lo da y veo a Alex poner pucheros antes de que se le escapen unas lágrimas. Me asomo a ver aquel papel y leo con letra de niño pequeño el nombre de Robert, el de Alex y el mío. Alrededor de los tres, ha dibujado un corazón con un lapicero rojo.

Y reconozco que yo también quiero llorar.

—Colega, esto vamos a enmarcarlo —le promete Alex, que guarda aquel papel en su cartera como si fuera su objeto de más valor.

Y no dudo que lo sea.

Recojo las lágrimas de mi chico con mis dedos y beso sus labios, haciéndole sonreír.

En cuanto salimos a la calle, vemos a los paparazzi esperando. Y no nos da tiempo a acercarnos, ya que son ellos los que vienen hacia nosotros.

Pero no haciéndonos fotos. ¿Qué está pasando?

—Bueno, chicos, a ver... —comienza a decir Alex, posando a Robert en el suelo—. Haced un par de fotos pero ya sabéis, pixelad la cara de mi hijo para que...

—No vamos a hacer fotos —le corta uno de ellos.

Tanto Alex como yo nos quedamos algo descolocados.

—¿Cómo que...? —acierto a decir.

—Veníamos a preguntarle a Robert qué tal se lo había pasado en su primer día de colegio, nada más —dice otro de ellos, agachándose para hablar con él—. ¿Todo bien? ¿Alguien a quien quieras que persigamos por ahí para sacarle los trapos sucios? Tú pídenos lo que necesites.

Robert se ríe ahora con aquello y con otras tantas bromas que comienzan a hacerle mientras les cuenta lo divertido que es ir al colegio y que quiere llevarles un día a su clase cuando hagan el día de las profesiones. Ni que decir tiene que todos los paparazzi quieren abrazar fuerte a este pequeño niño tan maravilloso.

—¿Para haceros el pago de...? —insiste Alex a uno de ellos.

—Otro día que os apetezca hacer una sesión... Ya sabéis, para sacarla cuando estéis de escapada, nos avisáis —le propone este.

Alex está a punto de echarse a... Ah, vale, se ha echado a llorar otra vez. Abraza a todos y les da unas palmadas en la espalda, prometiéndoles que eso haremos.

—No nos vendría mal una escapadita, por cierto —me dice Alex en cuanto nos alejamos de allí.

—Ya vamos a hacerla a Escocia este fin de semana —le recuerdo.

En realidad estoy haciéndole rabiar sólo por ver cómo aprieta sus labios, a punto de enfurruñarse como su hijo.

—¡Escocia! —grita este con emoción.

—¿No te gustaría irte con nosotros a algún otro sitio, colega? —le propone su padre—. Podríamos ir a París o...

—Id vosotros —le corta—. Yo quiero quedarme con Seelie.

Su padre y yo nos echamos a reír. Alex se encoge de hombros y me mira. Y al instante sé lo que está pensando.

—Esta vez me toca a mí elegir —le recuerdo.

Me da otro beso, más largo y cariñoso que el último, sin dejar de sonreír.

—Nos tendremos que llevar algún paraguas —bromea.

—Y traer muchos otros —apunto por mi parte.

—Siempre.

Always, right?

Y tengo que detenerme para disfrutar de su mirada por completo.

Always, babe. Always umbrella —me responde, acercándose a mis labios una vez más.

Always umbrella, babe.

School rocks! —grita nuestro pequeño hombrecito en medio de ambos, deteniendo nuestro beso a la mitad.

Nos echamos a reír y seguimos caminando mientras Robert continúa contándonos todas las cosas que ha hecho en su primer día de colegio. Hoy parece que ha sido un buen día a pesar de todo. Lo importante es que volvemos a casa con nuevas ilusiones y planes de futuro. Cuando consigues formar la familia de tus sueños y ves que con ellos tus días se convierten en nuevas horas por delante para ser feliz, cualquier problema que surja sabes que podrás resolverlo.

Y esta es mi familia, por la que he luchado y seguiré haciéndolo toda mi vida. 

School rocks!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora