P a r t e 10 La casa de la bruja

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Me gustas, realmente me gustas. Y quisiera que ese beso haya sido el comienzo de algo. No el fin.



Aquella mañana cuando me desperté sentía todo mi cuerpo adolorido. La posición en la me quede dormido era la peor, levante la cabeza para a ver a Yunho acostado boca abajo sobre mi cama.

Mire la hora en el reloj de la mesa de noche y maldije internamente porque estábamos tarde.

Tenía que llevar a Yunho con la vidente y ahora llevábamos treinta minutos de retraso.

—Mueve tu trasero, Yunho.

Él se despertó ante mi grito y levanto la cabeza mientras susurraba que lo deje dormir diez minutos más.

—Nada de diez minutos más. — me queje mientras entraba al baño. —Te quiero despierto ahora. — levante una de las almohadas que estaban en el suelo y la aventé cerca de la cama.

Ese movimiento provoco un gruñido de Yunho quien se sentó en la cama.

—No puedes levantarme de otra forma.

Fruncí el ceño y clave mis ojos en él, retándole con la mirada y si no se levantaba pues estaba en serios problemas.

El levanto los brazos en señal de redención y comenzó a estirarse.

Me di una ducha rápida y me cambie a toda prisa. Obligue a Yunho a caminar de forma apresurada, antes de que me hiciera demasiadas preguntas. Claro que la paciencia no es una de las cualidades de Yunho, ya que tenía que conocer todos los detalles antes de reunirnos con la vidente.

—No sé sobre eso. Solo me dijo que necesita hacer un encantamiento o algo por el estilo. Te debilitas muy rápido y eso podría pasar más seguido.

— Me siento bien ahora.

—Sí, lo que sea. Después de que la vidente te vea, vamos hablar sobre ello.

Camine más rápido y Yunho logro alcanzarme en la esquina. Lo guíe por las calles, durante varias y varias cuadras. Sin hablar demasiado. Estábamos nervios por diferentes motivos y preferimos quedarnos callados. Mire la dirección que anote en el papel, ya que nos había citado en su casa esta vez.

Me detuve frente a una casa de paredes blancas, ventanas con rejas de color negra. Era pintoresca y vintange al mismo tiempo.

Toque el timbre e intente relajarme cuando ella nos abrió la puerta.

— ¿Qué hay de la puntualidad? — arremetió tan pronto nos vio —. Te dije a una hora y llegan una hora tarde.

Hago una reverencia disculpándome y avergonzado al mismo tiempo.

Tenías que ser tú⇝( Almas perdidas)Where stories live. Discover now