Ellos

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Están encerrados dentro de mí.

Al principio pensaba que el único lugar que habitaban en mi era mi pecho, allí, al lado del corazón, por delante de mi columna vertebral. Me sorprendí al encontrarlos en mi estómago también, invadían todo mi tórax, mis costillas eran las celdas de su prisión. Posteriormente me dí cuenta que también estaban en mis brazos, nadaban a través de mis venas y se expandían hasta llegar a mis dedos. Estaban en mis clavículas, dándole la vuelta hasta llegar a mi nuca. Estaban en mi pelvis, y amenazaban lentamente hasta llegar a mis muslos, se deslizaron por mis piernas como si fuera un tobogán en algún parque infantil, como si fueran corrientes de ríos llegó a mis pantorrillas y tobillos; se enredaron en mis propias raíces. Llegaron a mi cráneo, invadieron mi cuero cabelludo y mi rostro. Mi imagen y ser ya no me pertenecía. Llegaron a mis ojos y ya no estaba en elección que mensaje iba a trasmitir mi mirada; a mi nariz y el aire que inhalaba ya no tomaba la ruta hacia mis pulmones, iban a los suyos; mis labios y ya las palabras que salían de ahí no lo decidía yo. La línea entre lo que era mío desde un principio y por orden natural y lo que había creado, no permitido ser, se difuminaba.

Yo había creado ese caos dentro de mí.

Había confiado que era capaz de retenerlo por siempre.

No conté con que al encerrarlos, lo que hice fue alimentarlos.

Ahora son parte de mí, o yo de ellos.

Supongo que una compañía no nos venía mal.

trocitos de mi serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora