Capítulo 4

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CAPÍTULO 4

Horas después, ya entrada la noche, Gia se encontraba en casa revisando una vez más el encargo de su padre cuando la pantalla de su celular, al comenzar a sonar, mostró un nombre conocido. Gia se estiró sobre la cama para alcanzarlo y contestó entusiasmada.

—Hey. ¿Qué hay? ¿Ese milagro que tu carcelero te deja llamarme?

Una risa se escuchó a través del auricular y más al fondo una voz masculina.

—¿Qué dice el carcelero?

—No seas mala, Gia —respondió su mejor amiga—. El carcelero te manda saludar —y soltó otra risa antes de preguntar: —¿Cómo estás?

—Mejor ahora que me llamas, Madi. Me has tenido totalmente abandonada y tengo muchas cosas que contarte —hizo una pausa para dar dramatismo—. ¡Ni te imaginas lo que me ha encargado papá! —comenzó a explicar en tanto echaba otro vistazo a las fotografías que le había dado su padre.

—¿Qué te ha puesto a hacer ahora?

Madison conocía muy bien a Frank Hall, después de todo, era también un padre para ella y sabía que podía llegar a ser muy exigente.

—Me ha puesto a buscar a un nuevo artista.

—¿Qué hay de malo con eso? —debatió Madison.

Gia puso los ojos en blanco antes de responder.

El problema es que no tengo idea de quién sea. Además, se trata de un grafitero. O grafitera. Todavía no lo sé.

Madison se echó a reír.

—¿Y acaso no te gusta el arte urbano?

—Veo que todo este asunto te divierte mucho —refunfuñó.

—Seguro que lo harás bien —la animó Madison—. Eres buena en esto. ¿Qué te preocupa? ¿Necesitas a alguien que te ayude? Si quieres puedo echarte una mano con la búsqueda —y agregó restando importancia: —Pasado mañana estaremos en Nueva York.

—Oh, Madi. ¿Por eso es que me llamas? —Gia se animó al saber que vería a Madison, llevaban más de un mes sin verse.

—Sí, tomaremos el vuelo mañana temprano, Patrick tiene que arreglar unos asuntos con su madre. Él quería que me quedara en Field of angels, pero he insistido en acompañarlo —y bajó el tono de voz para agregar: —Ha estado muy sobreprotector últimamente. Demasiado. ¡No me deja hacer nada!

Gia sonrió. Madison tenía casi ocho meses de embarazo, así que entendía por qué Patrick estaba actuando de ese modo.

Charlaron un rato más para ponerse al día. Madison le contó los últimos acontecimientos en Field of angels, que era donde vivían Patrick y ella, una hacienda dedicada a la crianza y comercialización de caballos, y, por su parte, Gia le habló del trabajo en la oficina.

—Estamos hasta el cuello de trabajo. Ni te imaginas. Tan solo esta semana tenemos planeadas dos exposiciones. ¿Irás, Madi?

Gia escuchó de nuevo la voz de Patrick, quien le había arrebatado el teléfono a Madison.

—Madi tiene que descansar, pelirroja, pero estás invitada si quieres venir a verla.

—No la dejas ir a ningún lado —le reprochó a Patrick.

—No es eso, pelirroja. Si la vieras me entenderías. Últimamente se cansa muy rápido —y susurró: —Está enorme —soltó un quejido—. Tu amiga acaba de pellizcarme, creo que escuchó lo de enorme.

Si me atrevo a amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora